Capítulo tres.

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La peli-roja se encontraba ya con su mochila lista, pagándole a la amable señora que les había ofrecido un cuarto en su posada.

Le sonrió amablemente en cuanto la señora comenzó a negar el dinero, diciendo que lo hizo por ayudar y no por recibir algo a cambio.

—Bien, pero si necesita nuestra ayuda— hizo un par de sellos, haciendo aparecer un rollo y extendiéndoselo a la señora —abra el rollo y vendremos aquí en un instante.—

La mayor sonrió, tomando el rollo y ocultándolo en alguna parte de detrás de la barra.

La peli-roja se dio la vuelta, encontrándose con el niño rubio, quien al igual que ella ya tenía sus cosas preparadas para el viaje. Su cabeza estaba envuelta en una venda blanca que mantenía controlado su cabello. También tenía otras vendas alrededor de su cuerpo, como su pecho, brazos y piernas, aunque esas no se veían por su ropa, la cual había sido arreglada por la mayor.

—Vamos, Kitsune.dijo, caminando hacia la salida de la posada.

El menor resopló ante aquel apodo, aunque no podía hacer nada por eso. Después de todo, no tenía un nombre, por lo que, hasta que recordara quien era, tendría que llevar aquel apodo.

Salieron de la posada. Se encontraban en un pequeño pueblo llamado Emerald, en el País de la Hierva, entre el País del Fuego y el País de la Roca.

Debido a los conflictos entre ambos países, era muy poco probable que las personas pasaran por allí. Antes de las guerras, había sido un pueblo que recibía a muchas personas y estaba en constante crecimiento, pero a causa de los diferentes sucesos entre las aldeas, pocas personas pasaban ahora por allí, lo que dejo en decadencia al pueblo y siendo víctima de varios asaltantes.

Pero las personas de allí aun soñaban con que su pueblo volviera a resplandecer como en aquel entonces.

Algunas personas iban de un lado a otro, haciendo sus diferentes deberes.

La mayor se estiró con una sonrisa en sus labios. El aire que residía allí gracias a la constante vegetación era agradable, además del silencio que lo acompañaba.

El rubio por alguna extraña razón no se sentía del todo cómodo, como si no estuviese acostumbrado a ese tipo de ambiente. ¿Quizá de donde venía era un lugar ruidoso?

Y, ahora que lo pensaba, ¿cual era el nombre de la mayor?

—Oye, ¿cuál es tu nombre?— preguntó de manera directa.

La peli-roja volteó a verlo, no pareciendo sorprendida por la pregunta.

—Me sorprende que hasta apenas lo hayas preguntado, kitsune. Eres realmente lento.— dijo con un tono de burla en su voz.

El oji-azul chasqueó la lengua, molesto.

—Bueno, me salvaste, así que supongo que eres confiable.— exclamó mirando hacia otro lado con un leve sonrojo en sus mejillas.

La mayor sonrió.

—Llámame Kira, sólo Kira.—

—Bien, Kira, ¿a dónde vamos?—

Ambos comenzaron a caminar por el pueblo. Kira iba viendo los diferentes objetos que se vendían.

—No olvidaste la geografía del mundo, ¿cierto?— preguntó, observando un collar en uno de los puestos.

El rubio comenzó a pensar. Realmente el único lugar que por alguna razón se le hacia conocido era el país del Fuego.

Se encogió de hombros. Puede que se le haya olvidado por el golpe o simplemente era malo en geografía.

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