Episodio V - Capítulo 4

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La primera entrega transcurrió sin novedad. El toydariano le hizo entrega del primer pago. Con tanto dinero en el bolsillo no pudo resistirse a subir al nivel superior a intentar divertirse un poco. Hacía mucho tiempo que no se ponía un vestido y, en verdad que ya lo necesitaba. Se contempló en el espejo. Algo había cambiado en su interior.

Parecía otra mujer. Tanto que sintió necesidad de pasar las yemas de sus dedos por sus mejillas casi sorprendida. Con aquel vestido blanco de hombros descubiertos nadie diría que fuese capaz de matar a sangre fría. Abrazaban sus muñecas sendas pulseras plateadas muy elaboradas y un brazalete en espiral se enrollaba en torno a su bíceps derecho desnudo.

—¿Crees que estoy guapa, 53? —le preguntó al droide de muy buen humor.

—Esa no es una orden computable señora.

—No supongo que no —aceptó mientras se abrochaba un complejo collar de varias cadenas entrelazadas con piedras rojas engarzadas— pero la próxima vez que te pregunte algo parecido dime que sí.

—Como desee señora.

—No me ponía este vestido desde que bailaba en las fiestas de etiqueta de Aylli. Tenía el pelo largo entonces —se acarició los cabellos.

Se volvió hacia el droide y le abrazó como si fuera a bailar con él. La máquina permaneció inmóvil impasible.

—Vámonos 53 —le pidió sintiendo un agudo ataque de nostalgia—. Quiero pasarlo bien esta noche.

En Nar-Shaddaa, todo tenía un precio. La Alianza le había proporcionado un buen presupuesto para su tapadera pero no le había costado nada averiguar quien trabajaba para el toydariano. Simplemente vigiló el almacén y siguió la carga hasta la nave. La primera vez que vio a Eysenna se sorprendió mucho. No le pegaba a una chica tan mona estar metida en asuntos tan turbios con gente tan poco recomendable.

Hizo algunas preguntas aquí y allá pero no sacó demasiado. Gozaba de buena reputación como contrabandista y no se le conocían más escándalos que un tiroteo con otro delincuente resentido de que se llevase sus antiguos contratos. Debía de tener un hermano pero casi no venía por la Ciudad Vertical.

«La tumba de Jabba» era el local más elegante de la ciudad. En él no se permitían armas ni droides de ningún tipo. Los camareros eran todos seres vivos. Tener un esclavo vivo sirviéndote es mucho más prestigioso que una máquina que puede comprar cualquiera.

Era parte de la tapadera pasar muchas horas allí tomando el pulso a los negocios del satélite. Se sorprendió realmente al verla entregar su capa a la entrada. Permanecía en pie frente a la escalinata de mármol para bajar al gran salón. Aquel local era como un palacio.

—¿Su primera visita a «La Tumba»? —se le aproximó Lorren con una mezcla de curiosidad y atracción física.

—Sí. Esperaba algo menos luminoso...

—Más como una tumba.

—Sí —respondió con una sonrisa—. Es casi tan bonito como el palacio de Theed.

—Ajá. ¿Así que viene de Naboo?

—No. Hace años que no voy por casa.

—Me llamo Lorren —le tendió el brazo galantemente para ayudarla a bajar—. ¿Me hace el honor?

Eysenna contuvo una carcajada. No esperaba de ningún modo un comportamiento galante en la Luna de los Contrabandistas. Sin embargo lo aceptó halagada mientras con la otra mano recogía un poco el vestido para no pisarlo al bajar los escalones.

—Le diré un secreto. Yo nací en Keren.

Se sentaron juntos en un cómodo diván. Tan pronto como lo hicieron un esclavo se arrojó a sus pies a recoger sus bebidas.

—¿Por qué has venido a recibirme a la entrada? —le interrogó ella fingiendo suspicacia.

—Parecías perdida.

—¡Claro! Y no puedes evitar ayudar a todo el que entra.

—Es que eras la persona más interesante de todo el local.

—Me gusta la gente sincera —se acodó en el respaldo sonriéndole.

—Entonces tendré que confesarte que eres la mujer más hermosa que he visto nunca.

—Me parece que me quieres engatusar. En Nar Shaddaa no puedes fiarte de nadie.

—Tienes razón, quiero engatusarte... y luego meterte en mi bolsillo y llevarte a todas partes conmigo.

—A lo mejor me dejo —sonrió seductora apurando un trago del brebaje verde claro que le acababan de traer— o a lo mejor no.

—Puedo dedicar toda la noche a convencerte.

—Y yo a no dejarme.

—¿Comprometida?

—No, ya no —mudó su expresión al responder con tristeza—. Murió... en la guerra.

—Lo lamento —se disculpó conteniendo sus ansias por saber más sobre el difunto.

Sabía que no debía preguntar sobre el bando. Para el hampa no había diferencias entre los contendientes y podía descubrirse sin querer por exceso de curiosidad.

—Bueno, ¿qué negocios traen a tan bella flor a «La Tumba»?

—¿Negocios? No, ninguno —volvió a sonreír— solo vengo a pasarlo bien. He tenido una buena racha y quería disfrutar un poco.

—¿Me permites que te invite a cenar para celebrarlo?

La joven asintió muy complacida. Lorren le parecía especialmente atento y además, era bastante guapo.

—Pero para que te invite tendrás que poner algo de tu parte. Tendrás que decirme tu nombre.

—Eysenna.

—Uno de los nombres más bonitos de nuestro planeta.

Pasaron toda la noche juntos hablando y riendo, bailó con él e incluso se dejó besar pero como si de un cuento se tratase, para cuando se dio cuenta estaba sola con su droide en su habitación dándole vueltas a la cabeza y preguntándose si de verdad le apetecía acostarse con él la próxima vez que le viera.

El segundo viaje fue pan comido. Resultaba muy fácil cuando conocías todos los procedimientos y patrullas del planeta. Recibieron la mercancía las mismas personas con los mismos vehículos aunque en una región completamente diferente. Cuando regresó volvió a «La Tumba». Allí se volvieron a encontrar, parecía que al fin iba a lograr rehacer su vida.

La Esperanza Imperial. Episodio V: LealtadesWhere stories live. Discover now