-Ta' re linda la capillita- el argentino comenta revisando el lugar con la mirada-. ¿Pero pa' qué tanto? Si acá estás solo.
-No te creas, Martín- dice y le guiña un ojo.
-Pero yo no te la puedo creer- Martín se hace el sorprendido, mientras se acerca a Berlín-. ¿Y qué tanto hacés cuando yo no estoy? A ver, contame. Dale.
Andrés se dio vuelta para colocar música en el salón.
Luego se acercó a su acompañante, para poder rodear su cuello con sus manos.
-¿Quieres que mejor te diga lo que voy a hacer ahora que estoy contigo?- Andrés susurra en el oído ajeno, con una voz ronca y suave.
De Fonollosa se movía tan cerca de Martín que sus entrepiernas rozaban. Palermo, con sus ojitos cerrados disfrutaba de la compañía del hombre de su vida.
Bailaban lento al ritmo de la música, hasta que esta se detuvo.
-Esperame que la pongo de vuelta- dice Martín apresurado, queriendo volver a tocar la piel de Andrés.
Pero éste tomó su mano y lo atrajo hacia a él, impidiéndoselo.
-No necesitamos música para rozarnos- Berlín empieza a besar lentamente las mejillas de Palermo y aprovecha para tomar su cintura para acariciarla.
Martín se sentía volando, los labios de Andrés en su piel eran algo inexplicable.
El argentino no pudo aguantárselo más, tomó las mejillas de de Fonollosa y lo besó tan apasionadamente como siempre había querido.
Su primer beso entre ambos, el mejor, pero no el último.
Tomó la camisa de Andrés y desabrochó todos sus botones, e hizo lo mismo con la suya.
Berlín se recostó en la cama, que solo era un colchón en el piso. Se mordía el labio viendo el físico de Martín, que ahora estaba quitándose el pantalón.
Palermo se acercaba despacio a su amante, sonriéndole.
Al estar encima de él, de nuevo, lo besó una vez más. Berlín aprovechó y tomó el miembro del argentino para masturbarlo sobre el bóxer que llevaba.
Martín gemía en los labios de Andrés.
Rápidamente, Palermo se posicionó arriba de de Fonollosa, sintiendo así la erección de Berlín entre sus posaderas.
-Ahora se viene lo bueno- le dice a Andrés sonriendo.