Septiembre

Cassiopeia

Solía ser esa persona que estaba ahí, invisible a la sociedad y ahogada en sus pensamientos. Siempre demasiado ocupada para observar lo que tenía ante sus narices y lo que estaba perdiendo, porque eso es lo que pasó. Como dijo Melendi: "lo que un día fuimos quedará grabado en las cenizas de la eternidad". Y así fue, dicho y hecho, en un segundo. No en un segundo, pero si que lo pareció, el tiempo es demasiado relativo.

Cuando todo comenzó y la conoció todo parecía ir bien. Lo que no sabía es que Andrómeda ocultaba algo, estaba rota, rota por dentro. Perdió a personas importantes en su vida y Cassiopeia no supo darse cuenta, sabía que algo le dolía, pero no exactamente el qué.

El tiempo pasaba rápidamente y no se pudieron sentir más unidas, más juntas, más amigas...cuando algo ocurrió. Todavía hoy todo sigue confuso, no entiende ni cómo ni porqué, pero no la importaba. No ahora, no entonces. No la importaba no saber el motivo ni que había cambiado, con mantener la burbuja que las rodeaba se daba por satisfecha. Entonces, la bola de nieve empezó a crecer y a llenarse de mentiras, de traición y de chiquilladas y arrasó con ellas. Cassiopeia no se pudo sentir más triste, mas agobiada, más separada de su amiga y de los recuerdos que ahora solo podía conservar a modo de fotografía.

Lo intentó, cientos de veces. Trató de volver a su amiga y explicarle que algo tan absurdo no debía de separar a constelación de tan increíble belleza. Una vez, tras otra y luego otra más y nada. Los esfuerzos quedaron nulos y las ganas irrevocables de toparse en el camino de la otra revocadas.

Y así quedaron, tendidas en el cielo. Dos constelaciones separadas por una gran barrera de estrellas a su alrededor, un muro que sin darse cuenta habían construido ellas mismas.