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Ambos nos miramos fijamente, atentos al movimiento del contrario. Su mirada estaba cargada de odio, asco, vergüenza. Una desdicha se desataba en mí con tan solo observar sus ojos cafés, aunque podría jurar que en ese momento se habían tornado negros. Me sonrió falsamente. Un remolino de asco se formó en mi estómago.
—¿Estás seguro, RenRen?— preguntó con burla, como si quisiera enfadarme, descolocarme y así poder ganar el duelo.
—Adelante, Na Jaemin— empuñé mi espada consciente de lo que aquello traería. Desgracia para el perdedor. Poder, sabiduría y amor eterno para el vencedor, sí, estaba dispuesto a ser quién atravesara su corazón de lado a lado si ese era el precio que debía pagar por estar junto a la persona que amaba.
Mi rival atacó primero. Un movimiento tan predecible que me fue fácil cubrirme. El duelo tomaba forma. Los chillidos del choque de nuestras armas eran lo único que podría escucharse.
Entre roce y roce, logré herir levemente a Jaemin, ocasionando un rasguño en su pómulo, el cual no tardó en comenzar a sangrar. Aquel líquido carmesí sólo logró renovarme más, ahora sabía que era lo que realmente quería, lo quería muerto, despedazado, suplicando por su vida y, segundos después, agonizando del dolor hasta que su muerte sea lo único que pudiese liberarlo de aquella agonía.
Nuestros cuerpos se cruzaban, se golpeaban entre sí al igual que nuestras brillantes espadas que resplandecían con cada movimiento. La batalla continuaba, no iba a rendirme.
—¿Es todo lo que tienes?— me burlé apoyando la punta de mi estela en su cuello, sin cortar, solo posandola en él.
Recibí una parada en el estómago, lo suficientemente fuerte como para alejarme de su cuerpo. Jaemin se me abalanzó como al principio, pero esta vez con más fuerzas. Me tumbó en el suelo asegurándose de presionar mi muñeca, evitando así que pudiese mover mi mano y atacar nuevamente. Un movimiento realmente cobarde.
—Adelante, mátame de la forma más cobarde, Na Jaemin. Córtame el cuello y manchate con mi sangre. Aprovecha tu oportunidad, me tienes en el suelo, atrapado como un ratón. Haz algo por tu vida y acabame ahora que puedes— escupí a centímetros de su cara.
—Es increíble que sabiendo que tengo la oportunidad de matarte, sigas siendo el mismo estúpido arrogante de siempre— sus palabras eran fuertes, buscaba destruirme con lo que tuviese al alcance —. Sin embargo, ¿de qué me sirve cortarte el cuello desde aquí hasta aquí?— susurró cerca del mismo, acariciando los extremos con su nariz.
—¡Cobarde! ¡No soportarías mancharte las manos!— anuncié sin importarme el hecho de estar completamente indefenso debajo de él.
—¿Lo tienes?— preguntó Jaemin mirando hacia arriba. Una figura me tapaba la vista, sin embargo, podía imaginar quién era.
—¿Te lastimó?, lamento haber tardado— respondió el tercero o tal vez debería llamarlo por su nombre; Jeno.
—Jeno— susurré —. Lo lamento tanto, amado mío, lamento haber perdido y no ser digno de tu amor— confesé. Rendido ante el hombre que más amaba en el mundo.
—Oh, cielo, eres digno de nuestro amor y mucho más— contestó quién estaba sobre mí, el que se encargaría de aplastarme cual cucaracha.
Jaemin me contuvo con más fuerza mientras Jeno tomaba mi cabeza y vertía un líquido agridulce en mi boca. Comencé a toser y finalmente, caí rendido por varios segundos, o eso creo.
Sentía las caricias de ambos muchachos sobre mi cabello y rostro. Ahora los recordaba. No amaba sólo a Jeno, sino también a Jaemin y, por dios, ¡casi lo mato!. Desafíe a uno de los amores de mi vida a cortar mi cuello, fui un completo idiota, un estúpido. Había cometido faltas hacia su persona. Había roto nuestro pacto de amor eterno.
Desperté y mis amados seguían ahí, a mi lado. Al primero que logré observar fue a Nana. Automáticamente una vergüenza y deshonra recorrió todo mi cuerpo, desde la punta de mis pies hasta el último cabello que se encontraba en mi cabeza. Quise impulsarme para abrazarlo, besarlo, decirle que lo sentía y lo mucho que lo amaba, pero aún mantenía su agarre sobre mí.
—N-nana— susurré. Fue el llamado más débil que alguna vez había emitido. Un llamado silenciado por la vergüenza.
—Renren— sonrió al reconocer quién era realmente. Me liberó lentamente y sin pensarlo dos veces, me pegué a él como un niño pequeño a su juguete favorito. Sus brazos me rodearon al instante.
—Lo siento tanto, no sé qué sucedió, lo lamento— le susurré sin apartarme.
—Shh— se separó levemente y acarició mi rostro —. Ya no importa, cielo. Sabemos que no eras tú realmente. Lo importante es que estás de vuelta, con nosotros— miró a Jeno y él también se unió a nuestro abrazo.
—Bienvenido, príncipe— susurró el pelinegro mientras acariciaba mi espalda suavemente.
Me alejé para observarlos.
—Los amo, más que a nada en el mundo— confesé para volver a abrazarlos y sentir la calidez, y seguridad que me brindaban. No importaba dónde estuviera, siempre y cuando tenga a mis chicos conmigo, todo estaría bien. Seguiría en casa.
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- noremin stories -
Fiksi Penggemarcuentos noremin que escribo cuando me aburro (todos con diferentes temáticas). espero que los disfruten♡.