El periodista

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A media mañana es normal que la ciudad esté en plena ebullición pero en la plaza hay más gente que de costumbre. Se agolpan unos sobre otros atropellando a los pocos policias que se han acercado a la llamada. Se rumorea que han encontrado un cuerpo y ahí quien dice que no es el primero, que ayer hubo otro cerca de allí. Entre codazos, libreta en mano intenta abrirse paso entre los fisgones. Saluda con un gesto de cabeza a un oficial que apenas le devuelve el saludo. El cuerpo está tendido boca abajo y solo llega a verle las piernas. La criada es una cría, la cofia le ha caído de la cabeza y lleva la falda levantada por encima de las rodillas. Otros también tratan de abrirse paso entre la multitud para acercarse más. Finalmente, la policía deja que los fisgones se acerquen cuanto quieran pero sin tocar, eso no. Una doncella asesinada, hay poco que ver pero el morbo les atrae. Seguramente un novio celoso o un patrón al que le negó sus encantos.

Mira a su alrededor buscando caras conocidas de profesión. Nadie ha acudido a cubrir ese asesinato, uno más en la ciudad, no hay mucho que escribir sobre ello. Pero él tiene una corazonada, ahí hay caso. No lo sabe aún pero lo intuye y si no hay, ya lo inventará, últimamente anda algo escaso de noticias.

A la vez que un policía le da la vuelta a la chica, él llega casi a la primera fila, algunos curiosos se giran horrorizados y se oye algún grito ahogado entre las manos. Él los mira con una sonrisa descarada, nada de lo que vea puede afectarle, ha visto de todo: extremidades mutiladas, tripas abiertas en canal e incluso una mujer degollada de oreja a oreja y sobre aquella joven no hay rastro de sangre, seguramente la estrangularon. Cuando se acerca más, dispuesto a tomar notas y si es posible hacer algún dibujo, nota como una arcada incontenible le llega a la garganta y vomita.

El ciego de PatraixOnde histórias criam vida. Descubra agora