El oficial de policía

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Sobre el montón de papeles que tiene sobre el escritorio de caoba, un expediente le llama la atención. Son solo un par de hojas escritas con letra rápida y descuidada. Cirujano asesinado en Patraix. Bajo éste ignora otro con el nombre Doncella estrangulada y lo deja sobre otro montón al que llama el de los "insignificantes", ya lo mirará pero no hoy, ni mañana, tal vez en unas semanas, pueden esperar. No así el que tiene entre manos.

Patraix es un barrio obrero, pobre pero apenas conflictivo. En sus casitas, cual panal de abejas, se agolpan las familias de los que trabajan en la Batiflora. Se levantan muy temprano y pasan casi todo el día trabajando, por la noche los hombres se gastan el salario de la semana en prostitutas, alcohol o partidas de cartas, mientras las mujeres cuidan de los hijos e intentan que la única habitación que les hace de cocina, dormitorio y comedor, luzca lo mejor posible. Si cambiamos taberna por casino lo mismo ocurre en los barrios ricos.

Pueblo hasta hace unos años, la ciudad lo fue engullendo poco a poco y por eso el inspector encuentra la carpeta sobre su mesa, Patraix pertenece ahora al distrito policial de la ciudad de Valencia. Los pobres solo saben que meterse en líos, piensa mientras saca la primera hoja del informe pero aquel hombre no pertenece a la chusma de la ciudad. Normalmente los asesinatos en los barrios pobres no se investigan. Reyertas, violaciones, algún secuestro y mucha prostitución. A quién le importa realmente. Pero este caso es diferente, un joven y prometedor cirujano asesinado en un lugar en el que no debería estar.

Han pasado tres días desde que se encontró el cuerpo, su familia fue la que dio la voz de alarma al no volver a casa después del trabajo. No, no se metía en líos; claro que no, no iba con prostitutas; no, ni idea de qué hacia allí.

De buena familia, el joven médico ejercía en el General. Suficientemente cerca del barrio pero no lo bastante como para que se encontrara allí a altas horas de la noche. El policía lo tiene claro, salía de un burdel, dijera lo que dijera la familia. Eso era habitual, el cliente se pasaba con alguna de las chicas y la madam enviaba al matón de turno para que le diera un paliza. Alguna vez se les iba de las manos. Pero allí había algo más. Primero le extraña que un hombre de la alta sociedad concurra los burdeles de los obreros teniendo los propios. A no ser que buscara algo diferente y anónimo, claro. Es posible que un niño de corta edad. Pero aún así, algo no encaja. El ataque no le cuadra con un ajuste de cuentas. Los ojos, el caso está en los ojos. Es todo muy raro, demasiado.

Sigue leyendo, buscando algo que le permita encajar el puzzle. El cuerpo se encontró parcialmente escondido pero lo suficientemente a la vista como para que lo encontraran. Según el forense la muerte se había producido esa misma noche. Lo habían estrangulado y luego le habían sacado los ojos. No le habían robado nada, ni siquiera aquellas botas de piel que el agente se hubiera quedado para si mismo.

Decide que dará una vuelta por el barrio a la mañana siguiente. Quizás pueda preguntar por la fábrica, tal vez hubiera ido a visitar a algún enfermo. Está seguro que alguien lo recordará. Los jóvenes doctores lo hacen a menudo, no entienden que esta gente vive para trabajar, no tienen educación ni saben apreciarla, así que es absurdo intentar ayudarlos pero ellos se empeñan y a veces acaban pasando cosas como éstas.

La edad y los kilos le pesan cuando se levanta trabajosamente para bajar al sótano donde entre polvo y telarañas se guardan los expedientes, su intuición le dice que los ojos son la clave. Empieza por los casos no resueltos. Del chaleco saca un reloj de bolsillo, le va a llevar un buen rato.

El ciego de PatraixOnde histórias criam vida. Descubra agora