Seonghwa

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Las estaciones pasaron con lentitud, flores cayendo le recordaba cómo se había sentido el día de aquella noticia, el frío que pasaba por su lado le congelaba hasta los huesos y la brisa que llevaba consigo misma susurros, le decía simples palabras con continuidad. Han pasado dos meses o quizá tres, él no ha sido capaz de contarlos debido al dolor que lo cubre constantemente cada mañana y el cual no quiere afrontar aún. Es un cobarde, él mismo se lo ha dicho. El tiempo volando es un recuerdo de la culpa creciendo en su cuerpo. ¿Dónde estás, hadita? Se preguntó aquella mañana, un dolor de cabeza asomándose para el resto del día, como lo había sido desde ese momento. Se levantaba después de haber soñado con algo relacionado a los recientes eventos, cuestionando constantemente sobre la persona que cruzó el espejo, también pensando en sus acciones y lo qué no hicieron o lo qué les llevó a terminar así: ojos rojos, vasos rotos y abrazos largos llenos de lágrimas infinitas.

El hombre no puede relacionarlo a nada bueno, por lo que el dolor en su estómago también ha aumentado para esa mañana.

Sin embargo, así comienza su día, misma rutina desde hace un tiempo.

No ha comido con regularidad, la bola de culpabilidad no deja pasar nada más allá de su garganta y si lo hace, todo sentimiento empeora. Toma un baño corto porque esto le hará pensar menos, sobre todo. Limpia su cuarto compartido. No habla con nadie más que con Mingi sobre cómo podrían empezar de nuevo las clases para desaparecer el nudo que está revolviendo sus palabras desde ese día. Observa los proyectos que tiene pendiente e intenta hacer bastantes de golpe para así no dejar crecer los pensamientos sobre Yeosang, no funciona y el remordimiento en él aumenta. ¿Por qué, hadita? Cierra los ojos unos segundos, no funciona. Toma su teléfono, pero es desastroso para él ver su fondo de pantalla o el contacto que no volvería a marcarle otro día más, su corazón se irrita por el dolor. Se levanta, dirigiéndose a la habitación donde nadie es capaz de entrar más que él y Mingi, quién aún prefiere dormir allí, tal vez porque es el único momento donde toda la confusión alrededor de su cabeza su vuelve una masa que es capaz de controlar y enviar a otro lugar, o debido a que puede abrazar aquel suéter de Yeosang, el cual no ha perdido su esencia. Él comprende las razones del menor, y de la misma forma, entra en ese espacio con la excusa de organizar la última parte de la casa que no se había hecho. No hay muchas personas en la casa, menos de la mitad de ellos, los demás habían salido tan rápido esa mañana como el sol se asomó detrás de la oscuridad latente en ese lugar los últimos días.

Es mediodía, hay una luz resplandeciente afuera pero dentro de la habitación sólo es oscuro. Desesperada tristeza tratando de atrapar el cuerpo de un hombre que barre, organiza, escribe, gruñe y busca sin razón en aquel pequeño espacio. De tanto hostigar el lugar, un pedazo de papel es encontrado en la parte superior de la litera que le pertenecía a Yeosang, es de color rojo claro y allí resguarda unas pequeñas palabras que se sienten como una cuchilla apuntando hacia él cuando mira el enunciado "el último no es necesario", él sonrió incluso si su corazón se estaba estrujando en dolorosos arrepentimientos. Nadie se había tomado la valentía de buscar algo referente al porqué del vuelo tan temprano del menor, y ahora que fue él quien lo hizo, sólo provoca un sabor agrio que termina en darle retorcijones a su estómago. Deja, lo que él ha llamado carta en la cama, sin la capacidad necesaria de leer algunas palabras más, mete la cabeza entre sus brazos y suspira con fuerza. Está ansioso de saber, pero asustado que eso lo lleve a esos pensamientos, los cuales ha tratado de canalizar en el transcurso de los meses.

"Está bien, creo que es momento.
Adentro del lugar un disturbio se presencia.
No es culpa de nadie, lo saben.
Pero la vida de alguien se ha fragmentado en pequeños pedazos.
Qué ya no se pueden recoger."

Ha pasado media hora desde que leyó las primeras líneas, tuvo que tomarse unos segundos para recobrar la respiración y calmar su acelerado corazón que buscaba en algo su dolor descargar. Mira hacia la ventana del lugar, está muy brillante allá afuera y se siente como si una delgada línea les estuviera separando de la tranquilidad—ellos mismos habían dejado que se expandiera por todo el lugar—. Escucha las voces del pasado pasear por el lugar, desde el día que se vieron por primera vez todos juntos a las más viejas primaveras, Yeosang de cinco años, envuelto en una manta y con su nariz roja, era demasiado pequeño y frágil. "—Tú eres mi hermano mayor, ¿me enseñarás a volar sin tropezar? —" Lo sintió en cada rincón de la habitación, la última vez que su rostro fue visualizado por él. El menor no había cambiado nada, su fragilidad se volvió tan grande con el tiempo que la poca posibilidad de protegerlo de él mismo, desapareció. Fue su maldita culpa, él se lo replantea nuevamente. Era un inútil hermano mayor, no pudo protegerlo ahora ni en ese entonces. ¿Qué fue él en la vida de Yeosang si no recurrió a su lado cuando olvidó cómo volar de nuevo?

Yeosang dejó de hablar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora