III

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𝓬 𝓱 𝓪 𝓹 𝓽 𝓮 𝓻  3; Days of our li(v)es

Jhon Deacon

La velocidad con la que mi coche ascendía a través de las diminutas colinas que conducían al acantilado de pizarra era exponencialmente más alta que los demás días, no podría determinar con certeza si era por mi estado de anonadamiento, ya que la cadena de hechos tan fortuitos que se dieron hace unos minutos me habían dejado totalmente estafermo para mi alrededor, demasiado distraído como para regular la ferocidad con la que se desplazase mi coche; o quizás me encendía aquella electricidad que potenciando de forma vil y acerba mi agorafilia, se extendía por mi sangre y se propagaba en el interior de mis venas.

Después de esta reacción me considero y decreto antisocial.

Mi respiración estaba agitada y el oxígeno se hacía sentir escaso a mi alrededor, para después apretujarme de golpe cada vez que inhalaba, esa sensación de inestabilidad atmosférica que te arrancaba de la forma más espontánea una carcajada. Una carcajada vacilante, miedosa; y al mismo tiempo impulsiva e irreprimible.

Tapé mi gesto instintivamente mientras con mi otra mano agarraba la goma del volante, arañándola suavemente con la uña de mi dedo anular, hasta que me di cuenta aminoré la velocidad, pues necesitaba calmarme. También traté de fijarme en los setos color alga que decoraban el trayecto a mi ya reconocida zona de confort, las altas betulas o las diferencias de altura de la tierra, a cada lado de la carretera; lamentablemente frecuentaba demasiado tales vistas como para concentrarme en ellas. Como si no hubiera cosas por pensar.

¿Qué mierda con el chico de los cigarros?

Fue efusivo y nervioso, mierda, nunca, en todo el tiempo que había dedicado a reparar en él, o por lo que había escuchado de Freddie, logré formar una imagen así de él. Ni siquiera esperaba una palabra por su parte, más que me hablase con impertinencia y una clara soberbia, digna de un paradigma de los bad-boys que tiene en su cama a una chica diferente cada noche. Y eso que sin esfuerzo despertó mi curiosidad, quizás sus repentinas miradas o su triste ensimismamiento cada vez que lo veía calando de su cigarrillo, estaba seguro que tenía demasiadas cosas a ofrecer, claro, pero no pensé que pudiese ofrecerlas de la forma que hizo conmigo. 

Yo... me esperaba superioridad y seguridad en si mismo, me lo esperaba vigorizado y vigorizador al hablar.

Sin embargo; fue inquieto y rápido, nervioso, y radicalmente cambiante. Y miento si digo que no me agradó aquello.

Pero ahora mismo estoy desconcertado.


Me afecta mi situación en este momento, creo yo; pienso muy rápido sabiendo que tengo demasiadas cosas que pensar, y tan solo logra alterarme más, llevo una vida demasiado tranquila como para estos arrebatos. Entre las burlas de Freddie y él, me habían hecho el día.  

Y lo que habían logrado fue crearme un cacao mental que no me dejaba razonar con claridad.

Al estacionar mi coche, salí prácticamente corriendo al borde del acantilado, ansioso por disfrutar una vez más del río desde aquella altura. Logré aspirar su brisa fresca y el olor a clorofila del bosque, centré mi atención en la silueta del molino que se dibujaba debajo de mi; serpenteando de forma inestable en el río.

Tal vez no había ningún molino y todo era una mezcla de recuerdos y alucinaciones por mi estado de alerta, tal vez todo era ilusorio.

Reí.

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⏰ Última actualización: Jul 07, 2020 ⏰

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That sweet nightmare || DealorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora