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Los recuerdos lo golpearon como un boxeador en un torneo. De pronto todas esas imágenes borrosas de su mente, estaban tan claras que podrían haber servido para hacer una exposición fotográfica con ellas. Recordaba haberse escapado de casa para salir a una fiesta, estar fundando con el resto y haber hecho una apuesta con uno de los del grupo, recordaba las bromas de camino al cementerio para colarse y haber observado las estrellas como si estuvieran lloviendo sobre su cabeza, recordaba el terror que le invadió cuando pudo avistar un ataud abierto, emoción que fue sustituida por atracción cuando contempló la bella sorpresa que dormía plácidamente dentro, también recordaba el golpe que sufrió su espalda al impactar contra la dura roca de la lápida. Pero más duro incluso que aquel golpe, fue la imagen de esos labios de cereza impactando contra los propios, la humedad de la lengua del pelirrojo chocando contra la de él y explorando su cavidad bucal con curiosidad.

—Fran.— Un llamado de atención de la profesora hizo que su mente bajara de las nubes, aunque ya era la tercera vez que lo nombraba.— ¿Puedes escuchar cuando te están hablando?

—Ah, sí… perdón.

Se disculpó con un ligero tartamudeo, agachando la cabeza un poco avergozado, como si hubiera retrocedido retrocedido el tiempo a cuando tenía catorce o quince años a causa de lo abrumado que se sentía.

—Vete con el profesor de guardia hasta que termine la hora.— Ordenó la señorita Judith.— Y no armes escándalo por los pasillos.

—Yo puedo llevarlo, señorita.— Se ofreció Jonathan con caballerosidad.— Ya sabe, para que no se escape.

—No, gracias por ero ofrecimiento, creo que Fran podrá encontrar él sólo el camino.— Se negó la esbelta mujer, temiendo que si accedía, se escaparían los dos.

Fran cerró la puerta de la clase nuevamente, sin decir ni una palabra más antes de salir, y se fue al aula de detención entre suspiros. Al llegar a ella, los profesores que hacían guardia y otros alumnos que habían sido enviados al mismo lugar, la mayoría por haber llegado tarde también, lo miraron. Lo miraron, pero ninguno de ellos se extrañó de verlo allí y rápidamente regresaron a lo que estaban haciendo, mientras Fran se dejaba caer en una de las sillas libres, soltando otra vez un suspiro.
No podía dejar de pensar en la nueva información que había adquirido, más precisamente, en aquel condenado beso. Momentos antes se había sonrojado delante de toda la clase al recordarlo y ahora, sus mejillas volvían a plasmar el color de esa escena. Incluso el dolor que le proporcionaba el morado de su espalda parecía haberse opacado por pigmento y se había teñido de olvido.

Fran trataba de rememorar lo sucedido después de ese acontecimiento, pero parecía incapaz de ello. Sólo recordaba haber cerrado los ojos y después de eso, despertar en un banco del parque de al lado al cementerio.

«¿Me habré desmayado?». Se preguntó mentalmente, frustado. «Pero, ¿Por qué me desmayaría? Estaba repleto de energía cuando me colé en el cementerio, o, por lo menos, tenía la suficiente para permanecer despierto toda la noche si hacía falta.».

Miles de dudas aparecieron en su mente, todas a la vez, y la del desmayo repentino no era la única de ellas. Otra cosa que lo traía mareado era cómo había aparecido en el parque si él estaba dentro del cementerio cuando eso pasó. Como respuesta a esa pregunta, sólo se le ocurrió pensar que el pelirrojo le había sacado, pero…

«¿Por qué me sacaría del cementerio? ¿Acaso se estaba preocupando por mí al hacerlo? ¿Cuál fue su motivación?.». Las voces de su cabeza se rehusaban a aceptar que hubiera podido ser una muestra de preocupación, porque no quería deberle ningún favor a nadie. «Más importante, ¿Por qué me beso en primer lugar? ¿Acaso yo le…?»

La cabeza de Fran daba vueltas a preguntar que no parecían estar dispuestas a responderse. Inquieto, comenzó a moverse en su asiento, cambiando constantemente la postura en la que estaba sentado sin darse cuenta. Estaba confuso y se sentía raro, tanto así que se llegó a plantear que todo hubiese sido un sueño, pero tenía aquella lamentable pintura morada manchando su blanco lienzo de piel, la cual le recordaba que, quisiera o no, lo que había vivido era tan real que se escapaba de sus temblorosas manos de artista fracasado. Esas mismas manos se dirigieron a su desordenada cabellera para despeinarla de lo que ya estaba, nervioso.

El sonido del timbre que indicaba el cambio de clase lo hizo salir abruptamente de su ensimismamiento y, desorientado, por poco se cae de la silla. Suspiró y el acto le resultó tan repetitivo de tantas veces que lo había hecho ya, que sintió como si fuera a gastar todo el aire que se encontraba en sus pulmones sin pararse a respirar primero. Se levantó de la silla y colgó su mochila a la espalda sin cuidado alguno, emitiendo un pequeño quejido en consecuencia.
Caminando hasta su aula, lo seguía de cerca el profesor de la siguiente clase, historia, probablemente para asegurarse que asistiera. Sus amigos bufaron cuando lo vieron entrar seguido del docente, porque eso significaba que tendrían que soportar otra aburrida hora sin escaparse. Pero eso a Fran no le molestaba en ese momento, quien se dirigió a su sitio, el cual, para suerte o desgracia, estaba a una mesa de distancia del pelirrojo, sin poder dejar de contemplar a su compañero. Algunos no pudieron evitar reírse cuando Fran golpeó accidentalmente su cadera contra un pupitre por andar distraído.

—Silencio.— Los mandó a callar el profesor Gregorio. Un hombre que debía rondar los cincuenta y tantos años, con una gran panza, una brillante calva, una esponjosa barba blanca y unas gafas pequeñas que se deslizaban hasta la punta de su nariz.— Y tú, Fran, fíjate por donde andas. Ahora siéntate.

Fran pasó de estar distraído a un poco irritado. Rodó sus ojos con desprecio e hizo lo que le habían ordenado de mala gana, cruzando sus brazos sobre su pecho y frunciendo el ceño.

«Ni que me hubiera chocado porque yo quisiera hacerlo, joder.». Miraba hacia la ventana situada al lado suya. «Menuda puta suerte tengo, primero me parto la espalda y ahora la cadera, lo próximo va a ser el culo.».

Fran abrió su mochila para sacar el libro de la asignatura, pero este no se encontraba por más que buscaba. Entonces realizó en que el día anterior no había tenido clase de historia y, por ende, no llevaba el libro consigo. Trató de disimular la falta de material mirando a su libreta y garabateando de vez en cuando cualquier cosa, pero el profesor se dio cuenta rápidamente.

—Fran, ¿Dónde está tu libro?.— Gregorio se presentó en frente de su pupitre, mirando detenidamente a su alumno.

—…No lo he traído.— Respondió, sin observar directamente al profesor.

—¿Y planeabas quedarte toda la hora de brazos cruzados sin hacer nada?.— Preguntó de forma retórica.

Si no hubiera estado tan cansado, Fran hubiera plantado cara al maestro y le hubiera obsequiado una respuesta de esas que escuecen, pero en aquella ocasión tan sólo se mantuvo callado, mirando de reojo su bolígrafo, como si fuera la cosa más interesante.

—Junte su mesa con un compañero para compartir libro.— Indicó Gregorio, retractándose casi al instante al comprobar que cerca de su mesa estaba Jonathan, pues definitivamente no quería juntar a ambos alumnos.— Mejor aún, siéntate al lado de…— Revisó a lo largo las mesas de alumnos poco problemáticos que no estuvieran muy lejos.— De Narciso.

—¿Quién?

Miró al profesor al escuchar el nombre desconocido, el cual le indicó con los ojos a donde debería trasladarse, para darse cuenta que se trataba de aquel que estaba convirtiendo sus propios pensamientos en una tortura y ahora sabía que aquel pelirrojo recibía el nombre de Narciso.

—Fran, cambiate de lugar.— Repitió Gregorio.

—Ah, sí…

Algo dudoso e inseguro movió su mesa al lado de la del pelirrojo y a cada paso que acortaba la distancia entre ambos, su corazón se sentía más y más apretado dentro de su pecho, dónde golpeaba furiosamente contra las pareces como si se quisiera escapar del mismo. Hasta que estuvo tan cerca de él que la mesa que llevaba se resbaló de sus manos y la pata de esta golpeó contra su pie, provocando que soltara una maldición que puso en alerta a toda la clase.

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⏰ Última actualización: Aug 04, 2019 ⏰

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