Años dorados

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Día 2.

Tema: Incendio/fuego.

Al sur de Francia, por la región de Bocas del Ródano, en la Provenza francesa, había un pueblito llamado Aubagne. La mayoría de sus habitantes eran pequeños comerciantes y mercaderes y a sus alrededores tenían las tierras más fértiles que se hayan visto, ideales para las plantaciones de todo tipo y la cría diversa de ganado.

Eran tres las familias propietarias de las tierras más extensas de la región, cuyas viviendas estaban alejadas del resto de la población: los Jäger, los Ackerman y los Ral. La familia Jäger, encabezada por el patriarca Grisha, eran originarios de Austria y eran los hacendados más ricos de la zona, pasando mucho tiempo en la gran ciudad (repartían sus días de ocio y distinción social entre Marsella y París) y siendo los típicos ricos estirados y cultos. Los Ackerman, por su parte, tan ricos como los Jäger, tendían a ser ese tipo de hacendados ignorantes y dedicados sólo a la tierra y creyendo que no había más ley que la que ellos imponían en su pequeño mundo rural. Por último estaban los Ral, gente buena y desinteresada que no eran tan rica como las familias anteriores, y cuyas propiedades eran más pequeñas, pero tenían algo que hacía que su valor fuese mayor de lo que parecía: un hermoso manantial que nacía de un acuífero también situado en el dominio de esta familia, lo que les generaba buenas ganancias debido a la calidad de sus cosechas al tener esa agua tan sana.

Manantial que los Ackerman y los Jäger ambicionaban desesperadamente.

Pasando a los protagonistas, los tres hijos de dichas familias eran amigos desde muy pequeños: Petra Ral, Zeke Jäger y Levi Ackerman pasaban sus días corriendo a través de los campos de las tres familias, embebidos en su amistad y ajenos a las envidias e intrigas dentro de sus casas. Poco sabían ellos que eso les cambiaría las vidas.

Zeke, rubio como el sol, era el hijo mayor de Grisha Jäger y su primera esposa, Dina Fritz, quienes llegaron de Salzburgo para que por cuestiones de salud, Dina disfrutara del aire fresco y curativo del campo francés. Pero no fue suficiente, porque luego de una larga enfermedad, falleció dejando a su esposo y a su hijo de 10 años sumidos en la desdicha. Petra y Levi fueron grandes soportes emocionales para Zeke, inclusive cuando poco después, su padre empezó a frecuentar a una joven de Aubagne llamada Carla. Eso llenó al rubiecito de ira: aún el cuerpo de su madre no estaba frío en su sepulcro y su progenitor ya planeaba rehacer su vida.

Levi llevaba una existencia un tanto díscola. Comenzando con una familia disfuncional y peculiar: su abuelo, el Viejo Ackerman, se la pasaba quejándose por todo y llevando de arriba a abajo a su gallo de pelea para que nadie se atreviera a cocinarlo. Hasta dormía con su gallo el viejo demente. Así que debido a esos arranques seniles del anciano, su hijo Kenny Ackerman se encargaba de administrar y sacar adelante las propiedades. Kenny era un ladino: usaba su astucia y su labia (también su fuerza bruta) para hacerse con las tierras de los pequeños productores a su alrededor, con el objetivo de aumentar el patrimonio de su familia. Era mujeriego y bebedor, y lo que más lo obsesionaba era cierta fuente de agua pura que por el momento no le pertenecía. Distinto a él era su hermana Kuchel, mujer algo enfermiza pero amorosa, siendo el pequeño Levi su fuente de felicidad, así como también producto de un amorío adolescente con un joven zapatero al cual su hermano Kenny no dudó en llenarle la cabeza de plomo por honor a la reputación mancillada de la hermana menor. Eso no evitó que Kuchel, presa del dolor de haber perdido a su amor, estuviera dispuesta a traer a su hijo al mundo, cosa que le vino bien al Viejo, viendo que Kenny no parecía dispuesto a sentar cabeza. Y como buena cría de su abuelo y su tío, Levi fue criado de manera que su carácter fuera grosero, impertinente y violento, rompiéndoles las mandíbulas a casi todos los niños de Aubagne y siendo diestro en el uso de cuchillos, para horror de su madre y orgullo de su tío. Era pequeño en estatura, pero eso no era impedimento para que el chicuelo de inexpresivos ojos grises y rictus amargo hiciera que todos corrieran a sus casas despavoridos.

Tiempo de amar (Rivetra)Where stories live. Discover now