El sol entraba en su ventana como todas las mañanas, el radio no decía nada diferente, la rutina de todos era la misma, el mundo no había cambiado más sin embargo ella se sentía diferente, ese día cambiaría su vida completamente, su boda sería en unas horas y se sentía tan desdichada que le era difícil creer que pudiera volver a ser feliz.
Se levantó decidida a no sentir más lástima por ella misma, ya no había solución, se casaría y cumpliría con el trato con Sesshomaru. Esa mañana tenía que ir al salón de belleza a las diez, saldría de ahí a las dos si le iba bien, pasaría a la modista por su vestido, de ahí esperaría al chofer de Sesshomaru que la llevaría a la iglesia y bueno, lo demás es historia.
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Era el primer día en mucho tiempo que no iría a trabajar, aunque no por eso sería un día libre, tenía muchas cosas que hacer, la boda al ser tan precipitada le había creado trabajo en exceso, su asistente Miroku se encargó de casi todo pero aún así ese día tenía que pasar por su traje, con su familia, verificar que todo estuviera bien, si tenía tiempo pasaría al salón para ver si ya estaba listo, las flores de la iglesia…
Sería un día sumamente ocupado, y aunque muchos deberían creer que estaría nervioso, la verdad es que no lo estaba. No era nada del otro mundo el solo se haría cargo de otra persona más, no le traería problemas por que Aome era una mujer muy independiente y discreta. Gracias A Dios. No sería problema abrirle una cuenta y que se resolviera la vida. Incluso podría disfrutar del sexo sin tener sentimientos de culpa o de preocupación por que al fin y al cabo era su esposa.
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Estaba lista, peinada, maquillada, con el vestido puesto y el velo por supuesto. Su reflejo en el espejo era algo triste, era una novia elegante, con clase pero nada feliz, no importaba cuanto esfuerzo hiciera no podía sonreír como Dios manda y si no podía era mejor fingir que era una persona seria. Aunque no lo fuera.
En años pasados sonreír era su pasatiempo, era alegre y todo mundo notaba su presencia, eran años en los que no tenía preocupaciones, ni tristezas. Esos tiempos ya eran historia y no volverían,
La modista la vio y sonrió encantada. Según ella era el vestido que mejor lucía, la figura de la novia ayudaba mucho, el vestido era elegante, sencillo y muy fino. El vestido para la boda del año, según la mujer y su ayudante. Eso a ella no le importaba mucho.
De pronto escuchó el sonido del auto al llegar, era el tiempo de irse. Se puso el abrigo que traería antes de la boda y se despidió de la mujer que esperaba no volver a ver. Vio al chofer y este le sonrió al verla.
- se ve usted muy hermosa señorita , si me permite decirlo – dijo el hombre.
- gracias, es hora de irnos la novia no puede llegar tarde.
- cierto señorita, el amo ya esta esperando por usted en la iglesia.
Bien, su destino estaba ya enfrente de ella. La gran iglesia repleta de invitados estaba ya ahí, y ella tendría que bajar, y dirigirse hacía ahí, sola. Suspiro y aguantó el llanto. No se permitiría llorar ese día.
Al momento de bajarse las cámaras y los reporteros se enfocaron en ella. Acostumbrada a ese estilo de vida los ignoro por completo y se abrió paso hasta llegar a la entrada de la iglesia. Al llegar ahí los invitados se pusieron de pie y la marcha nupcial comenzó a escucharse.