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Si había algo que ocupara el pensamiento de Minho todo el tiempo, era Christopher Bang. El felino pasaba horas pensando en él, días y noches enteras, tan solo intentando adivinar si sus dorados rizos eran tan sedosos al tacto como a la vista. Intentando adivinar si sus manos serían tan suaves y cálidas como creía recordar. O si, al verlo a él, sus ojos celestes tendrían la misma chispa que aquel día que tuvieron la suerte y al mismo tiempo la desgracia de cruzar sus caminos.

Él anhelaba de todo corazón tener la atención del joven australiano en su ser tan solo una vez más. Que lo observara con adoración, acariciara su rostro y cabeza con delicadeza y le hablara de forma empalagosa, diciéndole lo lindo que es ante sus ojos. Pero por más que quisiera, por más que hubiera intentado ya de mil y un maneras, nada parecía ser lo suficiente para atraer su atención. Ni sus maullidos, quejidos, ronroneos o gritillos eran suficientes para que el chico se diera cuenta de sus persistentes intentos por volver a acercarse a él durante tanto tiempo.

Y así era como justo se encontraba acechando a sus próximas víctimas, unos pichones que por altaneros terminarían siendo su cena para esa noche. Hacer aquello lo distraía en su espera por la llegada de su amado, disminuyendo su impaciencia y sus ansias por verlo llegar a su casa. No estaba seguro de a dónde iba todas las mañanas, pero tampoco se permitía a sí mismo ir. Sólo sabía que a dónde fuera que asistiera, también iba un chico menudito, de cabellos negros y sonrisa metálica, con unos hoyitos en sus mejillas y ojos como los de un zorrito. No lograba recordar si se llamaba Johnny... Jongmin, bueno, ralmente le daba igual su nombre o cualquier cosa acerca de este. La única razón por la cual se interesaba en él era por la cercanía que tenía con su amor platónico. Ambos parecían tener una excelente relación, pues pasaban mucho tiempo juntos en casa del rubio, aunque no estaba muy seguro de que era lo que tanto hacian con un montón de libros y papeles.

Volviendo a lo que hacía Min, después de varios intentos y por lo menos una hora de intentarlo terminó con las manos (o más bien patas) vacías, pues lo pichones eran más rápidos de lo que pensaba, pero aún así los seguía considerando unos incompetentes. Al no tener nada más interesante para hacer durante su espera se sentó sobre una llanta vieja para asear su pelaje de color grisáceo con su propia lengua como cualquiera de su especie haría normalmente, después de todo debía lucir presentable y reluciente si es que está vez el pálido le prestaba atención. Justo mientras estaba terminando de asearse el rechinar de la rejilla del jardín le avisó que alguien se aproximaba, y para su grata sorpresa se trataba de aquel al que esperaba.

A pesar de sus inmensas ganas de ir con él y restregarse en sus piernas como bienvenida, Minho solo lo observó entrar a su hogar y gracias a una ventana fue capáz de ver cómo era dulcemente recibido por la señora Bang. Él también deseaba tener un par de largos brazos para poder rodear a su rubio con ellos, y unos labios para poder besar sus mejillas y toda su carita una y otra vez. Deseaba poseer una voz propia para decirle cuánto lo había extrañado, cuanto lo amaba y cuánto anhelaba su atención, cuánto necesitaba de su cariño. Pero las cosas no podían ser así. Él era un simple gato callejero, mientras que Chris era un chico humano, por lo que un romance entre ellos sería imposible, pero aún así Minho no perdía la esperanza de que algún día aquello pudiera suceder.



631 palabras. ♡

The bold cat who fell in love - Banginho/ChankowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora