"No puedo conciliar el sueño..." pensé. La luz del alba bañaba mi cara, atravesaba la fina tela de mi tienda de campaña verde.
Me desperecé, a mi ritmo. Por fin teníamos ese ansiado respiro, esa pausa de la masacre que constituía nuestro día a día. Sabía que no duraría para siempre, que tarde o temprano ellos invadirían este tajado, que más gente moriría, y quién sabe, tal vez la siguiente sea yo. En este mundo hay que vivir como si fuera el último, me repetía mi madre. Yo soy un poco cobarde, y no me atrevo a decirle nada a él sobre lo que pienso.
Y esa pobre niña... ¿Por qué Liam actuó de esa manera? Parecía que debatía una lucha en su interior, una lucha contra si mismo...
Decidí salir de mi refugio y contemplar el amanecer. Todos estaban durmiendo, había sido un día largo y agotador. Me senté en el borde de la construcción, contemplando las calles; ni un solo movimiento... El panorama que ofrecía aquella manzana deshabitada era desolador. Nueva York pasó rápidamente a ser uno de los puntos más peligrosos y contaminados, debido a la superpoblación de aquella época tan distante. Las medidas preventivas fueron insuficientes, y la catástrofe arrasó con toda la población.
La calle estaba carcomida por la vegetación, y los coches abandonados abundaban.
Liam se sentó a mi lado. Igual de simpático que siempre. Pero sé que en el fondo oculta una gran tristeza.
-Tu tampoco puedes dormir, ¿eh? Me miró, burlón. Yo le devolví la sonrisa, que se evaporó; efímera.
-¿Qué te preocupa?
-No es nada, tranquilo... Le dije.
-Vamos, te conozco... ¿No confías en mí?
-Claro que sí, es solo que... Estoy preocupada por esa niña.
Desvió su mirada hacia el horizonte. El pelo castaño le caía perezosamente sobre la cara, ocultándole los ojos verdes.
-Yo... no quiero que le pase lo mismo, ¿sabes? Pero le han mordido... No creo que pueda salvarse.
-Pero... ¿No lo entiendes? Qué crees que le pasará a su madre si asesinas a su hija delante suyo?
-¡Claro que lo entiendo! ¿Tu querrías que tu hija se convirtiese en una de esas cosas?
Hubo un silencio punzante. Nos mirábamos. El tenía ganas de llorar, lo sé. Pero nadie dijo nada. Nadie pidió perdón. Y yo sabía que él tenía razón. Además, ¿qué era eso que había dicho sobre 'que le pase lo mismo'? Había tocado una fibra sensible. Iba a disculparme cuando comentó, impasible:
-Matt no llegó anoche, y no está en su tienda.
Tenía una cara tan neutral, tan inexpresiva...
-¡¿Y dónde está?! ¡¿Por qué no has dicho nada?!
Se quedó callado.
Un grito nos asaltó a los dos de imprevisto. Primero nos miramos atónitos. Luego vimos como todo el grupo salía a toda prisa de sus respectivas tiendas, armados algunos con lo primero que rescataron aún somnolientos.
Todos menos Eva.
Liam lo vio. Fue el primero en reaccionar, corriendo a la tienda de campaña.
Yo lo seguí, asustada. Mil posibilidades rondaban por mi cabeza. Mi madre siempre me decía lo tremendista que era y que solía tender a exagerar. Entonces recordé el sabor de la comida que me preparaba con cariño, como si estuviese ahí. Por un segundo cerré los ojos y me imaginé que estaba aquí conmigo, protegiéndome. Noté su olor, el calor de sus abrazos; de tiempos mejores.
Cuando llegué a la tienda de campaña Liam ya había entrado. Lo siguiente que recuerdo pasó demasiado rápido. Me asomé dentro. Eva gemía, cubierta de sangre, pero sin ninguna herida visible. Liam agarró a la niña por los brazos y la tumbó en el suelo sin soltarla ni perderla de vista. Ésta gritaba, con un sonido agudo y agónico, mientras el pelo y piel se le desprendían del cuerpo a puñados. Liam no dudó ni un segundo, y rápidamente colocó una almohada sobre la cabeza de la niña; y un arma sobre ésta. Yo me avalané sobre él, en un movimiento impulsivo por evitar que dispare. Le cogí del brazo, forcejeamos unos segundos. Le aparté el arma de la cabeza de la niña, que fue a parar a Eva. Liam disparó. Horrorizada lo solté. Liam volvió a apuntar a la cabeza de la niña y disparó una segunda bala que aniquiló la cabeza de la niña. Después salio de la tienda entre lágrimas.
Todo estaba cubierto de un fluído espeso. A Eva le sangraba el brazo, pero no era eso lo que le dolía. Acababa de perder a su hija. En manos de otro ser humano. Le vendé el brazo en silencio. Si no lo hacía perdería demasiada sangre. Ella no movió un solo musculo. Cuando terminé se levanto y salió de aquel escenario de muerte.
Yo... no sabía qué hacer. Miré al cuerpo inerte, tendido en el suelo y con la "cabeza" cubierta por la almohada. Salí de ahí. La gente me miraba anonadada. '¿Qué había pasado ahí?' Se preguntaban.
Un grito me sacó de esos pensamientos. Liam abrió la destartalada puerta del tejado de una patada, e hizo aparición con un bulto entre las manos, al tiempo que balbuceaba:
-¡M... Matt! ¡Un médico, rápido!
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Qué será de nosotros.
HorrorLa tierra. Terreno valdío. Una esperanza ilumina a un pequeño grupo, una llamada de socorro desconocida, ¿Tal vez indicios de un lugar fuera del alcance de "ellos"?