¡A por ti, mi 27!

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Navegan sin rumbo alguno, surcando los pesares flotantes y solitarios que van cuesta arriba desenfrenados por la histeria fomentada por el dios del caos bajo la forma de globos ensombrecidos, camuflados en una infinita gama multicolor, rellenos de helio con aspiraciones truncadas e ideales puros, liberados y a la vez encadenados por individuos acabados, cuyos cuerpos aun seguían persistentes en continuar su lucha por permanecer atado por cualquier medio a un camino, aunque este no fuera más que un hilo opaco y lúgubre desperdigado en toda su infinita extensión sobre los escombros de lo que un día fue la auténtica humanidad.

Divagan entre nubes de un falso algodón gris, esquivando el veneno que trae aquella niebla de la incertidumbre y vacío que ya es una peste inevitable e invencible, teniendo como bocadillo principal a millones de rumas humanas, apiladas por montones cerca de las fauces del mal.

Los tripulantes encadenados siguen fieles al capitán ciego de aquel navío de antaño, cuántos universos habían recorrido ya en la penumbra , infinidad de pasiones sin rostro difuminadas y libres de su impuro origen.

Los luceros de gran variedad de tonos oscurecidos y abiertos a la búsqueda de los porqués saludan tintineantes entregando la ofrenda de medianoche, se abren ante ellos, dan la bienvenida a tripulantes fantasmas y a un vejestorio de madera rechinante

Iluminan apenas el lugar de aterrizaje, la luz es apenas tenue que el timón del transporte titubea sus giros haciendo que la población de allí reclame un pequeño bullicio que desaparece tan rápido como apareció.

Sus rodillas tiemblan ante tal magnitud de presencia, sus prácticamente translúcidos rostros esconden cada rastro de sentimiento o tan siquiera siguen los patrones de la apariencia de un ser albergante de vida normal.

La música nutre la aparición de su diosa y señora, dueña y reina, empleadora poseedora de cientos de almas, ilustradora de las más grandes desgracias, esclava del placer del dolor, la sangre y la muerte. Aprendiz de Azrael, amante de Lucifer y aspirante al trono del mismísimo Satanás.

La sangre latente injertada circula refulgiendo el más intenso carmesí, cubriendo cada rincón del ya inexistente blanco de la esclerótica, albergando en su centro de poder a aquellas gemas extraídas de galerías de las más profundas cavernas infernales, llameantes en un ámbar deslumbrante bañado con un verde intenso en su centro.

El inicio de un sonido persistente de fuertes pisadas de tacos de botas de cuero negro y altas rompe el silencio, haciendo notar su presencia imperante. Continúa su camino sinuoso entre su tripulación, acercándose por instantes lo más cerca posible, guiándose del olor de miedo que transmiten dichos estropajos y le pone la piel de gallina del puro goce de saber lo que provoca en el resto.

Pasea su pequeña y respingada nariz por entre sus juguetes. Repara en cada rostro libre de cualquier indicio de que alguna vez fueron humanos. Alza la mirada por encima de esos cuerpos acabados, destruidos, desarropados en su totalidad, falta de miembros, destripados... Rostros que alguna vez fueron más hermosos que la belleza lúgubre y bifurca que ella irradiaba, antiguos dueños de las almas con las que ella se divertía cada noche, recordando su esencia, las expresiones deformadas a causa del remolino de emociones de cada una de sus víctimas.

La sorpresa, la incertidumbre, ese delicioso temblor que la recorría desde la punta de sus pies hasta su cabeza al observar ojos vaciándose de su espíritu por completo, dejándolos a merced de ella. Aquella que jugaba macabramente con ellos, explorando recónditos lugares de su mente, hurgando en los extremos, incitando a la última gota de adrenalina a surgir de uno de los cuerpos y fuera su función de comedia de la madrugada.

Paseó sus encendidos ventanales ámbar por el lago cristalino donde su embarcación se encontraba, cuatro barcos hacían presencia en aquel deslumbrante espectáculo de media noche. Las estrellas tintineaban brillantes en aquel cielo extraño de un azul intenso del lugar recientemente explorado, las transparentes aguas se mecían con aquella paz que solo la invadía al término de una de sus labores del inicio del fin de semana.

Un viernes más, querida, estás a puertas del gran ritual. Pronto el dolor emergerá y desaparecerá tan rápido como se creó, absorberá los motivos y solo permitirá entrever el resultado. Reina de paz y armonía, ninfa escurridiza de dudosas intensiones, niña inocente de diversas facetas.

Soy todo y nada, soy eso y lo otro, atacante y víctima, diosa y esclava... Pero que predomine la dulce camarada que vela por ti al caer tus párpados, pesados y perezosos al culminar el día. Ansío tu humanidad absorber, la cristalinidad de tus ojos poseer, tu suave piel roer, tu espiritualidad vender, tu conciencia ofrendar y, para el beneficio mutuo, a nuestra máxima expresión alcanzar.

-Es hora de descansar-libera una voz masculina temblorosa a mi espaldas.

La sinfonía creada se extingue en mi mente, escupiéndome al recorrer diario y sofocantemente habitual. Abro mis ojos lentamente, corriendo las cortinas rubias de mis pestañas, exponiendo a una gema del inframundo, opaca en celeste, ante los ojos de los insectos rastreros que me rodean igual como desde hace un par de meses.

No replico palabra alguna ni asiento ligeramente la cabeza como comúnmente hago, mantengo cada músculo de mi cuerpo en busca de una respuesta acertada, venga, Mantis larguirucha, danos el paso correcto para la catarsis tan esperada por nuestro público.

Una mano se posa con ligeros temblores sobre mi hombro derecho desnudo y lo acaricia en un intento de con suelo o quizás tranquilidad, ¡deberían contratar Mantis nuevas en vez de las más jóvenes y torpes! ¿Tranquilidad? Solo prendes fuego a la pólvora ya esparcida con anterioridad y que tú, asquerosa Mantis, eres tan ciego de notar.

-Veintisiete, ¿te gusta ese nombre? Respíralo y aférrate a su literalidad, esconde tanto tras ese indefenso número-suelto con brutal seriedad al capturar su mano con la mía con natable fuerza, apuesto que al notarme frágil, que es como creo que me veo ahora, esto lo tomó por sorpresa. ¡Dios! ¿Dónde estás condenado? ¡Que aquí te quiero ver en la medianoche del viernes!

Nota la soltura repentina de mi mano y la aparta de inmediato, apenas dejando pasar escasos segundos para alzar mi delgado cuerpo y llevarme hasta mi trono gótico y cárcel. Su llegada no se hace esperar y es bienvenida, ¡un descanso para ti, mi señora! Soy recostada con delicadeza, mientras serpientes comienzan a abrazar mi cuerpo, mis brazos, mis piernas y aquel click metálico que da inicio al descanso.

-Veintiséis, veintiséis, mis hermosos veintiséis... Un hermano prepárense para recibir.

Ya es lunes, la última semana del brillo de la estrella que ansía tapar el sol con su propia luz de oscuridad. "Z", mi preciosa "Z", al fin te tendré conmigo, al fin te tendremos con nosotros. Viernes, apresúrate en llegar, que los espectadores y yo estamos ansiosos por la nueva función y último acto.

Empieza la cuenta regresiva, los minutos que van en tu contra no tardarán en hallarte para sellar su juramento.

Mañana te contaré otra pesadilla más desde tu futuro infierno.

El Cielo es la Vainilla y las Estrellas el ChocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora