XI

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   MOSCÚ.

La primera en despertar fue Eli, tenía un terrible dolor de cabeza, bajo a la cocina, buscó un par de pastillas en la cajonera, tomó una y volvió a subir.

E– ¡chicos, es hora de levantarse! – exclamó mientras abría las cortinas.

L– pero que demonios... Eli, no molestes. – dijo tapándose la cara con una almohada.

Y– si, solo 5 minutos más.

E– nada de eso, ¡arriba! – quitó la almohada y comenzó a golpear a todos. – ¡levantense par de flojos!

V– oh mierda, mi cabeza estallará.

R– la mía igual.

Y– ¿alguno sabe qué hora es?

E– son las 2 de la tarde.

R– rayos, debo irme chicos... – se paró rápidamente.

L– por favor, no te vayas, solo come con nosotros.

Los demás chicos veían sorprendidos, ya que Lidia se estaba portando amable con el chico.

L– ¿qué? – preguntó, ya que todos la miraban raro.

Y– no, nada... Pero en verdad, quédate a comer, después te puedes ir.

R– esta bien, y a propósito, ¿qué comeremos?

E– ordenare pizza, ¿les parece?

Los chicos solo asistieron.

E– bajemos a la cocina, les daré algo para el dolor de cabeza.

Al bajar la chica les entregó una pastilla; Lidia ordenaba la pizza por teléfono, mientras tanto Yulia, Vitya y Ruslan, se encontraban en la Sala principal.

V– ¿estas segura de qué no me pasará nada? – preguntó un poco dudoso.

Y– esta todo calculado, no te pasará absolutamente nada, ahora vamos a las escaleras, ¡Ruslan, trae la cámara!

Vitya llevaba la tabla de surf, éste se subiría en ella para después deslizarse por las escaleras.

Y– ¡empieza a grabar!, ¿estas listo? – preguntó a Vitya.

V– supongo.

E– ¿pero qué cosa piensan hacer ustedes? – dijo entrando a la sala junto con Lidia.

Y– ¡solo es un juego, relájate!

E– ¡Volkova! ¡Baja de ahí, antes de que hagas una estupidez!

Fue demasiado tarde, pues la pelinegra ya había arrojado a su amigo.

V– ¡ahhhhhh! ¡Esto se siente raro! – gritó mientras bajaba a toda velocidad por las escaleras.

Vitya no pudo aterrizar bien, antes de caer esté metió el pie, eso ocasionó que se lastimara.

L– ¡Vitya! – corrió rápidamente hacía él – ¿te encuentras bien?

V– me duele mucho el tobillo, ayudame a levantarme. – Ruslan se acercó y lo ayudó. – ¡mierda, ahora duele más!

L– hay que llevarlo al hospital.

E– ok, llamaré al chofer.

La morena solo veía todo desde arriba sin decir ninguna palabra, después de unos segundos reaccionó y bajo a ver a su amigo.

Y– Vitya, en verdad... Lo siento, no pensé que fallaría y...

V– ya no importa, – interrumpió – yo fui el que metió la pata. – ambos rieron. – aunque si fue divertido al principio.

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