¿Qué lo salve? ¿De qué o quién?
¿Acaso los mensajes encriptados son un mal de familia?
Miro la hora en mi celular, 04:56 a.m.
La afligida Betzabeth, tras soltarme aquella enigmática frase se acurruca entra las sábanas y no dice nada más, tampoco amaga dormirse a pesar del notorio cansancio acumulado en su llorosa y enrojecida mirada. Aunque a decir verdad, yo tampoco podría si acabaran de darme una noticia como la que Luifer ha soltado sobre ella sin pena ajena ninguna.
¡Luifer!
¿Por qué es tan cruel con ella? ¿Dónde estará?
Ese es otro que debe estar pasándola de la patada, y para colmo, solo. «Tal vez deba ir a buscarlo» se me cruza por la mente, pero al recordar el salvajismo en su mirada de hace un momento decido que, es mejor darle su espacio para que se tranquilice. Creo que todos necesitamos calmarnos.
Suspiro con pesadez.
Estoy muerta de cansada. Y sin saber qué más hacer, excepto, esperar a que las aguas bajen, me acomodo a un lado de mi desolada cuñada y la insto, con cariño.
Intentadormirunpoco.
Ella me sonríe sin ganas en respuesta, y poco después veo como, obedeciendo a mi solidario consejo, apaga sus dilatados e intranquilos ojos verdes conforme su respiración se vuelve un calmado sube y baja. Y más atrás, siento como también yo, sin poder evitarlo, me sumerjo poco a poco en un profundo sueño hasta que toda conciencia de mí desaparece por completo.***
Mis parpados se abren con pesadez.
¡Dios, pero qué es esto!
Mi cabeza, es un tambor constante y sonante.
Adormilada aún, y sintiendo que la sesera en cualquier momento se me parte en mil pedacitos, estrujo mis ojos hasta que siento que me he desesperezado, o al menos, eso es lo que creo.
Todo está en silencio y las cortinas corridas en su totalidad, pero a través del azul pálido de estas la brillante luz del sol logra filtrarse y teñir con una lúgubre claridad el interior de la habitación.
Como puedo, ya que el martilleo en mi cabeza es feroz, me incorporo sobre la superficie acolchada en la que estoy tendida y bien abrigada, y lo primero que noto es que estoy más íngrima que el ánima sola.
La aniñada rubiecita brilla por su ausencia.
Y Luifer…
Me angustio, ya que lo primero que se me cruza por la mente es que, esos dos puedan estar agarrados otra vez como perros y gatos y… ¡No, no, y no!
Desecho cualquier pensamiento fatalista de mi cabeza y de un salto me levanto de la cama para ir en su busca. Con los pies descalzos y ataviada aún con el vestido discotequero, salgo de la habitación a toda prisa presa de la angustia y de un mal presentimiento, que se convierte en miedo una vez bajo las escaleras y lo que veo, mejor dicho, a quien veo y no reconozco al desembocar por estas me deja en el sitio y con el corazón bombeando a toda marcha en mi garganta.
¿Quién es él?- ¡Buen día, señorita! — me saluda, el individuo junto al inmaculado sofá en forma de ‟U” dispuesto en medio de la enorme estancia.
Es un hombre alto, de tez clara, cabello corto y canoso, entrado en años pero de cuerpo impostado, en cuyo rostro asimétrico y de líneas rectas se lee una recatada impaciencia.
- ¡Buen… buen día! — mascullo a un paso del infarto.
- Mi nombre es Stephano— se presenta de forma educada, y sin detener su discurso, me informa al tiempo que se acerca a mí con un sobre carta en una de sus manos — el señor Fernández me ha ordenado que la lleve de regreso a San Juan de los Morros y que le entregue esto.
Sin darle crédito a lo que el recién presentado me ha dado a entender — que Luifer se ha ido sin decirme nada y me ha dejado casi abandonada en manos de un completo extraño — tomo el sobre me tiende, y sin decir ni ‟mu”pues apenas si puedo respirar, me doy la vuelta y regreso a la habitación sintiéndome más muerta que viva.
Estoy en shock.
Sin abrir el dichoso sobre ya imagino lo que contiene.
Una vez entro en el enorme cuarto, bloqueada, cierro la puerta, camino hasta la cama, y sintiendo que estoy atrapada en una especie de pesadilla, me dejo caer sobre esta segura de una sola cosa en mi vida: Luifer ha cumplido su palabra. El muy canalla se ha ido, y yo… yo…
Lloro.
Sin poder evitarlo, lloro.
Me tiemblan las manos, los labios, todo el cuerpo, el alma, la vida.
Me ahogo.
Inhalo – exhalo.
No siento alivio.
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Miro el trozo de papel en mi mano, lo empuño con fuerza hasta volverlo un acordeón. No quiero abrirlo, no quiero, pero antes de que pueda si quiera darme cuenta de lo que estoy haciendo, despego la pestaña y saco del interior de este una hoja doblada en cuatro partes, en la que distingo a primera vista la perfecta caligrafía de Luifer, incluso, detrás de algunos tachones.
¡Luifer!
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IRREMEDIABLEMENTE ENAMORADOS (Del Odio Al Amor Solo Hay Un Paso)
Novela JuvenilComo muchos jóvenes estudiantes, Elizabeth Marcano, decide dejar atrás su ciudad natal, familia y amigos para enfrentarse a una nueva vida y continuar sus estudios universitarios de Economía en la U.N.E.R.G., aunque, sus sueños y planes dan un vuelc...