3. Sentimientos reencontrados.

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Había pasado el resto del día bastante nerviosa y Liz se dió cuenta de ello, por lo que no paró de acribillarme a preguntas que me vi forzada a contestar.

La conocí hace cinco años y aunque lo intentase me era imposible mentirle sin que lo notase.

—Entonces... ¿el nuevo era tu vecino/mejor amigo/amor platónico?

—Exacto.

Se quedó callada durante bastante tiempo mirando hacia el infinito mientras asimilaba la información recibida.

—¡Joder, tu vida es de película!

—Shhh—le tapé la boca mientras miraba a la gente de alrededor observarnos por el escándalo—No hacía falta que gritases.

—Lo siento—dijo cuando aparté mis manos—Pero es una pena, el chico esta buenísimo.

Negué con la cabeza y caminé hacia la siguiente clase con ella pisándome los talones.

Las demás horas pasaron volando y ya estaba caminando de vuelta a casa con la música a todo volumen escuchando Don't de Ed Sheeran cuando alguien me tocó el hombro por lo que me giré bruscamente, sobresaltada.

—¡Hey, Savannah!—dijo algo agitado—Llevo llamándote un buen rato.

—Mmm, perdón Andrew, no te había oído—dije señalando los auriculares—¿Sucede algo?

—Bueno... quería acompañarte a casa,  ya que volvemos a ser vecinos—dijo rascándose la nuca nervioso.

—Así que vosotros sois los nuevos vecinos.

—Sí,  siento si causamos mucho ruido anoche con lo de la mudanza.

—Tranquilo, no importa—dije restándole importancia, aunque por su culpa tuviese unas ojeras horribles—¿Qué tal por Londres?

—Bastante bien, es un lugar genial, aunque el tiempo no sea el mejor—ambos reímos ante su comentario—Pero para serte sincero, te extrañé.

El corazón empezó a latirme de forma desenfrenada y fue inevitable no sonrojarme ante aquella inocente confesión.

El resto del camino hablamos sobre cosas sin sentido y nos pusimos al día sobre todo lo que había pasado en nuestras vidas durante el tiempo trancurrido desde que tuvo que marcharse.

Al llegar a nuestra calle acordamos ir y volver siempre juntos desde la escuela, antes de despedirnos con un leve movimiento de cabeza.

Esa misma noche, después de cenar, subí a mi habitación y al pasar frente a la ventana vi a Andrew observando las estrellas. Recordé sus palabras y el corazón volvió a latirme sin control.
Parece ser que algunas cosas no cambian nunca y él seguía tan enamorado de la astronomía como yo de él, aunque no quisiese admitirlo.

Estrellas fugaces(COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora