Capítulo 2

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   Me desperté  justo antes de que sonara el despertador, ya sabéis, instintos femeninos. Hice la típica rutina de siempre y bajé a la cocina a desayunar algo, aunque tampoco tenía mucha hambre. Al llegar por sorpresa me encontré con la persona más detestable del mundo entero, mi padre. Estaba sentado en la mesa tomándose un café mientras leía el periódico. Yo, cómo siempre no dije nada. Como no quería tener más problemas de los que ya tengo, entré con paso decidido y me cogí tres mandarinas del cesto de la fruta. Seguido me salí por donde había entrado.

   - ¡Mal educada de mierda! – oí decir a mi padre. Sus insultos no me afectaban ya en lo más mínimo. Así que lo dejé pasar y cogí la mochila para irme. Antes de girarme noté como detrás de mío había alguien, notaba su presencia.

   - A-adiós pa-papá, m-me voy a-al co-cole, hasta lu-luego – tartamudeé. Tanía miedo de lo que podría pasar. Cuando noté que ya no había nadie, me giré para dirigirme a la puerta, pero de pronto una mano se me estampó en la cara haciendo que me cayera al suelo. Esta ha sido la ostia del siglo, sin duda. Seguido noté un fuerte dolor en el estómago y en las costillas. Me daba patadas sin parar. No me podía mover a causa del dolor, aparte de que las heridas de la espalda se me volvieron a abrir.

   - No sabes cuánto me arrepiento de haberte tenido. Si es qué eres mi hija, porque la guarra de tu madre capaz sería de haberse tirado a una a mis espaldas – dijo mi padre. Me levanté, y con las pocas fuerzas que tenía me pude sostener en pie.

   - ¡Pues mal que has hecho! ¡Hubiera preferido morir antes que estar en este mundo! – le escupí en la cara provocando que me diera tal ostia, que me giró la cara haciendo que me cayera encima de la mesa del comedor. Esta se rompió del golpe haciendo que me dañara las manos, la cara y lo que llevaba puesto atravesando las prendas y cortándome.

   Pude escuchar cómo se iba de allí. Intenté levantarme, miré la hora, llegaría tarde. Fui rápidamente al lavabo y cogí unas vendas, iodo y papel. Mientras iba por el camino me fui curando las heridas de las manos y las de la cara.

   Llegué al colegio justo a tiempo. Entré por la gran puerta y fui hasta mi casillero. Una vez allí cogí los libros que me tocaban para las primeras horas de la mañana. Cerré el casillero y me metí en clase sentándome por adelante, pero apartada. En eso sonó el timbre. Los estudiantes fueron entrando cada uno en sus respectivas clases. La clase se fue llenando a medida que pasaban los segundos. Después de la gran avalancha entró el profesor indicando que empezaba la clase. 

   La mañana pasó más tranquila de lo normal. Estaba en la última clase del día cuando me llegó una notita para mi. Yo con gran disimulo la abrí y la leí. La leí como unas tres veces para enterarme bien de lo que decía. Ponía...

   "Avril, esta tarde te espero en mi casa para eso de las clases particulares, ya que me obligan, tanto mis padres como el director. Vente sobre las 6, te espero.

Att: Ely."

   "Pues ya tengo faena" pensé. Cogí el boli y le puse un "vale" y se la tire a la mesa. Al acabar la clase salí, y sin pararme salí del colegio para dirigirme a mi casa. Eran las tres, y tenía hambre. Abrí la puerta sin hacer ruido para no llamar la atención de mi padre si estaba en casa. Una vez dentro me metí en la cocina, cogí un bol grande, unos cubiertos, una bolsa de ensalada, zanahoria, cebolla y algo más. Luego cogí y rápidamente me hice tres trozos de lomo, en cinco minutos ya lo tenía hecho. Cogí dos petit suits y con todo subí hacía mi habitación corriendo. Justo cuando ya estaba en el piso de arriba escuché que alguien se levantaba velozmente, en eso me espabilé y corrí más rápido. Cuando ya estaba abriendo la puerta de mi habitación, por el rabillo del ojo pude ver como la habitación de mi padre se abría. Rápido me metí en mi cuarto y cerré la puerta echando el pestillo. A los pocos segundos pude notar como mi padre aporreaba la puerta para que saliera.

Salvada por el popularDonde viven las historias. Descúbrelo ahora