—Perdón.
Un gota atravesó su mejilla, siguiendo el camino que había empezado hace tanto tiempo, llegando a su ropa y desapareciendo cuando otra llegaba en su lugar. Sus ojos rojos miraban un punto oscuro en el cielo, dónde llevaba su pupila a las estrellas que parecían más apagadas ese día, como si la oscuridad estuviera cada vez más cerca de su cuerpo. Las manos conectadas a él sostenían un pequeño libro y un lapicero, temblando con insistencia en las palabras que intentaba plasmar, todo se estaba volviendo borroso para él, quién no había podido comer desde el día anterior. En sus mejillas, el frío golpeaba con insistencia su frágil piel, rompiéndola incluso más de lo que ya estaba, haciendo que su cerebro pensara que podía resistir, qué podía sobrevivir del dolor y todo seguiría igual. De la boca le salió un sollozo desgarrado, la tapó con sus dedos rojos y débiles, los cuales no podrían sostener la cuerda un día más. El lugar más oculto en él, su mente, estaba lleno de caos y lados sombríos. Había dejado de sentir el sol, el mar y las estrellas. Se había ahogado, mojado y perdido en la oscuridad que decidió vivir en él.
No había más esperanza dentro de su ser.
Escuchó un ruido en la puerta de la casa, asomó la cabeza por el barandal que daba vista a la calle y vio a todos sus compañeros saliendo. Sonreían molestándose unos a otros, gritaban e irradiaban alegría. Él sabía que ellos estaban felices unos con los otros, porque eran un equipo que se apoyaba más que nada, él lo sabía. Lo sabía. Uno de ellos miró hacia arriba, encontrándolo, le regaló una sonrisa y alzó su mano en una invitación a que bajara con ellos. Negó con una sonrisa pequeña en su rostro y puso una mano en su bufanda, dando a entender que no se sentía muy bien físicamente.
Ni emocionalmente, pero eso no tenía importancia ya.
—¿Estás seguro? —preguntó el mayor. Llamó la atención y ahora todos los miraban en espera de que bajara con ellos.
—Me duele la garganta —susurró lo suficiente alto para que le escuchen los que estaban al frente.
—Pero vamos al 'Arcade'. Tú eras quién estaba emocionado por ir —era, le dijo el otro mayor, sabiendo que estaba pasando algo más, algo que le advertía que deberían quedarse con el muchacho en la azotea.
Asintió con remordimiento. Él insistió por semanas para que fueran a divertirse, pues habían pasado muchos días desde la última vez que tuvieron tiempo para ellos como el equipo que son.
—Tal vez vaya más tarde, cuando me sienta mejor, hyung.
Los demás aceptaron de manera forzada y se dispusieron a seguir se camino a la parada de autobús, dejando de sentirse tan hiperactivos como antes. Sólo una persona volteó la mirada, observando cómo los ojos apagados del menor se perdían en sus pasos alejándose de casa. Alzó la mano y se despidió con una pizca de amor más felicidad mezclados con melancolía. —¡Te esperamos allá, hadita!
El corazón del menor rebosó de alegría cuando escuchó el apodo y sus ganas de llorar amenazaron sus ojos con insistencia. —Lo siento.
Cedió cuando los vio voltear la esquina. Agarró su rostro entre sus dedos y se dejó llevar de nuevo por lágrimas que hacían carrera por su rostro frío, casi muerto. Su respirar se detuvo en el momento en que los sollozos se volvieron seguidos y dolorosos, le ardía el pecho y tenía las fosas nasales llenas.
—Lamento no estar con ustedes.
Intentó limpiar sus lágrimas pero falló porque solo se acumulan en él con insistencia. Se levantó de dónde estaba, tomó el cuaderno y vio su teléfono celular por unos minutos, pasó los dedos por las fotos en grupo, nombrando uno por uno y sonriendo mientras recordaba los momentos que habían vivido. Cuando se conocieron y la luz que ellos significaron para el momento más difícil que tuvo hasta ese tiempo.
Una mano pasó por su espalda y ni siquiera se inmutó cuando sintió el frío volver a tomar parte de él, enterrando sus sucios dedos por cada parte débil del cuerpo que poseía. Estaba olvidando por qué era que estaban unidos. Estaba olvidando cómo juntos habrían podido sobrevivir a todo.
Unos dedos pasaron por sus ojos y entonces todo empezó, se dirigió a la habitación donde habría de tomar las cosas que compró días antes y cómo las había escondido de los demás. No quería que los demás intentarán con alguien tan inútil como él. Salió del apartamento, porque sabe que sería lo suficiente asqueroso (todavía más) y egoísta sí se quedaba allí, dejando su ausencia desvanecida para los demás. No podía ser más malo. Entró a la habitación del apartamento contiguo, ese que estaba vacío y a nadie le importaba, ninguno entraría, no lo sabrían.
Encendió la luz cálida frente a él y se sentó a un lado de la ventana, observando el cielo oscurecerse. Tomó el teléfono cuando vibró en su bolsillo, lo habían estado llamando porque él prometió llegar.
Egoísta.
Contestó de una manera falsa, sonriendo cuando le respondieron con corazones y palabras cariñosas o bromas tontas. Sus ojos se llenaron de lágrimas y les mandó un último mensaje, el aliento de vida que ellos le habían regalado por años.
Malagradecido.
Apagó la pantalla, cerró los ojos y empezó a llorar muchos más fuerte que antes. Tapándose el rostro con las manos, sintiendo la bilis subir por su garganta mientras la respiración se le detenía por tiempos. Líquido saliendo de su nariz y haciéndolo verse tan cochino y desahuciado. Vomitó en el piso mientras su cuerpo pedía por un poco más de aire en él.
Asqueroso.
Su teléfono empezó a sonar de nuevo, los minutos pasaban y su corazón se volvía cada vez más lento. Abría los ojos por ciertos segundos y los volvía a cerrar por muchos más, sólo veía el azul frágil del cielo. Débil. Se sentía débil sin importar las fuerzas de los demás pusieron en él. Sonó un mensaje de voz y su mente lo hizo llorar mucho más, ellos seguían dándole fuerza hasta en ese momento.
Decepcionante.
—Perdón.
Lo dejó todo. Sus ojos no se abrían más y el resto del cuerpo empezó a apagarse lentamente.
Yeosang acabó con el mundo que conocía. Yeosang dejó atrás su familia, y amigos cercanos. Yeosang pensó sólo en él cuando decidió terminar con todo, porque no tenía más fuerza, porque su cuerpo le dolía y porque pensó que no había salida.
Porque Yeosang dejó de sentirse vivo mentalmente desde años atrás.
Yeosang sólo pensó en él cuando durmió para siempre.
Yeosang no pensó en que el mundo iba a seguir moviéndose con su dolorosa partida.
Yeosang los dejaste llorando justo como ellos habían evitado que tú lo hicieras, Yeosang los abandonaste como ellos nunca pensaron hacerlo, Yeosang los rompiste más de lo que tú estabas. Yeosang destruiste el equipo más fuerte que el mundo tuvo.
Yeosang no es tu culpa lo que pasó, pero tu partida los mató.
Yeosang, ¿cómo ellos superarán este momento de su vida? ¿Se detendrán como tú y dejarán de hablar? ¿O lucharán juntos en compañía de tu recuerdo?
Yeosang.

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Yeosang dejó de hablar.
FanfictionYeosang no creía que alguien pudiera notar su ausencia, él ya se había ido incluso antes de desaparecer. Agosto, 2019.