¿Cómo escapar?

186 7 0
                                    

-"Te tienes que ir..."- le dije, en un susurro desesperado, casi tan desesperado como yo. 
No podía creer que se había colado a mi propia boda. Estaba loco. Y yo con él.
-"Te vas conmigo, Azul; te tienes que ir conmigo. No cometas esta locura. No dejes que controlen tu vida y tu futuro. No lo amas."-
Era cierto. Estaba a punto de casarme con mi mejor amigo, uno de los hombres más maravillosos sobre la tierra; pero sin amarlo. No eran así mis sentimientos.
-"No sabes lo que dices, Gabriel."- ya corrían algunas lágrimas por mis, maquilladas, mejillas.
-"No me vengas con que no se, Azul. De ti, lo se todo."- me tomó de los brazos y me halo, hasta que mis latidos frenéticos se combinaron con los suyos, y mi vestido blanco se arrugaba en su pecho. Esto no debía estar sucediendo, no podía estar sucediendo.

Pareció pasar una eternidad, mientras miraba a Gabriel mirándome. Era como si no pudiera hablar, había perdido el control sobre mi cuerpo y quería quedarme congelada en ese instante. Era increíble tenerlo tan cerca, era fascinante poder aspirar su perfume, era maravilloso; era existir, lo que me sucedía cuando estaba a su lado.

-"Dime que te casas con él porque lo amas..."- su tono de voz tan bajo, estremecía mi interior.

Ciñó sus brazos en torno a mí, un poco más.

-"Yo...lo amo."- su mirada se desvió a mi labios, mientras hablaba; mientras mentía. Y supe que no me creería; ni hoy, ni nunca.

Gabriel no decía nada, seguía mirando mi boca, y Yo quería salir corriendo, terminar con todo de una vez. Pero nunca nada había sido simple cuando se trataba de nosotros.

-"Siempre has sido una pésima mentirosa, Azul."- me dijo, para después descender con fuerza y estampar sus labios en los míos; era una forma poco característica de él. Me besaba intensamente, casi lastimaba; era posesión la que irradiaba en esos instantes, era la necesidad de no perderme, lo que le llevaba a actuar de aquella manera. 
Y yo, no le impedía acceso alguno, dejaba que invadiera mi boca, de la misma manera que le había permitido que invadiera mi vida, mi alma, mi mente y mis sueños.

Suspendimos el beso, para respirar; tomé ventaja de su momento de debilidad, y me alejé de él, cuanto pude; que no fue mucho, ya que estábamos en una habitación extremadamente pequeña, probablemente diseñada para albergar antigüedades y trastos viejos del hotel. Sí, la ceremonia se llevaría a cabo en uno de los salones más lujosos del hotel de mis padres.

El instante acalorado que nos envolvía, se había roto.

Se acercaba la hora de mi llamada. Realizaría la mejor interpretación de mi vida. Actuaría frente a todos: mi familia, la familia de mi futuro esposo, los amigos, los compañeros de trabajo y escuela. Actuaría para mí misma, también. Pues, siendo sincera, yo no creía en nada de lo que pasaría en unos minutos. No era mi boda, era la boda de mis padres.

Todo había comenzado el último verano de la universidad; mis padres me pagaron un viaje, por toda Europa, un mes completo. Estaba más que extasiada; sería el primer viaje que realizaría sin ellos y a otro país. Un verdadero sueño hecho realidad.

Lo que nunca me dijeron, es que estaba obligada a viajar al lado de un muchacho desconocido. El hijo mayor de un amigo de mi papá; un magnate de la industria hotelera. Darío.

No me pareció tan molesto, al pasar de los días, puesto que congeniamos bastante. Estábamos atraídos por los mismos sitios y nos encantaba el arte, así que los horarios y planes de excursión no fueron un problema.

El conflicto estribaba, en que el chico que me encantaba desde la preparatoria, con quien había iniciado una linda y fresca amistad, se había quedado en casa. Nada contento con mi viaje y mucho menos, de la compañía que mantendría durante un mes. Pero no me había pedido que me quedara, no en palabras claras, por supuesto.

En ese viaje, me había descubierto como individuo, aprendiendo mucho sobre mí, como persona, como profesionista y como mujer. Darío me había ayudado en ese periodo de maravillosa libertad y revelación, nos habíamos acercado mucho; se había vuelto el mejor amigo que cualquier chica soñaría con tener. Y, por consiguiente, sin mucho más que pensar; nos habíamos hecho novios en ese alucinante viaje.

Mis padres habían estado más que dichosos cuando se enteraron de lo nuestro. Pero, siempre estaba esa vocecita tras de mi conciencia, que me decía que ellos estaban muy felices, pero nada sorprendidos de la manera en que habían sucedido las cosas.

Dos días después de mi regreso, vino la graduación. Y Vi a Gabriel de nuevo, después de un mes. Parecía haber pasado una eternidad. (Continuará…)

Elegirte a TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora