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Estaba frente a la casa de Calle, toque el timbre y esperaba pacientemente mientras me balanceaba sobre mis talones de atrás hacia adelante, una de mis manos estaba detrás de mi espalda y en mi rostro tenía la sonrisa más grande que probablemente había tenido en meses.

German fue el que salió, al verme me recibió con la misma alegría de siempre y me dejó pasar, él se fue nuevamente hacia la oficina que tenía en la casa y me dejó ahí sola en la sala, no porque fuera mal educado ni porque tuviera mucho trabajo, si no porque yo ya me sabia el camino hasta la habitación de Calle de memoria pues había pasado bastante tiempo en ella.

Ya era una semana desde que le conté un pedazo de como nos conocimos, quería y tenía la esperanza de que ella recordará el resto, no la estaba presionando, podía ser dentro de semanas o inclusive meses, lo único que quería era que ella terminará de relatarme el día de nuestro encuentro desde donde me quedé.

Subí las escaleras casi corriendo, el humor que tenía ese día era inexplicablemente bueno.

Toque tres veces la puerta de la habitación de Calle con mis nudillos, y me quedé esperando la aprobación para entrar.

-Adelante- Escuché de su tenue voz.

Abrí lentamente la puerta aún con mi mano en la espalda, entre y la vi recostada leyendo un libro.

-¿Me recuerdas?- Dije anunciando mi ya típico saludo, no entiendo de donde había salido o porque lo decía, simplemente se había vuelto como una rutina.

Al escuchar esto ella sonrió y bajo su libro, se acomodo mejor en su cama tratando de no mover mucho su aún enyesada pierna.

-Te-te llamas María José, me dijiste que... que eras amiga mía du-durante el hospital... todos te lla-llaman Poché... aquí me dijiste... que fuimos novias y... nos conocimos frente a un restaurante por... por mi torpeza- Terminó de decir con algo de esfuerzo, solté una pequeña risa porque esto lo hacíamos cada vez que venía a verla, y venía a verla todos los días, y todos los días me decía exactamente lo mismo, y yo no podía ser más feliz.

-Muy bien, entonces si me recuerdas un poquito- Dije viéndola directo a aquel par de marrones, que con su brillo podían iluminar el callejón más oscuro.

No dijimos nada mas por más o menos 5 minutos, ella miraba sus manos mientras jugaba nerviosa con ellas, y yo la miraba a ella, con el remordimiento en mi cabeza por no haberla apreciado antes.

-¿Qué.. detrás... qué tienes detrás de-de ti?- Preguntó apuntado a la mano que seguía en mi espalda, por un momento lo había olvidado por completo.

-Te traje algo- Dije con una sonrisa -Cierra los ojos- Le ordené dulcemente mientras me percataba de que lo hiciera.

Cuando cerró sus ojos estuve a punto de sacar lo que le había traído pero a alguien al parecer le ganaba la curiosidad.

-Calle, ¿Estás haciendo trampa? Mira que si es así no te daré la sorpresa- Le dije fingiendo enojo, ella rápidamente comenzó a negar con la cabeza y hasta se tapo la cara con sus dos manos.

Sonreí, era un momento tan bobo pero también era tan nuestro.

-Ya puedes abrirlos- Ella lentamente bajo sus manos de su rostro pero siguió con los ojos cerrados, su sonrisa sin exagerar estaba de oreja a oreja y me prometí que así la mantendría siempre.

-Es... es una... gracias- Se acercó hasta mi y tomo la rosa, la inspeccionaba de lado a lado, de arriba a abajo, yo sabía que con tan solo eso detalle la haría feliz, ella seguía siendo la antigua Daniela, esa que conocí amando la ciudad y los paisajes, aquella que podía prestarle toda la atención del mundo a una pequeña ardilla o a un ave, aquella que se emocionaba cada vez que llovía o cada vez que salía un arcoiris, esa que conocí amando la vida y los pequeños detalles que logran llegar al alma.

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⏰ Última actualización: Aug 21, 2019 ⏰

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