❆ Capítulo 2 ❆

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Emilio cruzaba lo que rodeaba el castillo

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Emilio cruzaba lo que rodeaba el castillo. Su hogar.

Era tan frío, tan blanco, tan calmante.

Dejaba que el viento helado tocara su rostro, era algo que el disfrutaba.

Su actitud era un tanto mixta, una mezcla de tristeza y de enojo, por parte del tema discutido con su padre. Era tan fácil entender que no quería casarse con alguien que no amaba, pero el rey no parecía entenderlo, eso lo ponía de mal ánimo.

Y por otro lado la confusión del saber que tantos secretos guarda el verano, y el por qué de su aislamiento.

Todos estos pensamientos giraban en su cabeza mientras caminaba por el sendero congelado, y se adentraba poco a poco en el bosque cercano al palacio.

Los árboles escarchados y con hielo sobre sí mismos, indicaban que se adentró al bosque, dónde más allá de él, un tanto lejos, se encontraba la frontera de su estación.

El jóven iba tarde, necesitaba apresurarse.

Divisó en ese momento a una gran bola peluda descansar en uno de los árboles.

El chico sonrió y se acercó—. ¡Samai! —llamó la atención de aquella loba ártica, que se acercó rápida y felizmente al rizado.

Emilio la acarició y la tomó del rostro—, hoy vamos a salir un buen rato linda —le dijo con cariño al animal de pelaje blanco.

Samai no era como otras lobas, ella poseía una fuerza espectacular, sumado a su gran tamaño, un poco más del doble de lo que debería ser normal. Suficiente como para llevar en su lomo al rizado.

Emilio acomodó su pequeña mochila, ajustó todo y subió en Samai. Acariciandola y posando un beso en su nuca, le indicó que comenzará a correr.

—Samai, desvía primero hacía otoño, Niko se va a tragar ese pay solo, corre.

La loba corría por lo último de la estación invernal. El bosque poco a poco se agotaba. Emilio giraba su cabeza para observar el lugar, amaba ver las cuevas frías que se divisaba lejos, o el lago congelado que sirve de pista de patinaje, tal vez el campo de nieve para hacer guerrillas, a veces si captaba por qué decían que el invierno era la mejor estación.

Samai por su parte no quitaba su mirada del camino, estaba apuntó de cruzar la frontera.

De un salto cruzó a otoño. Todo cambió.

El aire se volvió un tanto más agitado pero mezclado con una calidéz. Lo azul y oscuro de las sombras se volvieron marrones, el cielo se pintó anaranjado. El hielo y la escarcha se volvieron hojas color ocre, volando y aterrizando en el piso.

Emilio se bajó de la peliblanca.

—Quedate en el bosque, yo te llamaré luego, ¿está bien niña? —la acarició y depositó otro beso.

Winter Royalty | 𝓔𝓶𝓲𝓵𝓲𝓪𝓬𝓸 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora