Al lavadero se van los vasos de agua

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-No, yo no me quería escapar solo que tengo que arreglarme para la fiesta

-Ah, pues bueno creo que no habrá problema en que te arregles en un rato tengo que hablar contigo -entró en el cuarto con toda la confianza del mundo y se sentó en la cama- Ven -con su mano dio unas palmaditas cerca de donde él estaba sentado, indicándome el lugar donde yo debía sentarme.

Eso en estas épocas... ¿no se suponía que era inadecuado?.

Sin embargo, me senté. No sé porque estaba embelesada, esta tarde en particular estaba más guapo que de costumbre.

-Mira yo... -él se acercó a mí como si me fuera a besar y yo cerré los ojos instintivamente pero en lugar de sentir sus labios, escuché sus siguientes palabras- creo que la mejor manera de decirlo será con esta canción

En ese momento se puso a cantar y a tocar la guitarra [Canción sugerida: El lavadero-Pedro Infante]

Yo indignada después de haber escuchado tal insulto fui a mi mesita de noche, mientras él se reía como un loco, y tomé el vaso de agua que se encontraba sobre esta.

Me acerqué a él y se lo demarré todo en la cabeza.

-Para tu información no recuerdo haberte rogado nunca desgraciado. Y me parece imposible que algún día llegue a hacerlo porque eres el hombre más majadero, patán y poco caballeroso que he visto en mi vida. Eso sin mencionar que eres un orgulloso y un vengativo

-¡Igual que tú! -Me gritó él, muy enfadado limpiándose el agua de la cara.

-Ya no te quiero ver más, ni que me vuelvas a dirigir la palabra. Y no te preocupes que en muy poco tiempo me largo y no regresó más por aquí

Después de que dije eso vi como le cambió la cara de enojo a preocupación, pero no me importó lo saqué a empellones de mi cuarto. Y me puse a llorar, por todo, porque no entendía porque había llegado a este tiempo y porque no entendía porque ese patán me gustaba. Pero sin duda yo tenía dignidad y no me rebajaría a volver a hablar con él.

Después de un rato, Camila me subió la tina, y me preguntó que qué me pasaba pero como no quería hablar con nadie le dije que más tarde le contaría. Me bañé, me arreglé y me puse el vestido; a la hora convenida llegó Sofía.

-Hola querida, mira estas son las joyas -Eran realmente preciosas un juego de aretes y collar  hechos de plata y zafiros.

-Gracias -sonreí- apenas acabe la noche te los devuelvo

-No te preocupes, ¿está todo bien?

-Sí -¡Rayos! ¿Por qué era tan expresiva?

-¿Ya nos vamos? -Miguel se acercó por detrás y cuando me vio se quedó un largo rato examinándome con la boca abierta.

Yo puse los ojos en blanco y me dirigí al carruaje. No pensaba hablar con él. Tenía que admitir que se veía demasiado guapo pero de que servía la apariencia si por dentro era un malvado.

El transcurso en el carruaje fue largo e incómodo, se sentía la tensión entre Miguel y yo, a pesar de los intentos de Sofía por alivianar el ambiente. Una vez llegamos me fijé en la hacienda de Sofía, era realmente preciosa. Un poco más pequeña que la de Miguel pero eso no le quitaba el cierto encanto que tenía.

Nos recibió el esposo de Sofía, un hombre muy alto, de cabello y ojos negros, que probablemente tenía unos diez años más que Sofía; con el hijo de ambos en sus brazos, un pequeñito muy tierno y alegre, idéntico a su padre excepto por sus ojitos que eran los mismos de su madre.

Cuando entramos me fijé en que Francisco también se encontraba en la fiesta.

-Buenas noches Diana, estoy muy alegre de encontrarte aquí -Francisco me sonrió y me besó la mano.

Si me enamorara de ti...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora