Relato #3

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Era ya hace un tiempo atrás cuando mi madre y yo vivíamos en un conjunto alejado de la ciudad, donde mis únicos amigos eran mis vecinos, ya que además de los niños que veía en la escuela, no tenía mucho contacto con otras personas, por la lejanía donde vivía. Gracias a esto, mi mamá, quien trabajaba la mayor parte del día, tenía pocas amigas, sobre todo una señora que vivía al lado, la cual tenía unos gemelos. Ambos eran muchachos mucho mayores que yo, morenos, altos, jugadores de futbol. Uno de ellos se llamaba Elkin, el más guapo de los dos, y el otro Fabian. Eran los típicos niños de mami gilipollas, que practicaban deportes y tenían un cuerpo para admirar y botar la baba, pero más que sus cuerpos, siempre veía como sus porongas rebotaban en sus pantalonetas de deportes, de forma que quedaba hipnotizado mientras caminaban.
A pesar de tratarse de unos pesados, había muy pocos niños en mi conjunto, por lo que encontrar amigos era una tarea difícil. Entre los niños de mi calle, ya que mi conjunto contaban con diferentes calles que a su vez se dividían en subconjuntos con algunos nombres, habíamos formado un grupo de niños/adolescentes para jugar, hablar y demás, que se conformaba por mujeres y hombres, hasta un rango como de 18años (las edades de Elkin y Fabian). Entre todos había un ambiente tranquilo, contando claro en que cada uno sabía su rol en el grupo.
Cuando mamá trabajaba los fines de semana me dejaba a cargo de la vecina, su mejor amiga y tocaya (lo cual es curioso). Cuando ella me cuidaba, veía dibujos animados, coloreaba en libros de dibujo y me gastaba el tiempo en lo que fuera. No había un contacto tan interpersonal con Elkin y Fabian, por lo que su presencia daba igual, hasta que un día...
Mi madre fue a visitar a su amiga y decidieron hacer algunos panqueques ya que ambas amaban la respostería. Yo intentaba ayudar en lo que podía, ya que siempre he sido algo afeminado. Como dirías que ese niño es maricón, pero en el fondo no lo creerías hasta que lo vieras con una polla en la boca. En un momento sentí como Elkin me llamaba, desde su cuarto. No me interesaba en absoluto lo que quisiera, ya que era un pesado; sin embargo, mi madre protestó diciendo que yo era un grosero al no contestar, por lo que accedí a ir.
Subí al segundo piso de la casa, donde estaba el cuarto de Elkin. La puerta está abierta, por lo que entré, sin ver a nadie en ella.
- ¿Elkin? - dije.
En ese instante siento como cierran la puerta. Volteo y veo cómo Elkin se encuentra parado, con la pantaloneta abajo, con su pene parado y babeante en mi dirección. Mis ojos estaban fuera de sus orbitas y en mi mente solo pasaba el pensamiento de lo grande y hermosa que era su poronga. Vaya que sí, su tronco era uniforme, recto, con unas hermosas venas que recorrían todo su falo. Su capullo estaba intacto, lleno de pre - cum brillante, lo que me hacía bastante curiosidad. Sus testículos bajaban portentosamente, de una hermosa capa de bello. No podía creer lo que estaba pasando.
- Pero... ¿qué haces? ¿para qué me llamas? - pregunté sin poder quitarle los ojos de su nardo que se hacía más grande según se acercaba.
- ¿Te gusta, eh? - dijo con una voz ronca - Ya decíamos en el grupo que eras un maricón. Además que Maria nos dijo que no quisiste besarla. Creí que invitarte a besar otra cosa no estaría mal.
Un escalofrio comenzó a recorrer todo mi cuerpo, haciendo que se me pusiera la piel de gallina. Estaba muy confundido. Para aquella edad, nunca había pensado en tener un encuentro sexual de forma real; solo fantaseaba con algunos muchachos tratándome como lo hacían con sus novias, o veía sus paquetes pensando en qué tal serían sin ropa, pero no creía que ocurriera realmente, y menos tan pronto. Por lo que mi sorpresa estaba justificada.
- Yo... yo no sé de qué hablas. Creo que será mejor que me vaya.
- ¿Irte? - dijo mientras me agarraba del brazo - Vamos. No me digas que ni si quiera te da un poco de curiosidad. ¿No quieres tocarla?
Elkin estaba muy cerca de mí, por lo que casi podía sentir como esa verga palpitaba por ser mamada. Sus testículos se veían mucho más grande desde ahí, por lo que más que curiosidad, sentí algo de deseo por saber cómo sería... cómo sería ser una mujercita. Para el momento, nunca me había hecho una paja, nunca había nada en mi cabeza más que sentir curiosidad y admiración por la masculinidad de los de mi mismo sexo.
- Yo... - dije mientras acercaba mi mano a su verga y la sujetaba con timidez.
- Eso. Sigue así, maricón. Te va a gustar.
Siempre he sido un niño delicado, pero por alguna razón el hecho de que me llamara maricón no me molestaba. Sentía algo de seducción en sus palabras. Algunas gotas de pre - cum calleron en mi mano, sin saber muy bien qué hacer.
- Pruébalo. Sabe muy bien - dijo Elkin, acercando mi mano a mi boca.
- Pero... yo - respondí tratando de oponerme.
- ¡Que pruebes, maricón! O no querrás que le diga a todos que me tocaste el nabo - dijo, subiendo de tono.
Abrí mi boca, indefenso, dejando que las gotas de pre - cum pasaran a mi boca, saboreando este nectar salado del que luego me haría tan adicto. Chupé mi mano en el lugar donde el pre - cum había caído, de forma que sentía cómo mi inocencia se perdía y algunos corrientazos pasaban por todo mi cuerpo.
- Eso, sabía que te iba a gustar - dijo Elkin mientras sonreía maliciosamente - Ahora, por qué no lo pruebas desde la fábrica - decía mientras tomaba mis hombres haciendo que me arrodillara ante él.
Ante mi cara estaba su poronga en su máximo esplendor. Imponente, fuerte, con un olor de macho caracteristico, como entre sudor y orina, que con el tiempo empezó a ser una fragancia que requeriría en cada verga que fuera a saborear. Mirando a Elkin, con ojos de no saber qué hacer, me ordenó abrir mi boca un poco. En esto, empieza a subir su capullo lentamente, de modo que dejara una gran gota de pre - cum acumularse en su glande, el cual fue cayendo lentamente hasta entrar en mi boca. Esta vez, el sabor era mucho más fuerte, por lo que hice una expresión con mi cara entre asco y placer. Mientras procesaba todo en mi cabeza, Elkin me tomó y fue acercandome a él para que me la metiera toda en la boca.
- Ahora, quiero me la mames muy suamente. Quiero que disfrutes darme placer, así que te esforzarás ¿No es así?
Acentí timidamente, sin saber lo que eso significaría a futuro. Su verga comenzó a invadir mi rosa y suave boca, a lo cual solo pude responder con mis labios reposando en su falo. Mi saliva comenzó a salir de mi boca, por lo que instintivamente empecé a lamer ese falo duro y varonil que se me había entregado por fortuna. Lamía y lamía de forma que pudiera sentir su piel áspera y seca, necesitada de una boca en donde saciarse. La mamada empezó a controlarla Elkin, por lo que cada vez sus embestidas eran más agresivas, de forma que mis ojos empezaron a lagrimear por los golpes en mi garganta. Muchas veces trataba de detenerlo, ya que no podía respirar y chupar alternadamente, por lo que mi toz era irreparable. Elkin sacaba su polla rápidamente para dejarme respirar, mientras me ordenaba besarla suavemente. Mi saliva caía en mi cara mientras me entragaba por completa a la dominación de este cabrón de 18 años. Mientras follaba mi boquita, antes virginal, me pedía que le mirase a los ojos.
- Vamos, maricón, siente como te entra todo mientras la saliva te sale por la boquita. Siénte... Ahhhh sí, que rica boca. De ahora en adelante serás mi hoyo personal donde poner mis mecos ¿Entendiste?
Asentía en lo que podía ya que no entendía muchas de las cosas que me decía. ¿Mecos? Había escuchado de otras similares para la época, pero fue con el tiempo que estos gemelos me enseñaron todos los detalles que aquí les relato.
Sus pollazos en mi cara se sentían mágicos, entre lo que la confusión me permitía. Sus embestidas en mi boca comenzaron a ser mucho más feroces, de modo que sentía que me reventaría. De repente siento somo unos chorros entran a mi garganta, por lo que pensé que se estaba orinando en ella. Al intentar sacar polla, sentí como sus manos fuertes agarraban mi cabello, haciendo que me tragara toda su lefa. Al sacarla de mi boca, veo cómo hay algunas gotas blancas quedaron en su glande, por lo que mi cara de susto y confusión le hizo gracia a Elkin.
- Tranquilo, nene. Solo es semén. Ven y limpia lo que sobró.
Al saber que no había sido orina o que lo había lastimado, limpié tranquilamente este líquido que para mi gusto, era exquisito.
- Ahora, escuchame bien. Este será nuestro secreto, por lo que si dices algo, le diré a tu mami que viniste a mi cuarto a tocarme la polla. Así que, callado.
Ordenó, mientras yo limpiaba mi cara y salía de su cuarto con algo de morbo, confusión y excitación en mi mente.
Continuará...

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