16. La Maldición de Hogwarts.

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Alice Longbottom se jaló las mangas del suéter que traía, había esperado por largos treinta minutos a su mejor amiga, Lily Luna Potter, y aunque esta se repitiera que estaba bien respecto lo ocurrido con Scorpius y el altercado con su hermano Albus en los pasillos del colegio, el hecho de que ese fin de semana no quisiera salir de su cama con dosel, le aseguraba a la rubia que no podía hacer nada por el momento, no es como si fuese a irrumpir en la torre de Gryffindor y obligarla a salir, ella mejor que nadie sabía cómo se sentía estar de luto, y era mejor que cerrara los ciclos a forzarla a estar bien.

La chica bajó del carruaje una vez llegaron a Hogsmeade, le compraría golosinas a Lily, los repuestos de plumas y tinta, ya que con lo que llevaban de clase, los maestros habían intensificado el trabajo y las tareas, ella no se quejaba, era bastante lista, por muy rubia que fuera.

Tomó la bolsa y caminó hasta las tres escobas, necesitaba algo para entrar en calor, ya que su elección de atuendo la hacía lucir bastante bien, pero dejaba que el frío se colara, haciéndole tiritar de frío.

Ubicó la mesa en la que ella y Lily solían sentarse, así que avanzó rápido para evitar que la ocuparan, para su desgracia, ya estaba ocupada, no le tomó ni la mitad de un nano segundo distinguir al ocupante, su corazón se detuvo y después latió como loco, haciendo que sus mejillas se pusieran del color del cabello de la madre y hermana de aquel personaje.

—Lo lamento, no sabía que estaba ocupada la mesa –musitó, la garganta le ardía y ni siquiera había bebido nada aún.

—Soy solo yo –musitó, observándola con intensidad, haciendo que las entrañas de la joven se revolvieran, no en desagrado, sino todo lo contrario.

Y es que todo lo que James Sirius Potter provocaba era tan intenso, nunca algo calmado y suave, él era intenso en todo lo que hacía, la forma en la que miraba, hablaba, caminaba o simplemente se movía, eso era una razón de las muchas por las cuales se había enamorado de él en primer lugar.

—No –se aclaró la garganta –ocuparé otra mesa, así podré...

—Vamos, Alice –suplicó –no me hagas sentir más miserable de lo que ya me siento.

—Bueno –su labio inferior tembló.

—Si en verdad te sientes tan incómoda con mi presencia el que se irá soy yo –forzó una sonrisa.

—Yo, no es... sólo que... no he sabido de ti –se llevó un mechón rubio detrás de la oreja, levantando la vista y observándolo a través de sus espesas pestañas doradas.

—Alice.

James recargó sus brazos en la mesa, inclinándose hacia ella, notó como los labios de la joven se separaron un momento, su respiración se contuvo, y sólo eso fue necesario para hacerlo retroceder; bajó la mirada, se sentía tan avergonzado consigo mismo, por ser un estúpido, eso es lo que era, porque de no serlo, Violet no habría jugado con él, y no habría cometido tantas tonterías por despecho.

—Lo lamento tanto –apretó el puño enfadado.

—James, no, yo...

Alguien se aclaró la garganta junto a ellos, Alice tuvo que observar para cerciorarse de que era la persona que creyó. —Señorita Longbottom.

—Hola papá –le sonrió –creí que le habías dicho a mamá que no frecuentabas este lugar más –sonrió cómplice.

—Eso lo arreglaremos en otro momento, mientras tanto ¿cree que sea adecuado que lo vean así con una alumna, profesor Potter?

Alice soltó a James, su padre lo había tratado de usted, y llamado profesor, no, eso significaba que tendría que soportarlo en Defensa Contra las Artes Oscuras, como su profesor, era el reemplazo, quería golpearse a sí misma.

Desastre de Amor [Teddy & Lily]Where stories live. Discover now