Stay Dogs
Llovía a cantaros, las luces de la vida nocturna se reflejaban en los charcos, y ellos, en el callejón, respiraban tranquilamente, no podían moverse, la pelea los había dejado exhaustos. Bakugo sonrió y empezó a reír, aunque cada bocanada de aire necesaria lo hacía temblar de dolor. Shigaraki volteó a verle, la risa de Bakugo estaba llena de vida, melodiosa, triunfal, su orgullo estaba herido, pero parecía haber disfrutado la experiencia.
—No te rías, es estúpido —bufó Shigaraki.
—Esos hijos de perra lo van a pagar —aseguró— fue divertido, ver sus caras de terror.
—Quizás —Shigaraki intentó levantarse, sus nudillos estaban hechos trizas, y su ropa rasgada, empapada por la lluvia, se sentía asquerosa contra todas sus heridas, si se infectaba sería molesto— si hay una siguiente, es la última —la ira en sus ojos brillaba más que las luces neón del prostíbulo que se encontraba a menos de una cuadra; Bakugo dejó de reír, pero sonrió, asintiendo ligeramente. A la siguiente esos imbéciles estarían muertos.
Ser un perro callejero no era tan malo ahora que tenía con quien morder. Por fin, Bakugo se levantó por completo, tu costado estaba claramente sangrando, y su pierna izquierda a duras penas se apoyaba en el suelo.
—Mierda, creo que me rompieron algo.
Shigaraki pareció cambiar de expresión, yendo de furioso y sereno a sorprendido, preocupado. Era su deber como perro callejero lamer las heridas de su compañero, ¿no? —Te conseguiré un doctor, vámonos.
—No necesito un maldito doctor.
—Y yo no necesito un inútil herido, cállate.
Bakugo permitió que Shigaraki le prestara su hombro, aún podía moverse y caminar pese al cansancio. Shigaraki observó a su compañero, que había quedado en mucho peores condiciones, todo porque se había lanzado al peligro, a morder imprudentemente, pero debía admitir que tenía demasiadas agallas para su propio bien. "No necesito que me protejas", susurró Shigaraki. "No necesito que me estorbes", gruñó Bakugo en respuesta. Ninguno dijo nada mientras avanzaban en medio de la lluvia. La gente que pasaba con sus paraguas los juzgaba y huían prontamente cuando alguna luz de algún local iluminaba sus heridas.
—¿Qué hacen aquí, malditos? —escupió Bakugo apenas dos figuras bloquearon su camino.
Dabi y Todoroki, sosteniendo dos paraguas tan negros como sus abrigos; esos yakuzas de mierda que Bakugo y Shiragaki siempre tenían encima jodiendo, pidiendo cosas, amenazándolos para irse a manchar las manos por una paga miserable, digna para perros callejeros, dicho en la palabra de esos adinerados bastardos.
Todoroki fumaba mientras que Dabi parecía más satisfecho que nunca.
—¿Cómo les fue? —preguntó Dabi, con un deje de burla.
—Muévete de mi camino, no tengo ganas de ver tu cara —respondió Shigaraki, sus ojos nuevamente estaban encendidos con odio, un odio que ardía sin fin desde hace años por el maldito hombre y sus ojos azules; en general odiaba a los hermanos Todoroki.
—Mi pobre Katsuki, estás destrozado —dijo Shouto con voz melodiosa, ¿era burla? ¿Era en serio? Jamás se podía saber con él; avanzó hacia Bakugo, le sostuvo del rostro para obligarle a verle directo a los ojos, sonrió, y Bakugo solo bufó, antes de quejarse con dolor, pues Todoroki estaba ejerciendo presión en la herida en su labio partido, "hermoso", parecieron decir sus labios, pero solo había gesticulado, ninguna voz brotó entre el sonido de la intensa lluvia.
—No lo toques.
—Los perros callejeros nunca cambian —Dabi sonrió— ¿Y bien?
—Nos encargamos, es obvio, ahora muévanse.
—Trata bien las heridas de Katsuki, Tomura, no quisiera que mi perro favorito muera por algo tan estúpido.
—Ustedes deberían morir —gruñó Bakugo.
Dabi entregó a Shigaraki un sobre grueso, este lo aceptó y siguió su camino, así fue durante varias calles hasta que por fin llegaron a un edificio viejo, un edificio que estaría en la categoría de mala muerte, haciéndose escuchar gritos y peleas, pero eso a Shigaraki importó muy poco mientras ayudaba a Bakugo a subir las escaleras, hasta que llegaron al cuartucho en donde vivían. Nada estaba diferente, nadie se atrevería a robarles y poco tendrían que robar, ese lugar solo tenía una estufa vieja, un refrigerador pequeño, una gran cama, y en el baño apenas un par de cosas. No era mucho, pero era lo que tenían. Shigaraki llevó a Bakugo al baño, donde abrió la regadera, este pronto se quejó pues el primer chorro salió helado, pero pronto pudo entibiarse. Luego, dejó el sobre y lo demás fuera, para entrar con Bakugo a la regadera. Poco a poco se dedicó a lavar a Bakugo, sus heridas, quitar las costras de sangre... El agua pasó de caer roja a caer transparente una vez más.
—Duele —murmuró Bakugo.
—Lo sé —Shigaraki ahora enjuagaba su cabello, parecía acariciaron con ternura mientras lo peinaba hacia atrás; Bakugo no se resistía, sino que cerraba los ojos gozando del gesto afectuoso que solo podría recibir cuando ambos se encontraban a solas.
—Lo siento.
—Me protegiste, eso es todo —Shigaraki veía el dolor y la culpa en el rostro de Bakugo, tenía 19 años ya, y aún así se veía pequeño, indefenso, en esos momentos era más vulnerable que nunca— yo debí protegerte... voy a hacerles pagar, te lo dije, voy a vengarme de esos hijos de puta.
Bakugo sonrió y se acercó para besarlo, era un beso, simple, puro, un roce de labios tan suave que Shigaraki creyó que ya no necesitaría los analgésicos. El beso no hizo sino aumentar su ira, su rencor, pues ese perro callejero, su compañero, su Bakugo, era tan preciado que no podría perdonar jamás a quien le dañase, aún si eso era parte del trabajo. La dulzura se mezclaba con el veneno, era perfecto.
—No lo harás solo, estaré ahí.
Shigaraki juntó su frente empapada con la de Bakugo.
—Primero asegúrate de sanar, idiota —le susurró— no sé que haría si te pierdo.
—No moriré tan fácilmente —susurró en complicidad Bakugo.
Ambos se abrazaron, sin miedo al tabú de ser dos chicos desnudos, pues no había perversión, solo el deseo de ser sanados por el otro, festejar el estar juntos, aliviar sus penas, compartir la carga, el odio, la felicidad, la amargura... la vida.
Cuando Bakugo por fin estuvo en cama arropado, Shigaraki se metió en la cama a su lado y lo abrazó.
—Mañana vendrá el doctor, ya lo llamé, y consiguió un cargamento de medicina nuevo, no será problema.
—Estoy bien.
—Cállate y déjame hacer mi trabajo.
Bakugo se abrazó de Shigaraki.
—No es tan malo ser un perro callejero.
—Es una mierda.
—Contigo es soportable.
Shigaraki besó la mejilla de Bakugo y luego su frente.
—El día en que mueras, te seguiré, este mundo no es más que mierda sin ti.
—Entonces, si mueres, yo te seguiré también.
Y ambos, perros callejeros, escoria de la suciedad, mandaderos de yakuzas, sabían que el otro debía la verdad, pues despreciaban el mundo que los había arrojado a la basura. Ellos eran su pequeño respiro, algo por lo cual alegrarse tras sobrevivir una paliza.
Apagaron las luces y pronto se quedaron dormidos.
No había necesidad de decirse buenas noches, o decir algo en lo absoluto. Poder dormir sin miedo y al lado del otro era su forma de decir "Te amo".
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Bakubowl drabbles [All x Bakugo]
FanfictionSerie de drabbles multi-shit de todos x Bakugo.