Capitulo 3: Pasmando historias.

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—Señorita, disculpe, creo que no puede estar aquí adentro—dijo un señor al abrir la puerta y echar un vistazo y verme.

Ya había pasado un buen rato, mis entrañas se habían secado, mis lágrimas deshidrataban mi cuerpo pero mi interior lloraba lágrimas de sangre, mi interior era una mierda total. Me encontraba acuclillada con la cabeza entre las rodillas, exhausta, solo quería que el señor olvidara que me encontraba allí, cerrara la puerta y me dejara inmersa en la oscura habitación, pero no, así no puede ser la vida, si la vida nos diera las cosas que queremos, deseamos y anhelamos no pasaríamos por el dolor que nos forja el carácter y el corazón.

La luz de afuera de la pequeña habitación quemaba mis ojos, necesitaba otra vez mi oscuridad, me sentía expuesta, débil, con un poco de ayuda del hombre que al parecer al verme hecha estragos se compadeció de mí y me ayudo a levantarme.

Lentamente salí de la habitación y a pesar de la fastidiosa luz vi que el aeropuerto se había despejado un poco, no se encontraba la multitud de personas como cuando llegue y después cuando paso lo que paso, lo que tanto me temía y ya no pensare en eso o al menos intentaré no hacerlo, no quiero quebrarme de nuevo. No alcanzo a ver a Ricardo por ningún lado ni tampoco a mi compañera ni mucho menos a Alexander, quizás siempre habían buscado el momento perfecto para dejarme a un lado y han hallado el momento perfecto o que va, quizás solo maquino las cosas y todavía andan por allí buscándome.

Saco mi celular para llamar a Ricky para ver que hace o donde está, a causa del vuelo y de las indicaciones debíamos apagar los celulares, así que lo enciendo y espero a que termine de cargar los contactos los mensajes y demás, es un huawey negro el último que ha salido al mercado nacional, tengo más de 10 llamadas perdidas más de 20 mensajes todos son de Ricardo y dos números desconocidos, me he quedado sin saldo, así que vuelvo a cerrar el celular, la edición de la pasta o el recubierto del celular lo había mandado a hacer así que consistía en todo color negro y en la parte trasera mi nombre en color plateado en escarcha con unos cuantos adornos en los bordes; no me consideraba una de las mujeres cliché de maquillaje, ropas reveladoras y brillantinas por doquier, soy de asa chicas a las que les gusta vestirse en camisones o playeras combinadas con leggyns o vaqueros; aunque en mi trabajo me EXIGEN buena presentación tengo que pasar vestida con ropas elegantes y modernas como toda una  teenager. Mi trabajo consiste en ser una especie de manager, presentadora de televisión y a veces de radio, me gusta desempeñarme en muchas cosas que lleven comunicación y lingüística, desde muy joven me ha gustado leer y escribir.

Soy morena, de estatura media, cabello largo y negro y ojos cafés claros, en los genes familiares se ve la característica de busto excesivo para nuestra edad, pero no me quejo ¡Carajo!

La vestimenta que había elegido para volver a Dubái habían sido unos vaqueros bota tubo, una blusa manga larga la cual caía a un hombro y una bufanda de cuadros rojo con negro la cual combinaba perfectamente con mi boina roja la cual usaba con el cabello suelto.

Salgo del aeropuerto sin prestarle mucha atención a mí alrededor. Que idiota soy ¿Qué podía esperar, que me esperara? Han pasado siete años.

Me disponía a coger un taxi para llegar al hotel en el cual nos hospedaríamos, pero creo, que mejor sería caminar, de todas formas viví un par de años aquí, se dónde quedan los diferentes lugares. Tomando mi camino con la vista gacha y respirando hondo vi como un par de zapatos se situaban al frente mío. Subí la mirada lentamente recorriendo el cuerpo de aquella persona: zapatos negros probablemente de cuero, pantalón clásico blanco, correa negra de cuero, Hmmmm y un suéter blanco con rayas grises. Pude ver como sus músculos marcaban visiblemente su ropa y... su rostro...

Me paralice y sentí como las lágrimas cubrían mis ojos y contuve en el fondo de mi garganta un sollozo.


Venecia del Golfo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora