5. Frida

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En cuanto mi trasero tocó el asiento de la silla giratoria mis ojos se cerraron e involuntariamente sentí que el sueño me consumía

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En cuanto mi trasero tocó el asiento de la silla giratoria mis ojos se cerraron e involuntariamente sentí que el sueño me consumía.

—¿Noche dura, bonita? —Escuché preguntar a Katia. Tallé mis ojos aún sin abrirlos.

—Tomás se enfermó, vomitó toda la noche. Ya sabes cómo es, no habla pero no quiere estar solo —dije abriendo los ojos justo en el instante que Laura se detuvo a mi lado. El verla siempre era un dolor a los ojos por su ropa tan colorida; ese día llevaba una falda larga hasta los tobillos de color amarillo y flores rosas, además de una blusa blanca de cuello v con mangas largas y flojas de rombos amarillos.

—Buenos días, chicas. —Tenía una bella y pequeña sonrisa que no dudaba en mostrar a pesar de hablar en tono bajo y calmado; incluso saludaba efusivamente con su mano haciendo que las múltiples pulseras chocaran y sonaran entre sí—. Te ves fatal Frida, de seguro no has trabajado en nivelar tus chakras como te enseñé, ¿cierto?

No me quitaba sus intensos ojos café de encima hasta que negué. Resopló mirando al cielo sacando unas hojas —que seguro contenía alguna receta— y colocándolas en mi mano como si fuera droga.

—Toma esta infusión en la noche y haz un poco de yoga, quedarás como nueva. —Sonrió y subió sus anteojos redondos que resbalaban por su nariz diminuta, correspondí a su gesto y guardé lo que me dio en el portafolio.

—¿Cómo vas con tu sección, Laura? Me sorprende que el jefe Marco no haya entrado en pánico porque no lo hayas terminado —comenté viendo de reojo a Alex quien se abstenía de participar en la conversación, con la vista fija en sus hojas.

—Él piensa que me invento todo y no es así. Los astros me hablan... —Colocó su mano cerca del corazón con vehemencia—, y debo interpretar lo que quieren decir para llegar a la gente; la redacción de horóscopos es un arte complejo y él lo convierte en entretenimiento.

Hizo una sonrisa triste mientras se cruzaba de brazos, era muy difícil que Laura se enojara por algo o con alguien, decía que era un gasto de energía inútil y había muchas otras cosas interesantes en las cuales poner su atención; mi temperamento siempre tenía algo que aprender de ella, lo cual fue una de las principales razones por las que era mi amiga.

—Estadísticamente, la sección de entretenimiento es la más leída, por lo tanto tú también —habló Katia.

—Solo quisiera que no me hostigara tanto. Si va a mi cubículo cinco veces al día es decir poco.

—Quizá le gustas —comenté viéndola fruncir el ceño. No era una idea tan descabellada considerando que era muy bonita con sus rasgos afilados y su cabello extremadamente lacio color caramelo, además de toda esa personalidad tan original y característica de ella, aunándole que el jefe no era viejo.

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