Café Shelley

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-Así que liquidaste al cabrón de Carl...-decía Valenti mientras sorbia de su café con amaretto.

-Completamente y sin dejar huella...-contesté riendo.

-¿También te lo follaste?-me preguntó interesado. 

-¿Te molesta?- lo mire fijamente; ya que me tenía de sicaria debería dejarme disfrutar al menos.

-En absoluto, solo que para mí que también profeso la mafia me es tan extraño que puedas follar con alguien sabiendo que lo vas a matar...-rio un poco.-Las putas sois tan interesantes...  con razón se utiliza vuestra profesión como insulto.

-Más bien es porque está muy mal visto que una mujer sea lista y a parte que disfrute de su vagina... ah... y porque los hombres nos consideran un mero objeto sexual, pero bueno, yo vivo de eso... y bastante holgada vivo...

-Siempre me ha gustado tu sinceridad conmigo...

-Y a mí tu dinero...-le dije mirándolo para que no olvidara el motivo de nuestra reunión.

-Si que es cierto que vosotras solo vais por el dinero...-dijo riendo. Juro que por cada broma suya sobre prostitución le daría una cuchillada en los huevos si no fuera porque me pagaba mejor que mis clientes. -En fin...-dijo sacando un sobre de billetes de su maletín.-tres de los grandes, como acordamos...

-Cinco mil por matar a un hombre... no está mal...-dije riendo mientras revisaba que estuviera todo el dinero. -¿Quien iba a decirme a mi cuando te ayude en aquel tiroteo que acabaría siendo sicaria en mis ratos libres?

-Me alegra que te contente el dinero porque tengo otro encargo para ti...

-¿Más crímenes?-pregunté riendo, ahora volvería a explicarme al más puro estilo de Al Capone que alguien lo habría traicionado y que quería que lo matara.

-Esta vez no vas a poder follarte a tu víctima....-dijo mirándome.

-¿Es gay?-le pregunte entre risas.

-No, pero irás acompañada...-contestó.

-¿Acompañada?-pregunté extrañada y me imaginé una escena en plan Pulp Fiction donde obviamente, yo sería Samuel L Jackson...

-Mi sobrino verás... no es muy bueno en esto... -lo miré indignada.

-No voy a hacer de niñera...

-Veamos, es perfecto en balas, dispara mejor que cualquier agente que tengo...

-Pero...-dije, siempre hay algún pero.

-Tiene poca malicia... esa maldad que a ti te sobra...-contesto.-El es perfecto matando y tu engañando...me gustaría que aprenda de ti...

-O sea que estoy de niñera.-reiteré.-No voy a estar pendiente de un crío que crea que está en un videojuego de matar...

-Mi sobrino es de tu edad, es bastante maduro, solo que un poco buenazo... era contable en una importante empresa, quiso seguir los pasos de mi hermano Fred y ser un hombre de las finanzas...  pero su novia lo dejó de mala manera y la empresa quebró... no levantaba cabeza y siempre supo disparar bien, así que le di trabajo aquí... necesita cambiar de aires...

-¿Me encasquetas un contable depresivo?-pregunté indignada.

-Bueno... tengo entendido que eres capaz de traer la alegría a un muerto...-dijo riendo.

Al final no se como acabé accediendo, aquel hombre había sido amigo mío desde hacía tanto tiempo... le debía muchas cosas no cuantificables en dinero, fue por ello que decidí ayudar a su sobrinito.

La mañana siguiente empezaría a tramar el plan, así que decidí que la noche antes iría a relajarme. Fui al único bar de ambiente de la calle Byron... hacía mucho que no comía pescado.

En la barra había una pelirroja de pelo rizado, tenía unos enormes pechos y su trasero daba regalo verlo... Me acerqué a ella.

-No te había visto antes por Byron...-dije sintiéndole.

-Yo a ti tampoco...-dijo fijándose en mí.

-Pues yo diría que estamos en un buen momento y lugar para vernos todo lo que queramos...-reímos las dos.

-¿Te invito a una copa?-me preguntó y yo accedí. Realmente no hablamos mucho más... bailamos un poco y nos besamos en la pista de baile. Se movía bastante bien...

Me gustaba su movimiento y a ella el mío, por lo que fuimos a mi casa a terminar el baile, sin que molestara mi falda, ni sus ajustados pantalones de cuero, ni mi camisa, ni su corpiño, ni mi sosten de encaje, ni sus bragas negras, ni mi tanga de seda...

Mientras la noche vivía, el único sonido en mi casa eran orgasmos de mujer.

19 de la calle ByronDonde viven las historias. Descúbrelo ahora