Prologo

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Prologo:

 

La niña dio varios pasos avanzando sobre la acera.

Se dirigía a la plaza con paso lento, a causa de su leve obesidad, era el hazmerreír de la escuela, de los demás era la burla, incluso para parte del vecindario, gracias a su madre encarcelada y sus extrañas libras de mas.

Al empujar la puerta del centro comercial se encontró con personas conocidas; algunos eran vecinos, otros tal vez eran turistas, pero no confundió los rostros del grupo de niñas que siempre disfrutaban criticarla, bajando por las escaleras eléctricas, mientras Cassie subía por el otro lado con la cabeza abajo. No tardaron las risas, y luego las miradas de desaprobación de parte de sus madres que iban detrás.

La séptima lagrima.

Decidió parar en una boutique y elegir un vestido rojo de lunares cremas. Su baja autoestima no la ayudó en notar lo bien que le quedaba. Conminaba con sus sandalias blancas, sus ojos grises, su pelo negro y su piel extremadamente blanca como la nieve, y el hecho de no de no tener a nadie que le recuerde lo hermosa que es, no le serviría decírselo a si misma.

La anciana de los anteojos la vio parada frente al espejo. No llevaba el vestido puesto y aun le quedaba bien, sin duda, la mujer trató de llamarle la atención para halagarla, sonriendo optimista.

— ¿Cuál es el costo? —preguntó la niña, notando la expresión de la anciana convenciéndole que no le quedaba mal.

—Oh no —la mujer hizo un mueca, ajustándose los anteojos detrás de su canosa cabellera—, considéralo como un obsequio — la niña se sonrojó, aun asi, no era tan costoso, aceptándolo y agradeciendo con un beso en la mejilla.

Salió del lugar con una generosa sonrisa, se sentía tan bien consigo misma alguna vez en su vida. Posó la mano en la manilla de la escalera eléctrica con su alegre vestido, encontrando la mirada de un niño con ojos muy profundos. Sin duda era nuevo en la ciudad, no lo recordaba. Ambos se sonrojaron sin apartarse. El niño rubio oscuro y piel extremadamente blanca subía por el lado contrario mientras Cassie bajaba, algo que los obligo voltear la cabeza.

Los pequeños habían florecido un lindo sentimiento.

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