Escuché ruidos y voces a través de la puerta. Al entrar le vi viendo un partido de rugby en la televisión y demasiado alterado.
—Buenos días.
—¡Gia! Ven, siéntate —realmente me sorprendía el buen humor que se gastaba en tan pocas horas.
—¿Qué estás viendo?
—El partido de anoche. No me dejaron encender el televisor tan tarde y ahora están haciendo reposición. ¿Sabes? me encanta el rugby. Siempre he pensado que sería bueno jugándolo. Pero ahora miro mi pierna y no estoy del todo seguro —una mueca agridulce se dibujó en su cara.
—Te veo de mejor humor.
—Si, la verdad es que me he despertado animado. Michael pasa bastante tiempo conmigo y me explica cosas. No logro acordarme de nada, pero me hacen gracias nuestras supuestas aventuras después de los veinticinco.
—Me alegro, de verdad.
—Trabajas en urgencias, ¿no?
—Así es.
—Ya me extrañaba no verte por aquí más a menudo.
—Me escapo cuando puedo.
—¿Acabas tu turno?
—Si, ahora iba a irme a casa. Tengo sueño acumulado y quiero descansar un poco. Pero quería pasar a ver como estabas antes de irme. Verás... tengo unos días libres y a lo mejor no me ves por aquí en unas semanas.
—Oh, vaya. Tranquila, no creo que me mueva de aquí en un par de semanas.
—No, no lo creo —me acerqué a mirar su tablilla y ver si le habían hecho alguna prueba más—. Veo que toleras bien la medicación y que después de la hinchazón de la operación parece que tus huesos están bastante bien colocados.
—Mis huesos, o lo que queda de ellos —soltó una risa y reí con él. Me gustaba verle tan positivo. Me gustaba volver a reír con él.
—Verás que todo va a ser un éxito y que pronto podrás volver a andar.
—Llevo solo dos días en esta cama y ya me duele todo el cuerpo.
—No creo que sea de la cama precisamente. Los golpes del accidente aún están ahí.
—Si, si, y eso también. Por cierto, tengo que mear... ¿me pasas esa botella?
—Oh, claro —se la dí y me aparté un poco para dejarle hacer tranquilo.
—Es gracioso.
—¿El qué?
—Creo que eres la única que no me mira mientras lo hago.
—¿Cómo? —me sonrojé al escuchar eso y también al darme cuanta de que las demás enfermeras se interesaban por el aparato reproductor de "mi marido"
—Oh sí... que agusto. Ya estoy.
Esperé a que acabara del todo y le cogí la botella de las manos para ir a vaciarla en el baño. Si, era mi trabajo, pero por una extraña razón me sentía incómoda teniéndolo que hacer con él. Volví a la habitación y ahí seguía, mirando el partido y disfrutándolo como si no hubiera un mañana. Le recordaba en el sofá de casa, celebrando cada punto conmigo, brindando con nuestras cervezas y disfrutando. Echaba de menos todo eso.
—¿Te pasa algo? —se había fijado en mi y en mi cara de nostálgica.
—No, nada. Supongo que es el cansancio. Nada más. Bueno, creo que me voy a ir ya a casa. Espero que sigas igual de bien que hoy.
—Entonces nos vemos en unas semanas, ¿no?
—Si.
—Perfecto. Michael me ha dicho que pronto me darán mis cosas.
—¿Pronto? ¿Cuando es pronto? —lo primero que me vino a la mente fue su teléfono móvil. No podía dejar que viera que tenía mi teléfono guardado en la agenda... Tenía que volver a hablar con Michael.
—No lo sé. Pero eso es lo que me ha dicho.
—Vale... supongo que está bien.
—¿Supones?
—Es reciente todo esto de la memoria, y quizás sea demasiado pronto o demasiada información de golpe. Pero bueno, es lo que yo creo. Los médicos son los que mandan. Y si Michael es tu amigo, supongo que querrá ayudarte lo más posible —miré el reloj—. En serio, tengo que irme. Ya le preguntaré a Michael que tal vas. Así estoy informada.
—Genial. Nos vemos entonces.
—Sí.
Salí de la habitación y le dejé disfrutando de su partido de rugby. Busqué a Michael por toda la planta. Me costó encontrarle, pero le vi de espaldas hablando con Peter.
—Michael ¿podemos hablar?
—Claro Gia, un momento. Entonces crees que todo está correcto y puede tener una buena evolución.
—Lo bueno que tiene es la musculatura de sus piernas. Tiene las piernas fuertes gracias al rugby.
—Me encanta oír eso. Será una recuperación no tan lenta.
—Seguirá siendo lenta Michael. Pero tenemos eso a nuestro favor. En cuanto se recupere de la operación y empiecen con la rehabilitación, eso nos ayudará. Os dejo chicos. Os iré informando.
—Gracias Peter. ¿Qué quieres?
—Verás, acabo de salir de ver a James.
—Me alegro. Un paso por tu parte.
—Si, bueno. Quería comentarte un par de cosas. Primero, que le he visto demasiado animado, cosa que me gusta, pero esa euforia...
—Ayer, después de que te marcharas, tuvo una crisis. Empezó como el primer día. Quería salir de aquí como fuera. Juliet le administró calmantes y le ha programado medicación. Hace que esté eufórico, pero está mejor.
—No está apuntado en su tablilla. Pero bueno, supongo que es lo mejor si es bueno para él.
—¿Cuál es la segunda cosa?
—¿Vas a darle sus cosas? ¿Crees que es lo mejor?
—Todavía no he decidido cuándo, pero puede ayudarle a recordar.
—Tiene mi número en su teléfono. No creo que le haga mucha gracia verlo y que yo me esté comportando como si no le conociera de nada. Esto hay que estudiarlo de otra forma Michael. No puedo dejar que lo vea.
—Puede ser un problema, tienes razón. Me lo pensaré. Te informaré antes de hacer nada. Lo prometo. ¿Nos vemos mañana?
—Aquí no. Tengo unas semanas de descanso merecido después de seis meses.
—Me parece bien. Ya te llamaré para informarte de cómo sigue todo. Espero que por lo menos me cojas el teléfono.
—¿Sigues enfadado?
—Gia, nunca te habías comportado así.
—Nunca me había encontrado así.
—Solo espero que no lo vuelvas a hacer. Me preocupas Gia, es solo eso.
—Está bien pesado. Te cogeré el teléfono tantas veces como me llames. Pero no te pases.
—¿Cada cinco minutos está bien?
—Muy gracioso. Me voy. Ya me vas contando.
—Por supuesto. Descansa.
—Eso mismo pienso hacer. No te canses mucho lo que te queda de turno.
Fui directa hacia el ascensor y de ahí ya a la calle. Seguía queriendo salir de allí.
El tiempo ahora si que acompañaba. El sol calentaba aunque no lo suficiente como para ir sin mi chaqueta, solo que si que se agradecía el paseo desde el hospital hasta la estación. Toda una maravilla tratándose de Londres.