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Nuestro mundo es acechado por bestias con poderes y formas aterradoras, a las cuales les decimos demonios. Para poder protegernos de ellos, creamos armas y técnicas de combate. A aquellos que las utilizan los llamamos cazadores y son entrenados desde muy pequeños en una academia. Allí, son aislados del mundo hasta finalizar su entrenamiento y educación.

Mi nombre es Alexia, desde que tengo memoria me dijeron que mis padres habían muerto y crecí en un orfanato muy pobre. Allí, por lo que escuché detrás de las finas paredes, no llegaban fondos del estado muy a menudo. Y la estrategia de las "monjas" encargadas, era deshacerse de los niños para que las provisiones alcancen. A veces los vendían a personas adineradas que no contaban con los permisos suficientes para adoptar niños. Luego, si alguien enfermaba, lo aislaban y lo dejaban morir. Aunque muchos niños enfermaban por la mala alimentación y porque éramos obligados a hacer tareas forzadas en muchos casos. Era aterrador pensar que crecí allí, pues los que mantenían el orfanato eran los mismos huérfanos.  Cuando empecé a tomar conciencia de lo que sucedía a mi alrededor, sentí mucha impotencia. Quería matar a aquellas mujeres, pero sabía que era muy débil. Así fue como amigué con un chico llamado Shura, él notó cómo miraba a las encargadas y habló conmigo. Me dijo que no hiciera ninguna tontería, él era dos años mayor que yo y me enseñó cómo podía ayudar a los demás niños sin meterme en problemas. Entonces llegó otro niño, era de la misma estatura que yo, su cabello era negro y estaba bastante largo. Su mirada era alegre e inocente a pesar de que sus padres ya no estaban con él, sus ojos eran grises. Desde el principio, sin importar lo que le dijeran, advertencias o castigos, era inquieto y travieso. Tenía la manía de hacerle la contra a las encargadas, lo cual me alegraba, pues las molestaba mucho. El problema, es que por haber estado allí el tiempo suficiente, sabía que en algún momento buscarían la forma de deshacerse de él.
Durante unas semanas, se subía al techo del orfanato, se paraba a observar desde algunos lugares y luego lo seguía recorriendo. Cuando las monjas se dieron cuenta, no le advirtieron sino hasta esperar que estuviera en el borde. Entonces le gritaron, él se asustó y perdió el equilibrio. Por suerte, yo también estaba allí, subí al techo porque me percaté que ellas ya lo habían visto y no le dijeron nada. Lo seguí y cuando resbaló atrapé su mano derecha antes de que caiga. Con todas mi fuerzas lo ayude a subir y bajamos juntos.
Al bajar, nos castigaron por jugar en el techo del orfanato. Nos enviaron al bosque a buscar frutos secos de árboles que obviamente no estaban allí. Los niños más grandes nos miraban con pena, pero quien me sorprendió fue ese niño. Desde que lo salvé no dijo ninguna palabra y su rostro estaba serio.
Cuando entramos al bosque, le pregunté por enésima vez si estaba bien. Él contestó - lo siento. - Y noté que una lágrima se resbalaba por su mejilla.
- Tranquilo - le dije - no fue tu culpa, saldremos de esta vivos, conozco sus trucos. - Él se fregó los ojos para quitarse las lágrimas. Luego me miró.
  - Tienes razón, - dijo enérgico - gracias por salvarme, espero que seamos buenos amigos - me tendió su mano izquierda.
Nunca había tenido un amigo hasta entonces, yo hablaba poco y los demás niños también me hablaban poco. Extendí mi brazo derecho y tomé su mano. - Sí - le sonreí - oh, mi nombre es Alexia ¿Y el tuyo?
  - Soy Kiriel. - dijo y caminamos por el bosque de la mano...
Como le dije, volvimos vivos, pero con las manos vacías. Esperamos a que oscureciera y nos colamos en la cocina. Allí les dijimos a los niños más grandes que no conseguimos nada. Ellos nos dijeron que no nos preocupáramos, que nos portemos bien y que vallamos a dormir.

Un día, llegaron  cazadores y le ofrecieron oro más muchas provisiones a las monjas encargadas del orfanato. A cambio, querían llevarse a algunos niños que tuvieran potencial para cazadores. Las monjas no dudaron en aceptar el intercambio y pronto nos llamaron a todos y nos pusieron en fila. En ese momento tenía un poco de miedo de lo que pudiera pasar, pero mi amigo Kiriel tomó mi mano muy fuerte y me dijo - no te preocupes, pase lo que pase estaré contigo. - Sus palabras no eran las más alentadoras, aún pensaba que podríamos morir. Pero también, me ponía triste que él hiciera alguna estupidez y le pasara algo. Pero no lo permitiría, apreté más su mano, y pensé que incluso si nuestro destino era morir lo protegería hasta el final.
Los cazadores eligieron llevarse a Shura, a Kiriel y a mí también. Aunque desde esa vez, no he vuelto a hablar con el niño de rostro angelical y cabello blanco como la nieve. Pero decidí conservar aquel objetivo de proteger a los demás.

El Florecer De Las LlamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora