Ya con todas las cosas en el camión de la mudanza, me subo al auto de mi papá esperarlo. Este auto en particular siempre me encanto, pues le tengo cierto cariño ya que en el aprendí a conducir. Mientras tanto voy buscando mi estación de radio favorita para escuchar en lo que sera un largo camino.
Mi papá aborda el auto sin emitir ningún sonido. Hasta que introduce las llaves del auto, lo enciende, se gira en su lugar para verme y decirme.
-Lía este es el comienzo de nuestras nuevas vidas- expresa el, dirigiendo su vista de nuevo al frente.-Se que no es de la mejor manera, pero quiero que entiendas que pase lo que pase te amo sobre todas las cosas, mi princesa.
-Yo también te amo, sobre todas las cosas.- lo ultimo lo digo casi en un susurro. Para mi es un poco difícil dejar atrás todo esto, la casa donde crecí, donde desarrolle toda mi infancia, las personas que siempre estuvieron a mi alrededor, todo.
Pero si esto significa un nuevo cambio para nuestras vidas haré un intento por llevarlo de la mejor forma. Al alejarme de mi madre intentare realizar mi vida de nuevo, como una nueva oportunidad, mi nueva oportunidad. Pero esta vez sin sus criticas destructivas a la hora de elegir mi atuendo, sin sus comentarios despectivo hacia mi y sin que ella tenga el control de hacerme caer, no otra vez.
Ya con la música lista mi papá emprende el camino hacia nuestro nuevo hogar, una ciudad hacia las afueras del lugar. Con cientos de kilómetros entre nosotros y esa pequeña ciudad empiezo a tararear mi canción preferida a todo pulmón de fondo con la risa de mi papá al escucharme cantar de este modo.
Desde pequeña mi madre me inscribió en clases de canto, según ella era para que yo fuera mas refinada. Pero resulta que soy pésima cantante y siempre frustraba a mis tutores solo para hacerlos rabiar a mi diversión. Hasta que mi madre se resigno a decirme que era un caso perdido y decidió sacarme de esa tediosa clase. Fui la niña mas feliz del mundo al salir de ese lugar.
Y así se van pasando las horas, entre mis cantos y recuerdos. Mi papá al fin apaga la radio y el anochecer se hace presente a nuestro alrededor, haciendo del ambiente un silencio algo melancólico, hasta que pregunto.
-¿Vas a ser feliz papá?.- el se gira a mirarme por un segundo y vuelve su vista a la oscura carretera. Poco a poco una gran sonrisa va saliendo a esplendor en su rostro y eso me calma, un poco.
-Claro que si preciosa, te tengo a ti y eso me hace mas que feliz. Pero en estos días te daré una sorpresa.-¡¿Que?! Ya va como que una sorpresa, el sabe que las odio. Mi rostro es todo un caos en estos momentos, es una mezcla de alegría, confusión y enojo.
Creo que el se percata de mi extraña mezcla de sentimientos y me dice.- Lía, antes de que salgas con unos de tus dramas te diré que todo a su tiempo y aun no te diré que es la sorpresa.- Creo que me esta dando un infarto en estos momentos y posiblemente muera, como que una sorpresa, ¿Sera otra mujer? No creo que sea eso ya que mi papá me lo hubiera dicho antes, nos tenemos mucha confianza así que antes de pensar en cosas que están demás descarto la idea de inmediato.
Vuelvo mi vista al frente y veo que va apareciendo un cartel con el nombre de la pequeña ciudad y la distancia que resta para llegar. Me percato de que ha disminuido la temperatura y enciendo la calefacción del auto, se va sintiendo mas reconfortante.
Varios kilómetros después mi papá se desvía hacia la entrada de la ciudad, al llegar lo primero que noto es que es una ciudad con pocos edificios, con grandes casas y con pocas personas. Creo que me adaptare bien a este lugar.
Un letrero al llegar capta mi atención.
"BIENVENIDOS A APPLE VALLEY"
"Donde cada persona es un mundo distinto"
Al pasar ese extraño pero interesante letrero mi atención se centra hacia otras cosas. Las calles tan largas y oscuras como una noche de tormento, las casas tan hermosas pero cada una tan distinta a la otra que hace ver un contraste inusual pero también especial y un clima tan frió como si no existiera nuestro propio calor humano para protegernos de semejante temperatura. Poco a poco vamos recorriendo las calles en un silencio absoluto, como si cada uno estuviera perdido en si mismo pero a la vez en otro planeta.
Como si mi papá se supiera esta ciudad de memoria, gira en un intersección a la derecha para entrar en un calle muy ancha y con pocos casas alrededor. Va avanzando hasta que se detiene frente a una casa.- muy grande a decir verdad.-De color azul celeste, con rejas blancas. Todo se ve tan impecable que no me provoca siquiera bajarme del auto.
-Lía, tienes que bajar.- mi padre me llama como si acaso pudiera saber lo que pienso.- Vamos, hay que entrar a nuestro nuevo hogar.
Lentamente me bajo del auto para empezar a caminar en dirección a la casa.
Con mi padre a mi lado el camino por el jardín no se hace tan extraño y tenebroso, hasta que nos detenemos en la gran puerta blanca. Mi papá agita las llaves en mi dirección.
-Haz los honores.- dice haciendo una tonta reverencia, lo que me hace soltar una risita y voltear los ojos.
-Con gusto.- tomo las llaves en mis manos para abrir lentamente la puerta, omitiendo ese rechinido un tanto macabro de esta.
Al abrirla completamente y entrar a la casa me quedo estupefacta y no puedo evitar soltar un grito.
-¡¡¡OH DIOS!!!.
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Mi luciérnaga
DragosteEso era ella para mi, una luciérnaga en medio de toda esta soledad y oscuridad. Ella fue mi salvación con todo ese brillo y devoción que vislumbraba en todo su ser. Camila, ese fue el nombre de la persona que crei el amor de mi vida, la que me destr...