Capítulo 1.

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Fran siempre había sido un chico algo tímido y callado, vergonzoso y con pocos amigos, pero hubo gente que le hizo dar un cambio drástico. Estaba aquel grupo que Fran tanto admiraba, ellos eran los populares y los rebeldes, él quería ser uno de ellos y un día, envalentonado, se atrevió a pedirles una oportunidad. Al principio de salir con ellos, estaba algo asustado y nervioso, porque las cosas que hacían no estaban bien; ellos se divertían maltratando animales callejeros, haciendo vandalismo variado y asistiendo a fiestas en donde consumían todo tipo de sustancias. Fran no podía evitar sentirse inseguro cada vez que le obligaban a hacer algo de ese estilo.

Venga, hazlo.— Le insistía Jonathan, la cabeza del grupo, cada vez que se negaba a hacer alguna de estas cosas.

Las risas del resto de chicos sonaban crueles y burlonas con descaro, ejerciendo presión sobre Fran, quien agachaba la cabeza, pequeño y patético. Sus mejillas se pintaban de un color vergüenza, mientras las miles de sombras ficticias que se alzaban sobre él con intención de devorarlo, cada una de ellas con la tortuosa risa de uno de los integrantes, lo hacían sentirse indefenso.
Las manos firmes y seguras del líder agarraron su mentón y lo alzaron, obligándole a mirar esos ojos afilados de color azul profundo. Esa acción lo puso más nervioso de lo que ya estaba y trataba de que sus orbes castaños evitaran la figura del otro chico.

¿O es que no quieres ser nuestro amigo?

La voz de Jonathan lo hacía estremecer. Era consciente de que sentía una fuerte atracción por ese chico, le parecía tan genial y apuesto que estaba desesperado por formar parte de su círculo de confianza. Una parte de sí mismo se ilusionaba pensando que quizás de esa manera podría tener una oportunidad, mientras la otra se repetía que eso era un sueño imposible. Después de todo, el amor entre hombres es raro y antinatural, por eso alguien como Jonathan nunca sentiría nada así.

¡Por supuesto que quiero ser vuestro amigo!.— Exclamó Fran al momento, haciendo que los finos y rosados labios de Jonathan se curvaran formando una sonrisa maliciosa.

Si es así tendrás que hacer todo lo que te digamos ¿Entiendes?

Fran dejó de rechistar cada vez que lo forzaban a hacer algo y con el tiempo, logró integrarse hasta ser uno más de ellos. Ahora las cosas eran muy diferentes, o eso quería creer. Uno de los cambios más notables es que había ascendido al puesto de mejor amigo de Jonathan.
Jonathan cambiaba fácilmente de mano derecha o "mejor amigo", si así se lo podía llamar. Este siempre debía ser quien más destacara del grupo por su atrevimiento, no servía con hacer las mismas cosas que los demás y cumplir fielmente las órdenes del líder, debía de subir el nivel y ser el más extremo de todos, por así decirlo, innovar. Aquel que llegaba a ese puesto poseía ciertos privilegios como tener la capacidad de dar órdenes al resto del grupo o poder hablar y bromear con mayor confianza sin recibir una paliza por ello; sin embargo, también tenía una gran desventaja y es que si aparecía alguien mejor que lo reemplazara, pasaría a ser repudiado, escupido y humillado por todos como escoria hasta poder ganar nuevamente el respeto del líder.
Fran había conseguido ganarse ese puesto de mano derecha y lo defendía con uñas y dientes, sin importar qué tuviera que hacer o cuántas veces tuviera que superarse a sí mismo para lograrlo; de esa forma había conseguido ser la persona que más durase en el puesto y Jonathan no parecía aburrirse de él en ningún momento. Se decía a sí mismo que hacía eso para no ser uno de los repudiados y que su esfuerzo no tenía nada que ver con Jonathan, por el cual, se trataba de autoconvencer, ya no sentía nada.

«Lo de Jonathan sólo fue una confusión de sentimientos causada por la admiración que le tenía y mi propia ingenuidad de aquel momento». Le intentaba dar una explicación al pasado. «Pero ahora soy igual a él o incluso mejor. Así es, hago todo esto porque quiero y puedo, para demostrar que no hay nadie que llegue a mi altura».

Fran miraba su reflejo en el espejo y tocaba el frío vidrio con la yema de sus dedos pálidos. Su aspecto también había variado a lo largo de aquellos dos años.
Había pasado de ser un chico débil y flaco a desarrollar un cuerpo, no musculoso, pero sí resistente y atlético. Se había rapado media cabeza y puesto mechas castañas en su lacio pelo rubio, a escondidas de sus padres. Y no fue lo único que hizo sin permiso, también se hizo piercings en la lengua, nariz, orejas y ceja, se hizo una dilatación en el lóbulo izquierdo y un tatuaje negro a base de líneas, de unas alas de demonio, en la espalda.
En todas esas ocasiones fue castigado por sus padres sin permitirle salir de su habitación, pero a él no le importó y durante cada uno de sus castigos se escapó de casa para irse con sus colegas. Sus padres estaban muy preocupados por su comportamiento tan problemático, hacía dos años que ya no sabían qué hacer para controlarlo, todo era en vano. Casi fue un golpe de suerte que consiguiera graduarse de la secundaria, pero ahora estaba repitiendo primer año de bachillerato por culpa de sus malas calificaciones y sus faltas de asistencia. Era un contraste que había sorprendido a sus progenitores, porque siempre había sido muy bueno y estudioso, de hecho, incluso los profesores le decían que era un niño muy inteligente que estaba desperdiciándose al estar con las personas equivocadas. Sus padres varias veces habían intentado prohibirle volver a ver a aquellos que lo estaban echando a perder, pero se formaba una gran discusión que terminaba con Fran escapándose de casa por varios días o poniéndose agresivo, aunque, por suerte, nunca llegó a agredirlos. Los pobres estaban desesperados y asustados, pero a Fran no le importaba y se escudaba en pensar que era culpa de ellos por meterse en su vida y en donde no les llaman.

Dejó de mirarse al espejo y fue a su armario para vestirse. Una camiseta de manga corta negra, unos vaqueros intencionalmente rotos y sus deportivas rojas.
Había varias razones por las que era una mala idea salir, como, por ejemplo, que a la mañana siguiente tenía que ir al instituto y que estaba castigado. Pero había una razón, y sólo una razón, por la cual el resto de razones le dejaban de importar. Había una fiesta y todo el grupo iba a asistir.
Fran cogió su móvil a medio cargar y un paquete de tabaco, que tenía escondido para que sus padres no lo tiraran a la basura, y salió sigilosamente de la casa. Una vez fuera puso rumbo a un antro de mala muerte, allí se encontró con Jonathan y el resto, que lo esperaban con impaciencia.

Llegas tarde, ¿Qué te ha pasado? ¿Has tenido problemas con tus papis?.— Preguntó Jonathan mal intencionadamente, con un tono de voz burlón y sarcástico que fue apoyado por las carcajadas que salían de boca de los demás.

No, yo soy tu papi y tú tienes problemas conmigo. Como soy la autoridad puedo llegar cuando me salga de los cojones.

Jonathan se rió divertido por el comentario de su "mejor amigo", pero aquellos que también quisieron reírse fueron callados al instante por la fulminante mirada azul del líder. Sólo estaba permitido reírse de lo que él decía.
Después, el chico de desordenados cabellos azabache volvió a ver a su mano derecha.

Bien, papi, pues esta noche vamos a portarnos muy mal.

Dicho esto, pasó su brazo por los hombros de Fran, quien era una cabeza más bajo, dirigiéndole una mirada cómplice, y todos juntos entraron al local.

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