El color gris ya no representaba armonía para mí, ahora era como una borrosa nube que no dejaba pasar los rayos del sol.
El frío ya no era acogedor, necesitaba un poco de calor que me hiciera sentir viva.
Y lo volví a intentar. Como lo intente.
Quería compartir un poco de mí con los demás, quería poder conocer el mundo que ellos veían a través de sus ojos.
Quería que ellos me narraran lo que sentían como un libro, pero no fue así.
Me encontré con la realidad, una en la cual para nadie era interesante.
Era ese viejo libro apartado en lo más profundo de un estante con tantas ansias de ser leído.
Era esa portada del libro que no llamaba la atención de nadie. Ahí entendí que sentían esos libros arrumados en mi escritorio.
Intente integrarme, cambie. A nadie le llama la atención una cara triste que solo intenta pedir ayuda sin poder pedirla.
Me volví sonrisa y la tonta máscara superficial que creaba la actuación de que todo estaba bien.
La sonrisa se adherido a mi rostro y por más que lo intentara nunca desaparecía, esa sonrisa termino engañándome a mí también.
Ya no sentía que todo era gris, ahora veía mi tristeza con burla y al mismo tiempo con enfado como es que me deje caer tan bajo, seguro eso era lo que más me dolía.
Un rostro alegre llama mucho más la atención que uno triste, o por lo menos eso creí.
Ahora ya no estaba sola pero aun así con tanta gente a mi alrededor me sentía como si lo estuviera.
Pero la máscara no debía caer porque si lo hacia los días grises volverían y toda la calidez que había logrado conseguir se extinguiría.
Permanecí mucho tiempo diciéndome a mí misma esa mentira porque en realidad seguía en los días grises pero esta vez ya no los quería, los omitía.
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