Capítulo 3

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Hacía dos días que había hablado con mi familia, dos días en que mí cabeza estaba a tres mil kilómetros de ahí, pensando si vendrían camino a esta ciudad o si estaban consiguiendo el dinero para poder costear el viaje, odiaba sentir a mis padres frustrados con respecto a lo económico, ellos siempre hacían lo mejor que podían para darnos una vida decente a toda nuestra familia. Habían venido desde Aguascalientes, México, con una muda de ropa, sus ahorros y buscando un sueño: una vida donde sus hijos no tuvieran las mismas carencias, miedos, inseguridades y desgracias que a ellos les tocó vivir. Los amaba por eso, eran las personas más buenas, valientes y trabajadores del mundo, al menos de mi mundo, no quería que sufrieran por mi culpa, había ocasiones en las que no podían esconder la frustración que les causaba el no poder darnos todo los que otros niños tenían, pero yo los tenía a ellos y eso para mí era más que suficiente, por eso prometí que cuando fuera mayor los ayudaría, había tenido la ventaja de ser ciudadana de este país y se las daría a ellos también cuando creciera. Estaban en este país de manera ilegal por qué las vidas mejores solo se le dan a quien tiene para pagar por una. No sabía su situación legal actualmente pero no quería que se arriesgaran por mí.

En esos dos días el doctor Lynch no pudo visitarme ya que estuvo ocupado con dos cirugías muy importantes, según me contó una de las enfermeras, así que no tuve noticias ni de él y por lo tanto tampoco de mi familia. En ese par de días parecía que un caracol movía todas las manecillas del reloj, un caracol bastante perezoso, todo era lento, soso, y constante. Lo único que cambio era que ya me dejaban ver televisión, vi un par de películas bastante aburridas, un programa de cocina, y un documental sobre alienígenas, esperaba que la televisión hubiera mejorado en estos años, aunque tampoco era como que importará mucho, lo único que deseaba era dejar de oír sonar el tic tac del reloj, una y otra vez, en esa solitaria habitación.

El reloj marcaba las 7:15 de la tarde, la televisión continuaba encendida con una película igual o peor de mala que las anteriores, mi cabeza seguía en un lugar fuera de este hospital lidiando con mil cosas, pero eso no evitaba que sintiera una punzada en la sien derecha, el ojo del mismo lado palpitará y la luz molestará. Gire mi cabeza y ahí en la puerta estaba el doctor, con la sonrisa y mirada amable de siempre. Entro a la habitación, preguntó cómo estaba, hablé lo más brevemente sobre eso pues lo único que pretendía era saber sobre mi familia, y al final lo único que añadió fue que la semana siguiente realizarían los últimos estudios. En cuanto terminó le pregunté si había tenido noticias sobre mis padres, para mi buena suerte así fue, dijo que le hablaron por la tarde del día anterior, le pidieron avisarme que les tomaría aproximadamente cinco días llegar ya que tenían que arreglar algunas cosas antes de partir, sin embargo, intentarían hacer hasta lo imposible para estar lo más pronto posible conmigo, que me amaban mucho, y le pedían de favor que me cuidará. Me emocioné demasiado que le empecé a preguntar mil cosas, se tomó el tiempo de responderme la mayoría, pero en breve resumen: conversó poco con ellos y solo sabía que estaban emocionados por volverme a ver. Estaba muy feliz por estar con ellos de nuevo que olvidé por completo cada molestar, se fueron sin darme cuenta, volvía a ser una niña, feliz, completa y en paz. Era tanta la alegría que no pude evitar tirar del doctor Lynch, y darle un abrazo y un beso en cada una de sus pronunciadas mejillas, que lo hicieron sonrojarse, aunque me disculpe por ese arrebató, lo menos que pretendía era hacerlo sentir incómodo. En seguida de ese regodeo, tratando te tranquilizarme, le hablé sobre un asunto que merodeaba por mi mente, desde nuestra anterior a encontrar a mi familia.

-Doctor, sabe, he pensado sobre lo que dijo el otro día de ese niño, Max, que él era lo único real que tenía, aunque ahora sé que soy Ángel, no puedo dejar de pensar que hay una posibilidad de que sea mi bebé, ya que no tengo pruebas para negar que fui A, y en tanto no las encuentre, ese pequeño es mi hijo y por lo tanto mi familia- di un gran suspiro y continúe con lo que decía- por eso quiero verlo, conocerlo, saber de él, he intentado recordarlo pero no lo consigo, ni a él ni a ese hombre que dice ser mi ex esposo, y no sé cómo encontrarlos, ni dónde buscar, no tengo idea de ningún dato que me llevé a ellos. Y creó que usted es el único que me pude ayudar con eso, usted ha conversado con ese hombre, debe saber algo de ellos y por ahí tal vez puedo comenzar a buscar- Con aquella confesión emergió lo abrumada que estaba con esa situación.

Paso a Paso, ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora