Capítulo 3

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/Narra el autor/
  Estoico vió todo el espectáculo en el pueblo, pero al igual que los otros, no pudo distinguir quién era la persona que montó al Furia Nocturna. Por ese día no hubo clases de matar dragones. El miedo y la sorpresa inundó el lugar a tal punto que cancelaron todo. El jefe quedó decepcionado ya que no pudo ver a su hijo.

  Mientras tanto, los dos jóvenes jugaban por ahí, comieron pescado y se rieron juntos. Pero a medida que se conocían, se daban cuenta de algo.

Hipo: Todo lo que sabemos de ustedes, está mal.

  Ya al anochecer, el dragón dejó al chico en la cala y se fué. Hipo, se dirigió a su casa, llegó a su cuarto y comenzó a pensar en nuevas ideas mientras tenía sus investigaciones de Chimuelo en su escritorio. En eso llegó su padre y lo sorprendió. Le dice lo orgullo que está, y por primera vez para el chico, notó emoción en la voz de su padre. Tratando de esquivar el tema le dice que tenía sueño y se va a dormir.

  Al día siguiente, en el entrenamiento, el heredero, frente a todo el pueblo, debía demostrar sus habilidades. Durmió al dragón en tan solo unos movimientos y todos lo animaron. Gothi, la anciana del pueblo, decidió que iba a ser Hipo quien mataría su primer dragón. A él no le gustó la idea, así que tomó una canasta de pescados y se fue a la cala. Estaba tan concentrado en irse que no se dió cuenta de que Astrid estaba allí. Lo comenzó a interrogar para saber cómo fue que mejoró tanto en tan poco tiempo. El chico negaba y negaba continuamente todo. Al cabo de unas horas, los dos estuvieron en el mismo lugar mientras veían el crepúsculo asomarse en aquel majestuoso lugar. Charlaron en ese tiempo y la ira de la rubia se desvaneció, se disculpó y le dió un golpe en el hombro.

Astrid: Para mí esto era muy importante. He entrenado durante años para este día y tú destruyes la ciudad cada vez que sales. No sé lo que quieres hacer o demostrar pero no arruines lo que otros hemos construido con esfuerzo y sacrificio. Más te vale matar ese dragón mañana, por mí.

Hipo: *Suspira* No sé.

Astrid: Me lo debes.

Hipo: Ok, veré qué hago.

  Ella volvió en dirección a Berk mientras que el otro quedó esperando a que su amigo llegara.

  La noche llegó completamente y lo único que pudo hacer fue dirigirse a su casa y dormir pensando en como haría para resolver todo lo ocurrido.

  Al día siguiente, se levantó y como siempre, su padre ya no estaba porque debía cumplir con sus obligaciones de jefe. Se vistió, se equipó y fue al ruedo con la esperanza de que todo terminaría bien.

/Narra Hipo/
  Poco a poco la gente se iba reuniendo hasta que pude distinguir a mi padre en su trono esperando a que esto comenzara. Quería que se alegrara por mí, pero no por lastimar a una criatura increíble cómo son los dragones. Antes de que siquiera abrieran las puertas del ruedo, salí corriendo por miedo a lo que debía hacer. Mi padre me siguió hasta el pueblo junto con algunas personas.

Estoico: Hijo ¿Que haces? El ruedo está por allá.

Hipo: Papá, yo... yo... no sé qué hacer.

Estoico: Fácil, agarras un escudo, agarras un arma y despedaza a ese dragón.

Hipo: Papá, no me gusta lastimar a animales, lo sabes desde que era un niño.

Estoico: Lo sé, pero ahora serás uno de nosotros, deberías estar feliz.

Hipo: Pá, no quiero lastimarlos, no quiero esto. Por favor. Déjame ir a casa, que Astrid lo haga, no quiero esto. *Suspira* Yo...

  No pude terminar ya que algo me secuestró. Cuando ví hacia abajo, noté que estaba en aire. Solo pude gritar.

Hipo: ¡¡¡¡PAPÁ!!!!

Estoico: ¡¡¡¡HIJO!!!!

Hipo: ¡¡¡PAPÁ!!!

Estoico: ¡¡¡HIJO!!! ¡¡¡NOOOOOO!!!

  Ese grito lleno de ira lo pude escuchar ya estando un poco lejos de mi isla natal. Tenía miedo de mirar hacia arriba, así que solamente cerré los ojos y espere lo peor.

Cómo Entrenar A Tu Dragón (Una historia Diferente)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora