Supéralo ¡! Terminada

Epílogo

Joel se había comunicado con su amigo veterinario, Richard, después de encontrar el pequeño cadáver fuera de su habitación, para preguntarle sobre donde podía llevarlo.

A la mañana siguiente, él y Erick se dirigieron a la perrera donde dejaron a T'achala, y más tarde a la veterinaria del moreno.

—Esperame aquí, precioso— deja un besito en su frente, antes de entrar a la "oficina".

—Joel, lo siento muchísimo— abraza con fuerza su cuerpo el doctor.

—No hagas eso, o llorare de nuevo— murmura alejándose.

—Bueno, cuéntame ¿Cómo pasó? Dices que alguien lo envenenó—

—Busque en internet, y los síntomas coincidían con los de envenenamiento— susurra jugando con sus manos.

Durante unos pequeños minutos, le explica todo lo que estuvo sucediendo.

—Las posibilidades de que alguien le pudiera dar el veneno fácilmente son nulas, porque tú le dabas de comer siempre— mueve su bolígrafo sobre sus hojas.

—Solo lo alimentaba yo y en una ocasión mi novio—

—La persona que lo hizo fue muy astuta, para poder plantar eso en la comida del perro, y también para ponerle vidrio molido— afirma mirándolo.

—¿Vidrio molido?—

—No es el primer caso, y dado a lo que me has dicho cumple con todos los aspectos. Los pequeños trozos del vidrios rompen todo lo existente dentro del cuerpo de un ser vivo, por eso la hemorragia tan frecuente— suspira negando con la cabeza.

—Va a sonar estúpido, pero ¿El vidrio molido es algo así como diamantina plateada?— traga saliva con rudeza.

—Algo así, ¿Por qué?—

—Porque hace un momento, a Erick se le cayó esto de su chaqueta— muestra la bolsita.

—Por dios— abre los ojos con pánico, al verlo salir con prisa del consultorio.

—¡Maldito hijo de perra, no quiero volver a verte nunca!— grita el rizado por el pequeño establecimiento, con odio hacia el ojiverde.