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Minho siempre había sido un gato muy travieso, y aunque no hacía las cosas con malicia o con intención de perjudicar a alguien, a veces estas no eran nada divertidas y causaban problemas a otra personas, pero sobre todo a los Bang, aunque ellos no estaban enterados de que el autor de todas aquellas travesuras era el minino. Estas iban desde rasgar las puertas con sus uñas con el fin de afilarlas, pisotear e incluso comerse un par de flores que la señora Bang cultivaba en su jardín, hacer hoyitos en la tierra causando tropiezos por parte de quien tuviera la desgracia de caminar por ahí e incluso en una ocasión se sintió tan pero tan celoso del pececito dorado de Chris que el único remedio que encontró para pasarse el enfado fue comérselo mientras la familia estaba de paseo fuera de casa.

Aquel sábado por la mañana Minho seguía en la misma situación que antes, esperando el momento adecuado para montar algún numerito o hacer alguna travesura que llamara la atención del mayor. Mientras se planteaba nuevas estrategias, una idea muy, pero muy loca llegó a su cabeza. Tal vez... Si fuera un chico humano, sin orejas ni cola, sería mucho más fácil tener su atención. Incluso podrían llegar a tener un romance como aquellos que aparecían en las telenovelas que veía la señora Bang, o también como los que aparecían en los doramas que observaba la hermana menor del rubio, pero era obvio que eso no sucedería por más que rogara a su desconocido creador, a quien hizo el pasto, la tierra, los árboles, el cielo, el agua, a él y a su amado. Aquel que desgraciadamente le asignó una especie diferente a la de la persona que amaba, aquel que decidió que ese amor estaría rotundamente prohibido.

[....]

Apenas podía abrir sus ojitos pues se encontraba encandilado con tanta luz. Cuando logró hacerlo pudo ver frente a él a una figura femenina, la cual vestía una bata blanca de seda y tenía un hermoso tocado de color dorado brillante, por lo que asumió que era se oro puro. Su cabello era castaño y le caía como cascada hasta la cintura, y contrastaba con sus hermosos ojos de un azúl aún más azúl que el mismísimo cielo. No sabía quién era ella, ni dónde se encontraba, pues lo último que recordaba era estar durmiendo en el patio de los Bang sobre su llanta vieja, más ese lugar definitivamente no era el patio de los Bang.

—¿Quién...?

Aquella mujer no le dejó terminar la pregunta, pues se vió interrumpido por la melodiosa voz de esta.

—No es necesario preguntarlo, Minho. Ahora guarda silencio y observa.

Ella se llevó un dedo a los labios en seña de silencio y apuntó al suelo. Este era casi que transparente y ahí se reflejaba la imagen de Christopher. Él dormía plácidamente enredado entre sus sábanas, con sus rubios rizos desordenados, sus pestañas callendo sobre sus mejillas y su boca entreabierta. Parecía un auténtico ángel, el más hermoso de todos ellos ante la mirada de Minho.

—Estoy aquí porque sé que es lo que quieres. Sé que quieres ser como él.

Min ladeó su cabeza en señal de confusión, no entendía aquello del todo, ¿Ser como Chris?.

—Disculpe, pero no comprendo a que se refiere.

—Tú quieres piernas, brazos, labios, quieres hablar, ¿No?.

Aquello impactó al minino. ¿Cómo era que ella sabía todo aquello que día a día pasaba por su cabeza con tristeza? ¿cómo estaba enterada de sus más profundos deseos, si no podía contárselos a nadie? E incluso si pudiera, no lo hubiese hecho.

—Un momento, ¿cómo es que me entiende?.

Apenas había caído en cuenta de aquello y le parecía bastante desconcertante. Debía estar soñando o algo parecido, debía ser eso, seguro que pronto despertaría y todo sería normal.

—Eso no es lo que importa. Yo puedo darte eso que quieres. Y el precio de ello es considerablemente bueno, si quieres mi opinión.

El felino levantó las orejas, deseando escuchar más. Quería saber de qué se trataba eso, como se suponía que lo volvería un humano

—¿Y cuál sería el precio?.

Fue lo primero que preguntó, aunque si con eso podría estar junto a su amado pagaría cualquier precio sin dudarlo, incluso el precio más caro a pagar.

—Te volveré un chico humano, uno muy atractivo. Podrás estar cerca de él, podrán conocerse, hablarse y convivir, pero no podrán tocarse, no tú a él, ni él a tí.

—¿Y que sucede si lo toco o... si él lo hace?.

Preguntó de nuevo intrigado, esperando una respuesta por parte de la bella mujer.

—Desaparecerás. Desaparecerás para siempre y tú tomarás mi lugar. Ayudarás a todo tipo de seres a cumplir sus más profundos deseos a cambio del mismo precio para poder estar en paz una vez sea turno de alguien más.

Aquel precio, aquello que pedía la persona frente a él sonaba extremo, sonaba a un impedimento para acercarse a él. Pero... No necesitarían tocarse, ¿O si?. Con tan solo poder estar frente a frente, con poder intercambiar palabras y cruzar miradas, con eso mismo sería más que suficiente para Minho. Con cosas tan simples como esas sería feliz. Ya sabía su respuesta.

—Acepto.






871 palabras. ♡


The bold cat who fell in love - Banginho/ChankowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora