Desperté entre sus brazos,
abrí las persianas para que su rostro se iluminará, nos dejamos llevar por aquel acto sexual, sobre su lunario organice mi orquesta, una bella melodía de amor, ella brillaba más que los tenues rayos del sol, que entraban por el balcón, estremecía mis instintos de besarle cada lunar, sin olvidar las pecas sobre su espalda, unos glúteos formados por el ejercicio, quizá era yoga, pero me dejaba llevar por la tentación de tenerle aquí, tan cerca de mi, sentir su respirar, tan puro como el agua de los ríos, escuchar su palpitar e ir acelerando sus ritmos cardiacos, era de mañana y yo tan deseoso de dormir de nuevo con mi bella dama, dibuje un rastro con mis labios, trazaba líneas con mis dedos, haciéndola retorcer por toda la cama, se excitaba, me lo decían sus pupilas dilatadas, ella me contaba sobre su amor hacia las aves, decidí tomarle la mano y echarnos a volar, llegamos a tocar las nubes, más alto que los aviones, más lejos que las aves, lo mejor de todo es que no despegamos los pies del suelo, ya que de nuestra recámara, nunca más saldremos.
