El sentimiento de estar perdido y un poco vacío, es como un silencio atormentador que inunda un ser.
Hasta el punto de volverse gritos reprimidos, lágrimas saladas que dejan el sentimiento estancado en lo más recóndito de uno mismo.
Como una brecha que está ahí, se siente y se ignora. Esa inconformidad no admisible en voz alta. Una salada cucharada que equilibra lo bueno que tenemos y nos demuestra que nada es perfecto.
Esa angustia inllevable que nos llena de ansiedad, la pequeña estaca que se mantiene puyando nuestros seres.
Algunas personas sentimos que falta algo, tenemos lo que necesitamos y con ellos deberíamos ser felices pero falta algo; que escuece desde el interior de nosotros mismos.
Gritos atormentados desde nuestro interior que camuflajeamos con sonrisas falsas y bajo mascaras de felicidad o ignorancia de aquello que nos falta.
Algunos son cascarones vacíos esperando ser llenados y otros ya están tan llenos que desbordan aquello que ya tienen.
Gris. Hay días que todo parece estar en un frío e interminable color gris.
Hay días en los que se siente que todo está opaco y oscuro. Pero todos vivimos esos días.
La cuestión es como los llevamos.
Por un tiempo todo parecía ser gris y por más que lo intentara, ese color pintaba los hermosos cuadros que surcaban mi vida.
Entonces me acostumbre.
Al acostumbrarme empecé a ver el color gris con amor.
Los silencios eran la paz interior que cortejaba mis oídos, los días grises el tiempo que invertía tras un libro exhorta en un mundo donde todo me parecía posible.
Sin embargo en la realidad no podía ver los colores que me pintaban los libros tras sus letras y sin darme cuenta, yo misma me empezaba a aburrir de los días grises.
A pesar de ello en el rincón solitario en el cual me encontraba hallaba belleza, a través de esos silencios tenia oportunidades en las cuales compartía mi pedacito de mundo con el de otros; esos momentos eran los que hacían el gris acogedor.
En una sala solitaria con un libro bajo la invisibilidad de mi fría presencia podía sentir la cercanía de un chico que si bien no era consiente de mí, sin darse cuenta formo parte de mi mundo unos instantes.
En los instantes silenciosos en los que nos hallamos juntos, la atmósfera se volvió acogedora.
Éramos dos extraños que simplemente compartían un espacio y con solo eso, la soledad gris que me acompañaba se sintió menos porque por lo menos en esa sala con mi mente en el libro sentía una cálida presencia ahí, recordándome que no estaba sola.
Esa fue la primera vez que atrajo mi atención y la primera vez que cuestione mi mundo gris.
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Notas con sabor a nada
PoetryPoemas random. Qué brotan de mi mente, vienen de lo más profundo de mi panza, les llamo Notas con sabor a nada.