Episodio V - Capítulo 2

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El oficial rebelde estaba más que confuso. Los contrabandistas no tenían ninguna relación aparente entre ellos. Los dos primeros eran discretos y profesionales, la twi'lek en cambio dirigía la banda empleando su potencial sexual. Los tres operaban en sistemas diferentes y con medios diferentes. El trandoshano usaba la ley imperial en su favor, el bothan la violencia extrema, los talusianos, la extorsión y el chantaje... No sabía por dónde empezar, entonces se le ocurrió consultar con el general Solo. Al fin y al cabo, fue su oficio con anterioridad a sus actuales funciones.

—¿Quién es Han? —se escuchó una voz femenina de fondo según se activó el holograma del antiguo contrabandista.

—Disculpe que le moleste general. Soy el capitán Xar y estoy realizando una investigación en nombre del general Rieekan.

—Sí, sí,... seguro. ¿Puede transmitir su identificación de la Alianza?

—Por supuesto señor.

Tras unos segundos y una mueca de contrariedad del general Solo, tuvo que aceptar que las credenciales eran correctas.

—Está bien capitán ¿A qué debo el honor?

—Necesito infiltrarme en el mundo del transporte interplanetario ilícito para investigar unos asesinatos.

—Le costaría años de servicio el que llegaran a confiar en usted. Sin un buen padrino ni siquiera le hablaran.

—Supongamos que no tengo tanto tiempo y que me hiciera pasar por un cliente.

—Bueno, hace tiempo que no estoy en el negocio pero, verá, los clientes no tratan nunca con los «transportistas». Siempre mandan a algún «representante» y, depende de la confianza que inspire, del precio y la necesidad, si se descubre o no un proveedor.

—¿Podría recomendarme algún lugar donde encontrar uno de esos proveedores?

—El Sector Hutt sin duda, pero no vaya a Tatooine, sería demasiado evidente.

Vaya a Nar Shaddaa y tenga mucho cuidado.

—¿Algún lugar en particular que visitar?

—Oiga, ¿seguro que esto no le viene un poco grande? —desconfió ante la pregunta del oficial—. Siga su olfato. Olerá a iones recién disparados y será algún lugar donde nunca le gustaría que fueran sus hijos.

—Está bien. Muchas gracias por su colaboración señor.

—Buena suerte capitán.


Era conveniente realizar de vez en cuando algunos encargos sin importancia para desviar sospechas. Había que tener contentos a los «comerciantes» de la ciudad vertical si quería que siguieran dándole trabajos de los cuales obtener información.

Cuando empezó en estas tareas, era Vader quien decidía en que envíos había que intervenir y en cuáles no. Desde su muerte, ella era su propia jefa. Los restos de su compañía permanecían en el crucero con el ejército droide y rara vez la acompañaban a tierra. Solamente Jezerk había bajado un par de veces acompañándola fingiendo ser su hermano cuando la cosa se puso peligrosa.

Lo cierto era que gozaba de buena fama como transportista segura entre los traficantes ilegales... El hecho de que la mayoría de estos criminales fuesen de género masculino unido a sus evidentes encantos la habían elevado rápidamente a una posición de cierto privilegio. La pequeña Senna siempre entregaba sus paquetes y eso era algo que sabían incluso los jefes hutt.

Acababa de llegar de entregar un cargamento de raíces chak en espacio abierto a unos bandidos nemoidianos. El imperio había perdido unos cuantos cientos de miles de créditos en impuestos pero no afectarían al curso de la guerra y, Goppa Hutt había sacado una substanciosa suma que la mantendría bajo su protección una temporada.

Bajando ligeramente la cremallera de su mono de vuelo, lo suficiente para mostrar la parte superior de su top deportivo rojo, descendió a la plataforma seguida por el monótono golpeteo de los pies metálicos de su droide personal de escolta. No podría dormir ni un segundo en aquel planeta sin esa máquina velando por ella día y noche.

Un evocii, visiblemente demacrado y maltratado, se acercó a ella para hablarle tras una reverencia.

—Mi amo F'Tyeren desea saber si estáis libre para realizar un encargo. Os he estado buscando todo el día por toda la ciudad hasta que alguien me dijo que os esperara aquí.

—Dile a tu señor que estoy agotada y que no aceptaré trabajo antes de descansar 24 horas o más.

—Mi señora —tembló la voz del esclavo mutante—. Se enojará si no le vais a ver por lo menos mañana por la mañana.

La joven miró compasiva a la suplicante criatura. Sabía que lo azotarían si era portador de malas noticias. F'Tyeren era un traficante de armas toydariano sin más sentimientos que su amor por el dinero. Le iba a tratar mal igual pero al menos quizás así no le golpearía.

—Está bien. Dile a tu amo que iré a verle mañana.

El esclavo se inclinó sin incorporarse hasta que la joven pasó de largo sin atreverse siquiera a mirarle a los ojos.

La Esperanza Imperial. Episodio V: LealtadesWhere stories live. Discover now