Era otra noche en la calle Byron... las prostitutas se ajustaban sus corsés, los dueños de los bares echaban a hombres violentos de sus locales, veías gente traficando con drogas...
Se oían risas, llantos, disparos, orgasmos, broncas, cuchilladas, gritos, dinero contándose, gente caer en el suelo, canturreos de borracho...
En definitiva, otra noche más en esa calle en la que llevaba ya tantos años.
Yo estaba en mi habitación, en una mullida cama con sabanas de seda, con los ojos vendados y encadenada al cabecero... un hombre, bastante atractivo, la verdad, saciaba su sed sexual embistiendo contra mi vagina...
-¿Te gusta como lo hago zorra?-decía jadeante entre embestidas. La verdad es que lo hacía bien, aunque ya tampoco era nada del otro mundo, sin embargo, sabía exactamente que debía contestar.
-¡Oh si amo! Eres un dios en la cama... ¡Joder que grande la tienes!-gritaba entre orgasmos, algunos fingidos, pero llevaba tanto tiempo en esto que nadie se daba cuenta. Ambos movíamos las caderas que parecían que iban a arder, me mordía mis pechos, me azotaba, saciaba su sed animal en mí. Me destapó los ojos y liberó los brazos, que use para acariciar todo su cuerpo, agarrarlo y masajearlo... poco tardó en correrse en mi interior y caer exhausto a mi lado.
-Lo has hecho muy bien, zorrita... vales lo que cuestas... -dijo buscando sus pantalones para darme un fajo de billetes.
-cien... doscientos... y cincuenta... si, está todo...-dije contando los billetes mientras el se vestía.
-Podrías vivir en alguna calle mejor con todo lo que cobras...
-Entonces todos malpensarian al verme llevar tanta gente distinta a mi piso... a demás, le tengo cariño a este barrio... llevo 15 años aquí... me he acostumbrado tanto a vivir entre criminales y drogadictos... que vivir entre humanos normales se me haría perturbador...
-Nunca me dejará de sorprender tu forma de pensar...-dijo ya casi terminado de vestir.
-No me hagas la pelota, no pienso hacerte descuentos...-dije riendo.
-¿Ni por ser cliente habitual?
-Ni por esas... -dije riendo más y me puse una fina bata de seda.- Venga que tengo más clientes... hasta luego...
-Volveré la semana que viene-se despidió.
-Dale recuerdos a tu mujer-rei con ironía. Y me tumbe un rato en mi cama cuando se hubo ido. Me encendí un cigarro y empecé a contemplarme desde el espejo de mi techo... ¿Cómo había acabado así?