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Hey, pelirrojo.

Hoy no fue un día tan malo.

Después de haber estado varios días en el hospital con mi madre para que no se sintiera sola, me fui directo al supermercado más cercano para comprar algo de comida ya que en casa no quedaba, ese es el problema cuando a mi madre le dan estos ataques, me tenía que hacer cargo de todo.

Ella de momento se encuentra en observación, está estable, pero los médicos aún no se atreven a mandarla a casa. Esa es la consecuencia de haber perdido la confianza y aunque yo los intentara convencer de que la dejaran volver, ellos volvían a lo mismo, que no tenían la confianza necesaria para darle el alta.

Estando en el supermercado me tope contigo, pareciera que la vida me quería alegrar el día.

Obviamente no ibas solo, te acompañaba un hombre, de unos cuarenta años y de cabello pelirrojo con algunas canas, imaginé que era tu padre (lo cual acerté). Me lo presentaste como Alister, y él se mostró agradable conmigo, parecía majo.

Por un rato nos dejó solos mientras se iba a acabar de comprar. Tú me preguntaste como me había pasado estos días, ya que no había ido a clase, y cuando te conté lo de mi madre te mostraste preocupado, aunque yo le quitase hierro al asunto.

Luego empezaste a actuar cual histérico al ver mi carrito de la compra, quejándote que tenía que comer más sano en vez de comida instantánea y derivados, mientras me ponía rojo cual tomate.

Cuando te tranquilizaste, te quedaste en silencio durante unos segundos, hasta que me preguntaste si quería cenar en tu casa, en un principio dije que no, no quería molestarte ni a ti ni a tu familia. Al final, acabe aceptando porque no parabas de insistir.

Te acompañé hasta la caja donde estaba tu padre haciendo cola para pagar y más tarde nos fuimos a tu coche.

Cuando llegamos a tu casa, que, aunque ya había estado en ella, aun me sorprendía al verla por lo bonita que era, me presentaste a tu madre Ayla, una mujer de cabellos dorados y piel pálida, y a tu hermana pequeña Ivette.

En la cena todos fueron muy amables y me trataron como a uno más, además, me encanta la sintonía que había entre vosotros cuatro. Por un momento te tuve envidia por tener una familia así, que aparentemente se veía perfecta, comparada con la mía donde no sabía nada de mi padre y solo tenía a mi madre; y cuando ésta no estaba, aparecía mi tío Tristán de vez en cuando.

Que ser más egoísta soy, perdóname.

Después de la cena, me llevaste al jardín para reposarla. Nos sentamos en un sillón/hamaca y nos tapamos con una manta que descansaba en éste. Durante un segundo me sentí extasiado por la calma que nos rodeaba, mientras mirábamos las estrellas, uno al lado del otro, con el murmullo de la vegetación y bullicio de tus padres y tu hermana de fondo.

Me sentí en calma.

Estaba tan tranquilo que el cansancio acumulado por estar 24 horas en tensión y mal durmiendo en el sillón de al lado de la cama de mi madre, me estaba pasando factura y casi me duermo, de no haber sido por la vibración de mi móvil.

Ojalá me hubiese podido quedar un rato más en ese "paraíso" contigo, pero todo lo bueno tiene un final.

Creo que eso fue todo, al fin y al cabo, fue un buen día.

Con cariño.

--B.

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