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Tenía aproximadamente dos años en batalla. Y el amor que le tenía a mi profesión empezó a desaparecer como la nieve en verano; principalmente la guerra no es tan sencilla como se ven en las películas. Cuando entras a este infierno todo se acaba... El amor, la familia, la vida, todo.

Ya no existe la tranquilidad y rezas cada noche por cada compañero que fallece en la guerra y por esperar que tú no seas el siguiente.

Llegué a la conclusión de que soy igual que todos en el mundo y todos tenemos un reemplazo. Si mueres tú, pues no pasa nada sigue él, un circulo que no se acaba.

Cuando nos dieron la noticia de que podíamos retirarnos casi permanentemente de seguir en guerra, creo que fui uno de los primeros y casi el único en pedir el papeleo, y fui el único es querer llevarme conmigo a un compañero fiel de cuatro patas, un lobo de año y medio que estuvo bajo mi cuidado desde que llegó siendo un cachorro, Tornado.

Pero mi objetivo no era solo irme, si, quería irme y la verdad sentía cierta melancolía por mis compañeros que aún querían morir por su país, pero yo tenía una oportunidad más para vivir y tenía que aprovecharla buscando a la única razón que tenía en el mundo para no desvanecer ante el. Cumplir con mi promesa y buscar a la chica de la fotografía, que fue desde el momento en que la vi, mi amuleto.

Salir de la zona de guerra, sentí mi libertad y justo en ese momento sin cambiarme a un atuendo más cómodo decidí empezar a buscarla, tenia que darle las gracias por salvarme la vida, y devolverle lo que le pertenece. Entre a un pueblo que probablemente no tendría el tiempo para conocer, y pregunté a todo el que se cruzara en mi camino, pero era inútil nadie la conocía, nadie la había visto, nadie sabía de su existencia, se me acababan las opciones y las personas ¿Como es posible que nadie sepa quien es?

Decidí descansar un rato, me senté en unas bancas que pertenecían a una plaza que se encontraba por ahí; tenía la fotografía en mis manos. No dejaba de observarla, guardaba su imagen en mi memoria, no quiero y no pienso olvidarme nunca de ella.
Estoy seguro que cuando envejezca y sufra de alguna enfermedad que me haga olvidar, olvidaría todo menos su rostro.

Un señor se había sentado a mi lado, no noté su presencia hasta que habló.

- Montero, muchacho- pensé que se había equivocado de persona porque no comprendí de que me hablaba.

- ¿Disculpe?

- Montero se apellida la muchacha de la fotografía, la que estás buscando- hizo una pequeña pausa- Una muy adorable chica - el señor observaba con gusto el parque que teníamos al frente, supongo que sus nietos estarían jugando ahí

- ¿La conoce? - pregunté con emocionado.

- A ella muy poco, su hermano y mi hijo son soldados... - volteó a verme por un momento, veía mis medallas- igual que tú... Son muy buenos amigos - su voz empezaba a entre cortarse - espero y aún lo sean.

- ¿Murieron?

- Están perdidos en batalla, es lo único que sé.

- Lo lamento.

- Tengo fe de que volverán, no pierdo la esperanza de que los encontrarán, son muchachos fuertes.

Quedamos en silencio por un momento, la verdad soy pésimo para las malas noticias y fallecimientos y no quería faltarles el respeto, el anciano volvió a hablar.

- Si quieres encontrarla deberás ir a la ciudad - mantuve la postura pero mi emoción era imborrable- Se que ella vive allá, y que tiene una tienda para animales.

Me levanté y busque algo para darle al señor mientras le agradecía, lo mucho que me ayudaba y que tenia fe que su hijo aparecería. Cuando encontré algo para darle y voltee para dárselo, el anciano ya no estaba, lo busqué con la mirada por todos lados pero no había dejado rastro. Me sentí mal por no darle nada en forma de agradecimiento.
...

Ya me faltaba poco para llegar a la ciudad pero la noche se acercaba y Tornado estaba exhausto. Encontré un pequeño bar, dejé a Tornado afuera esperándome y yo entré en plan de encontrar algo de beber y si era posible más información sobre ella.

Me senté al lado de un sujeto muy ebrio parecía ser importante en la ciudad pero también parecía ser un patán, balbuceaba y lo poco que se entendía alardeaba sobre lo muy importante que era, que conoce a toda la cuidad, y que sin él la ciudad estaría en la ruina ¡Que bocón!

Un hombre de mediana edad me atendió pedí una Coca-Cola y una botella de agua, sentí la intensa mirada del presumido ebrio lo miré de reojo varias veces hasta que el habló.

- A ti... No... No te conozco - Se tambaleaba en la silla y aunque estaba ebrio se notaba que hablaba con mucha arrogancia, suspire algo cansado.

- No... - Busqué la fotografía y se la mostré -¿Y a ella?

Me miraba con detenimiento, sin confianza.

- ¿Quien eres?

- Un amigo lejano.

Volvió a dudar, me analizó por un momento y por fin habló.

- Montero, vive con su mejor amigo, se hacen llamar "hermanos" - con tono de burla tomó un trago de lo que parecía ser wisky y siguió hablando - ¿Quieres encontrarla? No te lo recomiendo.

- Tomaré el riesgo.

- Te lo advierto ñiño.

- Repito, tomaré el riesgo.

- En una granja para perros o algo así, ahí trabaja.

Tomé la botella de agua y la lata de Coca-Cola, pagué, me despedí con un gracias en general. Salí casi corriendo del bar y le grité a tornad

- ¡LA ENCONTRÉ MUCHACHO! - pero mi compañero no se movió, solo ladró en forma de reclamo exigiendo el agua. Me devolví, sonreí y le di el agua

- Lo siento amigo.












Nos leemos luego, Autor anónimo

Batalla de un ángel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora