El dominador alargó el brazo derecho para acariciarle el rostro a la muñequita, que lo presionó contra la mano de aquél mientras se la besaba. Él continuó acariciando su mata de cabello castaño. «Si realmente es sumisa, le gustará someterse a un amo», se recordó Harry. Aun así, en cuanto lo vio tirarle de la cabellera no pudo evitar suplicar:
-¡No, no lo hagas!
El dominador la agarró por la melena y la obligó a levantar las rodillas. Ella se mantuvo allí, suspendida entre aquel puño y el suelo, con la cara contraída por el dolor.
Completamente vestido, él arrastró la desnudez de su cautiva por la habitación hasta una silla otomana que había delante de la chimenea. Luego empujó a la chica hacia aquel mueble gigantesco al que ella, obediente, se subió para colocarse a cuatro patas frente a su dominador, que permanecía erguido delante de ella.
Harry, que ya había visto a su vecino subir a una chica a la otomana, sabía de sobra lo que vendría después, así que juntó los muslos y los apretó con fuerza mientras disfrutaba de la sensación de calidez que iba naciendo en la entrepierna.
El dominador caminó hasta un paragüero que había cerca de la puerta principal y, después de sacar de él lo que parecía una vara de caña, volvió a colocarse detrás de la muñequita. Harry no podía verle la cara, así que no sabía si había ordenado algo más antes de elevar el accesorio y dejarlo caer con fuerza sobre las nalgas desnudas de la chica. En cuanto notó el contacto de la caña sobre la piel, la muñeca arqueó la espalda. Inmediatamente, el dominador volvió a levantar el brazo y trazó de nuevo un arco con la vara que se estrelló con fuerza en el trasero de la joven.
Esta vez, la muñequita se tambaleó hacia delante de modo que acabó con medio cuerpo fuera del mueble.
El dominador reaccionó negando con la cabeza, arrojó el bastón al suelo y se marchó de la habitación pisando fuerte. La muñequita se volvió hacia él con una expresión de súplica, aunque sin decir nada, mientras él se dirigía a la mesa del despacho y abría un cajón. A Harry se le agarrotaron los músculos del hombro por la tensión; sabía bien lo que había en aquel lugar.
El timbre del teléfono lo distrajo de lo que estaba ocurriendo enfrente. Cuando volvió a sonar, el ruliento se debatió entre contestar o no. Si se trataba de su madre; Anne, no responder implicaría una retahíla de insistentes llamadas a intervalos de veinte minutos hasta que por fin descolgara incluso si ello implicaba seguir telefoneando hasta las dos de la madrugada-. «Mejor lo cojo ahora.»
Corrió hacia el cuarto de estar rozando a su paso las cortinas y contestó, por fin, al cuarto timbrazo, justo antes de que saltara el contestador.
-¿Dígame? -preguntó sin aliento el chico.
-Has sido un chico malo, Harry Styles. -Decretó una voz masculina al otro lado de la línea.
-¿Quién es? -Quiso saber. Debía de tratarse de algún amigo o uno de los idiotas que le rogaba por salir si quiera una hora a la cafetería más cercana, para, más tarde, desgarrarle el orto. Lo más probable es que fuera Gemma con sus bromas.
-Soy la Justicia -la voz se detuvo de modo que a Harry le dio tiempo a pensar si se trataba de Gemma-. Has estado espiando a tus vecinos, ¿te has parado a pensar cómo se sentirían si se enteraran?
El corazón de Harry empezó a palpitar con fuerza. «¡No! Esto no podía estar ocurriéndole a él.» Con el cuidado que había tenido, era imposible que lo hubieran visto.
-No sé a qué se refiere... -contestó con una voz gélida-. Voy a colgar ahora mismo, y si vuelve usted a llamar, avisaré a la policía.
Colgó el aparato con fuerza. ¡Mierda! Se mordió el labio inferior y se quedó mirando el teléfono.
YOU ARE READING
Bad Guy. -LARRY STYLINSON
FanfictionSer un chico malo puede ser bueno... Pregúntale a Harry, si no me crees. Lo único que se precisa es al hombre adecuado. Durante el día, Harry Styles es un entregado trabajador social. Por la noche sólo tiene un vicio: al oscurecer, espiaba a sus vec...