Ya en casa lo dejé todo de cualquier forma y me tiré en el sofá. Se me escapó una sonrisa al pensar en los minutos que había pasado con James como hacía meses que no lo hacíamos. Si, era cierto que él no lo sentía igual, no sabía quién era realmente, pero ahora mismo eso empezaba a no importarme.
Me quedé dormida mientras pensaba en todo aquello. Desperté casi a media noche y se me hacía raro estar en mi casa a esas horas. ¿Lo bueno? La relajación que sentía en ese momento. ¿Lo malo? Que me levanté a comer algo y no tenía más que cuatro lonchas de jamón aún comible y poca cosa más, y no podía salir a comprar practicamente nada. Así que después de arrasar con lo que me quedaba en la despensa y darme una buena y merecida ducha, me metí en mi cama y volví a caer dormida.
Los tres primeros días de mi descanso los pasé recogiendo, limpiando y comprando comida para llenar mi nevera para los próximos días. Había paseado por las calles de Londres y hasta me había permitido volver a coger el metro y correr un poco por Hyde Park. Me encantaba el sol que empezaba a calentar, las no nubes en el horizonte y el buen tiempo que preveían los meteorólogos.
Mi alegría se vió un poco mermada cuando Michael me mandó un mensaje diciéndome que James le había casi exigido que le devolviera sus cosas. Me sudaban las manos mientras seguía leyendo sus mensajes.
Michael: Tranquila, le he dado un vistazo a su teléfono y he mirado los mensajes. No tiene ninguna conversación guardada contigo, aunque si tiene tu teléfono. Es probable que sienta curiosidad por saber porque lo tiene, pero piensa que nosotros somos amigos desde hace mucho tiempo y puede que te haya presentado a él alguna vez. Solo estamos intentando que recuerde por él mismo y por eso no le hemos forzado a nada. No es tan descabellado, no?
Igualmente dime si te parece bien que le dé sus cosas. Él las quiere y no creo que sea bueno que no se las devuelva. El anillo me lo guardaré y te lo daré a ti. Tú decides sobre eso.
Respiré honde antes de contestarle.
Yo: Está bien, dáselo todo. Cruzaré dedos para que no sea una mala idea. Por cierto.... Has visto algo raro en su teléfono? Algo que deba saber?
Michael: Gia, no hay nada por lo que preocuparse, vale? Tranquila. En el transcurso del día de hoy le daré todas sus cosas. Tú cómo estás? Se te echa de menos por aquí.
Yo: La verdad es que estoy muy bien. Me está sentando bien todo esto. Incluso he venido a Hyde Park a correr un poco.
Michael: Me parece muy mal que hayas estado tan cerca de aquí y no hayas pensado en hacernos una visita. Pero me alegro de que estés bien. Te apetece salir a tomar unas cervezas a la salida de mi turno? Puedo pasar a buscarte si quieres.
Yo: Me parece genial. Gracias Michael.
Me metí en la ducha después de dejar el movil encima de la mesa y me sorprendí cantando bajo el chorro del agua, cosa que hacía mucho tiempo que no hacía, pero me sentía con ganas de todo eso.
Había vuelto a comer con un poco más de normalidad, no mucho ni en mucha cantidad porque mi pequeño cuerpo no admitía demasiada comida, pero si que más variado y mucho más sano.
Miraba mis fotos con James con menos pena que antes, parecía que empezaba a asimilar todo bien y a ver una oportunidad en poder empezar de cero con él. Podría ser una misión bastante tediosa, pero no descartaba un nuevo acercamiento. Si le había enamorado una vez, podía hacerlo una segunda, ¿no?. Dios... desde fuera me veía como una psicópata obsesiva compulsiva, pero no era nada de eso. Solo dejaría que pasara lo que tuviera que pasar.
Después de una noche tranquila durmiendo en mi cama y de despertarme con un buen café con leche, Michael me llamó al teléfono para informarme de que estaba esperando en la puerta de mi casa preparado para llevarme de birras. Una hora poco común, pero era lo que tenían estos turnos de noche en los que salías más activo de lo que entrabas.
Me vestí con lo primero que cogí del armario y salí a la calle. Michael estaba con su sonrisa puesta y marcha en el cuerpo. Después de nuestro abrazo de rigor nos fuimos al primer bar abierto que encontramos.
—Me encanta volver a verte, y sobretodo fuera del trabajo.
—A mi también, que conste. ¿Todo bien?
—Ahora mucho mejor, la verdad. El estrés del trabajo no me deja descansar la mente ni un momento.
—¿Y nuestro enfermo como sigue?
—Bastante bien. Aunque cansado de estar sin poder moverse de la cama y de tener que hacer sus necesidades en una palangana, pero por lo demás como un rey. Parece que Mirna ha hecho bien su trabajo y le están cuidando de maravilla. Hasta han mandado a Carol a que le hagan un cambio de look. Fuera barba y el pelo más corto. Así se reconoce un poco más, aunque empiece a pintar canas.
—A ver si ahora no le voy a reconocer. Me encantaba su barba pelirroja.
—Es gracioso que no te gusten los pelirrojos y acabaras casándote con uno.
—Cosas de la vida amigo mío. Aunque tengo que admitir que su pelo engaña un poco.
—Es un pelirrojo casi único en su espécie.
—Tú lo has dicho —chocamos nuestros botellines y brindamos por él.
—Me encanta verte tan positiva. Has cambiado mucho en estos pocos días.
—Supongo que me he dado cuenta de que no puedo estar sintiendo pena por mi misma eternamente. Todo esto ha sido una locura. Llevo meses de pena inducida y va siendo hora de que levante cabeza.
—¿Nadie te ha preguntado por James?
—Ufff... Eso quizás es lo que peor llevo. Me da pena que siendo como és, nadie haya levantado el teléfono para ver porque no da señales de vida. Sabes todo el tema de sus padres, y aunque se criara con sus abuelos en Escocia, no es que hablara demasiado con ellos desde que se vino aquí. Creo que tendría que levantar el teléfono para informar, pero no quiero dar explicaciones de más por el tema de la separación. Ahora que he puesto un punto y seguido, no quiero volver a lamentarme, ¿sabes?
—Lo sé. Y te entiendo. Y creo que con nosotros tiene más que suficiente. Él tampoco pregunta por nadie más. Creo que paso más tiempo con él que con el resto de mis pacientes.
—¿Como le ve Peter?
—Sigue evolucionando, pero todavía es pronto. Los huesos están soldando y creciendo bien, pero sabes que es lento. Va a pasar meses en esa cama de hospital. Quiere empezar a moverle la pierna en un par de semanas a ver como soporta el dolor. Pero lo justo. No quiere forzar nada.
—Me encantaría volver a verle correr de nuevo. Poder ir a verle a sus partidos... Su equipo tampoco ha preguntado por él. Quizás llame a Steve para decírselo. Se que tenían entreno cada semana. Tienen que echarle de menos. Todo esto es muy raro.
—Si, a mi también me extraña.
Estuvimos un rato casi sin hablar, supongo que pensando en que había hecho James estos últimos meses para que nadie de su equipo, ni de su entorno, le echara de menos.
Mi teléfono me informó de un nuevo mensaje y nos sacó de nuestros pensamientos. Se me heló la sangre al ver de quien era el mensaje.
James: Gia... creo que tenemos que hablar de muchas cosas.