Capítulo XXVI

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—Emma, Emma...

Abro los ojos, pestañeando varias veces hasta que me encuentro con el rostro de Grey. Pero eso no es lo que me sorprende. Mi cabeza está en su pecho y nuestras piernas entrelazadas.

¿Qué pasó ayer?

Ignoro a Grey, volviendo a cerrar los ojos por el cansancio que siento.

—Emma, tienes que levantarte. —Escucho que susurra.

Lo ignoro, buscando la sábana ciegamente. Cuando la encuentro la coloco sobre mí, acurrucándome en el caliente pecho de Grey. No puedo evitarlo, hace un frío de mil demonios.

—Has estado tosiendo toda la noche, Emma. Tienes que levantarte.

Gruño y me siento de golpe, de lo cual me arrepiento segundos después ya que mi cabeza inicia a palpitar.

—Rayos. —Gruño masajeando mis sienes. Respiro hondo y levanto la mirada para mirar mas allá de Grey.

La ventana.

La ventana que muestra la noche.

—¡Es temprano...! —Me interrumpo ya que inicio a toser.

Rayos.

—Para ser más específicos, son las cinco de la mañana. —Me corrige sentándose—. Has estado tosiendo sin parar, Emma. Creo que es por tu asma...

—Yo sólo sé que quiero dormir. —Me quejo intentando acostarme pero él me lo impide tomándome del brazo.

—¿Qué sientes?

—Nada. —Miento.

—Estás enferma. —Dice suspirando—. Voy a ponerte el nebulizador, ¿vale?

—No. —Gruño intentando mantener mis ojos abiertos.

—No te lances por la ventana, ¿eh? —Me señala con una sonrisa juguetona antes de salir de la habitación.

—Cómo si pudiera. —Murmuro lanzándome hacia adelante. Suspiro con mi rostro hundido en la cama.

Sólo quiero dormir.

—Acá está. —Escucho la voz de Grey cerca—. Levántate, Emma.

Mo liero. —Respondo sin quitar mi rostro del colchón.

—¿Qué?

Mo liero. —Repito. ¿Está sordo o qué?

—¿Podrías quitar tu rostro de la cama?

Yo me siento, luchando contra una sonrisa. El día en el que se drogó estuvimos en esta misma situación, pero al revés.

—No quiero. —Respondo restregando mis ojos mientras bufo.

—Pero tienes qué. —Siento que la cama se hunde así que quito mis manos de mi rostro para observarle—. Acuéstate.

—Joder, no, dejame dormir...

—No fue una pregunta.

Yo gruño, pero obedezco.

Sé que es asma. Estas noches de asma son normales en mí. Pero... ¿Por qué tiene un nebulizador?

Cuando me coloco el nebulizador con ayuda de Grey, le digo que se vaya ya que odio que me vean nebulizandome.

Cuando se marcha, me quedo observando el techo mientras respiro la medicina que me brinda la mascarilla.

¿Qué rayos estoy haciendo? Está mal. Muy mal.

Está siendo amable, pero nunca perdonaré lo que ha hecho.

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