Hange & Eren {2}

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Cuando el bebé no deja de llorar...

Ya que Hange acababa de ser madre, el comandante Erwin le dió un par de meses de descanso para poder familiarizarse y acostumbrarse a su nueva vida con su hijo, Eren.

Ya había pasado una semana desde que el pequeño niño había llegado a los brazos de la feliz pareja; tal y como Hange predijo, la maternidad no era algo tan complicado.

Excepto...

Cuando llegaba la noche.

—Muy bien, muy bien, —decía la comandante mientras se secaba algunas gotas de sudor de la frente con su antebrazo—, ya le he dado de comer, lo he bañado, jugué un rato con él, lo arrullé, y ahora está durmiendo... sí. Eso debe de ser suficiente para que no despierte en un buen rato, ¿verdad, cariño?

No hubo respuesta. Hange supuso que su marido ya estaba dormido, así que sólo se limitó a negar con la cabeza y reír en silencio. Se acercó una vez más a la cuna de su hijo, y acomodó su pequeña cabeza, la cual se encontraba un poco torcida.

—Buenas noches, mi pequeño titán —apagó la luz de la habitación de Eren, y salió caminando de puntillas para hacer el menor ruido posible.

—¿Se ha quedado dormido? —preguntó su marido con los ojos cerrados en cuanto Hange entró a la habitación.

—Sí... creo que, después de una semana, lograremos dormir un poco más.

—Eso espero, cariño.

Hange se acostó al lado de su esposo después de apagar la luz del cuarto. Suspiró y cerró los ojos.

Su cuerpo comienzó a desprender calor, el cual se atrapó entre las sabanas de la cama, envolviéndola y relajándola por completo. La casa estaba en completo silencio; no se escuchaba nada mas que un par de grillos y algunos búhos afuera. Su mente comenzó a mandar órdenes a todo su cuerpo de dejar de moverse. Hange, al igual que su esposo, estaba a punto de quedarse dormida.

Y de pronto....

—WAAAAAAAAHHHH, WAAAAAHHHHHH, WAAAAAAAHHHHH —el pequeño Eren despertó y comenzó a llorar.

Hange, con una sonrisa un tanto tétrica, se levantó de la cama y se dirigió hacia el cuarto del pequeño Eren. En cuanto puso un pie en el cuarto del bebé, este dejó de llorar.

Hange se acercó a la cuna del bebé, y se tomó de la pequeña baranda.

—WAHHHHHHHH, WAAAAHHHHHHH —ahora no era Eren quien lloraba, sino la misma comandante lo hacía.

Su marido se levantó con pesadez de la cama para ir a consolar a su mujer.

4.00 AM

—Bueno... otra vez no dormimos —dice Hange, con el pequeño Eren en brazos—. ¿Por qué me miras con ese ceño fruncido, Eren? ¿Y por qué te muerdes la mano? Ni siquiera tienes dientes...

Ser Padre Es ComplicadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora